Rusia pone a prueba los límites del poder europeo

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Manifestación contra Putin a Kiev el pasado 9 de enero.

El 2022 tenía que ser “el año de la defensa europea”, según el presidente del Consejo, Charles Michel. Pero la escalada militar rusa en la frontera con Ucrania amenaza con volver a dejar en evidencia las limitaciones de la Europa geopolítica. La crisis ucraniana es una amenaza real de guerra en el continente europeo, pero la Unión no acaba de encontrar su espacio en las idas y venidas diplomáticas. “Es culpa nuestra y no de los norteamericanos, si Moscú discute sobre la seguridad europea bilateralmente con los Estados Unidos”, se lamentaba el presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, Wolfgang Ischinger, hace unos días. Ante la urgencia, sin embargo, las capitales toman la iniciativa y la UE se convierte en una escenificación de estrategias e intereses muchas veces contrapuestos.

Las repúblicas bálticas -Estonia, Letonia y Lituania- han enviado misiles antitanques a Ucrania para ayudar al gobierno de Kiev. España y Dinamarca participarán en el despliegue de la OTAN en el mar Negro. El primer ministro finlandés ha estado actuando de mediador informal, entrevistándose por teléfono primero con Joe Biden y después con Vladímir Putin. A diferencia de los bálticos, Alemania, el cuarto exportador mundial de armas en 2020, ha bloqueado el envío de material militar a Ucrania mientras intenta calibrar los costes geoeconómicos de un endurecimiento de sanciones que afectara la puesta en marcha del gasoducto Norte Stream 2, que lleva gas ruso directamente hasta Alemania y que Angela Merkel nunca quiso sacrificar, a pesar de las presiones. Finalmente, en el otro extremo del eje franco-alemán, Emmanuel Macron ha levantado recelos desde Estrasburgo, insistiendo en que los europeos tienen que aprobar cuanto antes mejor las grandes líneas de su autonomía estratégica para después presentarlas a la OTAN y Moscú.

Para Macron, Rusia “es una pieza fundamental de la seguridad europea”. En cambio, desde la Alianza Atlántica los pasos adelante de la UE en defensa son una amenaza de debilitamiento para la OTAN.

La retórica de la confrontación

Nadie quiere ir a la guerra, ni en los Estados Unidos ni en la Unión Europea. Pero, en la retórica de la confrontación militar, Rusia y la Alianza Atlántica se retroalimentan. La agresividad rusa da a la OTAN una razón de ser y, a la vez, la beligerancia aliada refuerza la mirada de Vladímir Putin hacia Europa, todavía filtrada por la vieja rivalidad de la Guerra Fría. Como si no hubiera pasado el tiempo. El ministro de Asuntos Extranjeros ruso, Serguei Lavrov, declaraba hace poco que “la OTAN se ha convertido en un proyecto ideológico destinado a recuperar a los huérfanos del derrumbamiento del Pacto de Varsovia y la Unión Soviética”. Una declaración que no gustó nada al flanco más oriental de la UE. “Sr. Lavrov, no somos huérfanos de quien nos ocupó, sino un país libre de elegir nuestro futuro”, respondía un eurodiputado eslovaco en Twitter.

Pero el estilo vehemente del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, también divide a la diplomacia europea. Si unos lo perciben como un efectivo policía malo que hace su trabajo en este escenario de confrontación (Berlín), otros (París) lo acusan en privado de ser un bombero pirómano.

Cumbre de la OTAN en Madrid

El horizonte de la cumbre de la OTAN, prevista en Madrid a finales de junio, es ahora un elemento desestabilizador más en este juego de posiciones y estrategias. Sobre todo porque Rusia desafía a Europa sabiendo que, detrás, tiene el peso económico creciente de sus intercambios comerciales con China. Pronto China pasará por delante de Alemania como primer consumidor de gas ruso.

Muchas incertidumbres y pocos instrumentos para una UE que está en pleno proceso de repensar su arquitectura de seguridad. Pero en lo que sí están de acuerdo todos los europeos es en que lo que pase en Ucrania definirá una confrontación de influencias que es global.

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