Guerra en Ucrania

De la prisión a la guerra: los mercenarios de Putin que son carne de cañón en Ucrania

El protagonismo del grupo Wagner muestra el auge de los sectores más ultranacionalistas de Rusia

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Grupo  mercenario ruso Wagner y su cabeza Yevgeny Prigozhin

Barcelona“Sabemos que iremos al infierno, pero allá seremos los mejores”. La frase sale en uno de los vídeos que se emiten en bucle dentro del cuartel general del grupo de mercenarios Wagner, inaugurado el octubre pasado en San Petersburgo, y que tiene la apariencia de un lujoso edificio de oficinas. Lo que parece una extravagancia –por parte de un grupo acusado de crímenes contra la humanidad– es también una muestra de los cambios operados por la guerra de Ucrania en la sociedad rusa, entre los cuales el auge de los sectores más ultranacionalistas y radicales, que ven a estos combatientes como héroes de la patria.

Es “un «hub de co-working » y un «centro de innovación» abierto por los mismos hombres que llevaron a cabo decapitaciones y ejecuciones a golpes de mazo”, decía el corresponsal de The Economist en su cuenta de Twitter después de visitar el edificio hace pocos días. La ejecución con mazo es un método usado repetidamente por el Grupo Wagner para castigar a los desertores. Lo usaron públicamente en la guerra de Siria y el noviembre pasado hicieron circular el vídeo donde asesinaban con este salvaje método a un exprisionero ruso que habían reclutado para luchar en Ucrania y que había desertado. Lejos de horrorizarse, muchos rusos empezaron a comprar "mazos de Wagner" como souvenir .

El mismo líder del grupo, Ievgeni Prigozhin, conocido como el chef de Putin, envió al Parlamento Europeo un mazo manchado de sangre falsa dentro de una funda de violín (lo mostró en Telegram), cuando Bruselas declaró a Rusia estado patrocinador del terrorismo. Ahora, la Eurocámara debate si considera al Grupo Wagner una organización terrorista, después de que Estados Unidos la hayan declarado hace pocos días “organización criminal transnacional”.

El protagonismo creciente de los Wagner en la guerra de Ucrania preocupa en Occidente, que asiste estupefacto a la desinhibición pública de un grupo que hasta ahora operaba de forma clandestina en la guerra de Siria y en varios países de África. El mismo Prigozhin negaba hasta hace poco tener nada que ver con Wagner, a pesar de que una investigación de Bellingcat lo había identificado como líder del grupo. Ahora, el chef de Putin se fotografía en el frente rodeado de sus mercenarios visitando tumbas de los caídos, y cuelga vídeos arengando a los reclusos de una prisión rusa para reclutarlos como soldados en Ucrania.

Edificio PMC Wagner Centre, inaugurado en San Petersburgo en octubre de 2022.

La transformación de Wagner en Ucrania

“Wagner nacen en 2013 y empiezan invadiendo Crimea en 2014, para después pasar al Donbass, donde operaban como organización privada en apoyo de los grupos separatistas pro-rusos, de forma que Rusia podía negar que sus fuerzas estuvieran implicadas directamente”, explica Pol Molas, director de la Societat d'Estudis Militars de Catalunya. Desde entonces, han participado también en la guerra de Siria, en Libia y en varios países más de África, como Malí, donde la ONU los acusa de crímenes de guerra y contra la humanidad. “Su modelo de negocio es el mismo que el de los grupos paramilitares rusos de los años 90: proporcionar seguridad a regímenes no democráticos a cambio de concesiones mineras u otros recursos naturales”, explica el analista de seguridad Jesús Pérez Triana. En Ucrania, pueden querer una parte de los recursos mineros e industriales del Donbass, dice. Ahora bien, “a pesar de ser un grupo privado, no se vende al mejor postor, sino que siempre actúa completamente alineado con los intereses del Kremlin”, añade.

El nombre de Wagner proviene del apodo que recibía su fundador, el exmilitar ruso Dmitri Utkin, y que lo había escogido porque Richard Wagner era el compositor favorito de Adolf Hitler. “Es la paradoja de los rusos que dicen luchar contra el nazismo en Ucrania, y lo hacen desde el ultranacionalismo y una ideología supremacista e incluso estética nazi”, dice. En todo caso, en todos estos países y especialmente en Ucrania, Wagner han sido “un instrumento de la política exterior rusa”, con la diferencia de que hasta ahora esta relación se escondía y se negaba. Es otra de las mutaciones provocadas por la invasión de Ucrania. Además del lujoso edificio en San Petersburgo, el grupo Wagner se registró como entidad legal el diciembre pasado, sin mencionar ninguna finalidad bélica sino como “consultora de gestión”, puesto que la ley rusa prohíbe los grupos paramilitares.

El cambio sobre el campo de batalla también ha sido notorio. “Han pasado de ser pequeños grupos de operaciones especiales, con profesionales altamente calificados, a reclutar a prisioneros y personal no cualificado que utiliza directamente como carne de cañón”, apunta Triana. Se dice que en Ucrania han llegado a tener 50.000 hombres, la mayoría de ellos prisioneros rusos. “Cogían a todo el mundo que pudiera combatir”, asegura Molas. Como prisioneros y como combatientes de un grupo privado “son bajas sacrificables por las cuales nadie pedirá cuentas al Kremlin”, añade. Con esta estrategia “han conseguido ganancias, a pesar de que minúsculas y a un coste altísimo”, como la captura de Soledar, dice Molas. “Es su forma de presentarse como los únicos que dan resultados, ante un ejército regular que es un fracaso total”, dice Triana. “Muchas imágenes los representan como monstruos sanguinarios y criminales, incluso como zombis que no paran de disparar, pero esto no quiere decir que estos mercenarios de repente ganarán la guerra”, dice Pol Bargués, del Cidob, que no cree que el Grupo Wagner “sea determinante en el conflicto”. De hecho, algunos informes apuntan a que con la estrategia de carne de cañón ya han sufrido hasta un 80% de bajas.

El jefe del grupo militar Wagner, Ievgeni Prigozhin, con Vladimir Putin, en una foto de archivo.

El poder creciente de Prigozhin, ¿una amenaza para Putin?

Pero no solo Occidente está preocupado. Las victorias de Wagner en el frente, como la captura de la ciudad minera de Soledar en el Donbass el mes pasado, han evidenciado la rivalidad entre el grupo de Prigozhin, a quien alaban constantemente los blogueros militares ultranacionalistas rusos, y el establishment militar ruso liderado por el ministro de Defensa, Serguei Shoigú, muy criticado a su vez por los fracasos en Ucrania.

Los analistas creen que fue este antagonismo justamente el que instó a Shoigú hace poco a sustituir al general al frente de la guerra para poner a alguien de su confianza, el jefe del estado mayor, Valeri Guerasimov. Relevaba al general Serguei Surovikin, que había sido nombrado hacía solo tres meses. Según Bargués, el nombramiento de Surovikin se hizo “justamente por las críticas que Putin estaba recibiendo de los grupos ultranacionalistas, más radicales incluso que Putin” y es con él que “Wagner entra mucho más en la guerra”.

Prigozhin es uno de los oligarcas del círculo cercano a Putin. Se le conoce como el chef de Putin porque su negocio de catering conseguía todos los contratos del Kremlin, pero su fortuna la ha amasado también en otros sectores. Fundó la Agencia de Investigación de Internet, la “granja de trolls” rusos responsable de campañas de desinformación y de los intentos de injerencia política en el extranjero.

Pero hay quien ve incluso una amenaza para el mismo presidente. En un artículo publicado recientemente en el New York Times, el periodista ruso exiliado Mikhail Zygar, autor de All the Kremlin’s men, retrata al líder de los mercenarios de Wagner como “el hombre que puede desafiar a Putin por el poder” y “el más probable favorito en sucederlo”.

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