Cohecho o muerte: una espiral de extorsiones se apodera del ejército ruso
Los soldados deben untar a los oficiales por los derechos más básicos si no quieren que los envíen a misiones de asalto
MoscúDesde pagar dinero a los comandantes por tener derecho a llamar a casa hasta comprar la posibilidad de abandonar la frente. A pesar de todo el mundo está en venta en el ejército ruso. Miles de documentos, a los que ha tenido acceso la radio Eco de Moscú, prueban que la corrupción y las extorsiones se han convertido, en los últimos meses, en la norma entre las tropas del Kremlin desplegadas en Ucrania.
Las primeras denuncias son de finales del 2023, cuando las hizo públicas el diarioNóvaia Gazeta Europa, tal y como recuerda en el ARA Ivan Txuviliàev, portavoz de la entidad Aneu al Bosc, que ayuda soldados rusos a desertar. "Tenemos muchas víctimas y muchas pruebas de extorsión en la frente: piden dinero para tratamientos, para vacaciones o para pasar tiempos tranquilos después de las batallas", explica.
Uno de los sobornos más habituales tiene como objetivo abandonar la primera línea. Los soldados pagan grandes sumas de dinero a cambio de ser trasladados a la retaguardia o ser eliminados de las listas de misiones. La cantidad suele oscilar entre el equivalente a 2.000 y 5.000 euros, aunque constan casos en los que se han llegado a abonar 14.000 euros por "no devolver a las posiciones anteriores".
En el día a día de las unidades militares, la extorsión se ha convertido en moneda de curso legal. Hay que untar a los superiores para obtener permisos, para poder comunicarse con la familia o para conseguir comida. También la atención médica está sujeta a pagos arbitrarios: se advierte a los familiares que, sin una compensación monetaria, los tratamientos se aplazarán, los documentos necesarios se perderán misteriosamente o no se reconocerán las discapacidades de los parientes heridos. Algunos informes de los comandantes deniegan las operaciones o, tras la intervención, reclaman un "agradecimiento". Un certificado médico puede costar entre 300 y 500 euros y el simple derecho a ser hospitalizado, entre 100 y 200.
A veces, la extorsión no es ni siquiera en beneficio del soldado. En algunas situaciones, se recauda dinero "para las necesidades de la unidad": a menudo es para drones o coches, cuyo precio asciende a miles de euros, pero a veces directamente se gastan en las pertenencias de los oficiales. Puede que, en lugar de exigir al recluta la transferencia a una cuenta corriente, se le pide que pague una selección de muebles para las oficinas de los superiores en una plataforma de comercio electrónico como Wildberries u Ozon. La familia de un militar, por ejemplo, tuvo que comprar sillas de oficina y luces para un batallón, y hubo un soldado que dio 50 euros a un comandante para que pudiera adquirir un nuevo teléfono móvil.
Represalias si no se quiere pagar
Negarse a pasar por el aro casi siempre conlleva amenazas e incluso la muerte. Hay registrados varios casos de soldados desaparecidos después de que les exigieran sobornos y no quisieran cumplir la orden. Es habitual que a las víctimas se les acuse de "abandono no autorizado de la unidad", es decir, de desertar, después de quejarse o rechazar la coacción. Algunas unidades han establecido el llamado "confinamiento solitario" en jaulas ilegales, donde se retienen los que no quieren participar en el sistema corrupto, privándoles de la comida y del derecho a las comunicaciones. También son frecuentes las palizas, humillaciones y otras medidas disciplinarias.
Estas prácticas se toleran porque las autoridades permiten manga ancha a los mandos. Después de que Vladimir Putin decretara la movilización obligatoria en otoño de 2022, que dio pie a casos de embriaguez masiva, sabotaje de órdenes y muchos objetores de conciencia, a la policía militar ya los oficiales se les permitió imponer la mano dura en nombre de la disciplina, pero esto degeneró rápidamente.
Según relata en Eco de Moscú Ivan Filippov, autor de un canal de Telegram que monitoriza el entorno probelicista, la tendencia se ha agravado especialmente en los últimos seis meses. "Esto no es ni siquiera el Far West; allí al menos había sheriffs –lamenta–. Aquí ocurre como con los señores de la guerra africanos: los soldados no tienen ningún derecho y cualquiera puede hacer con ellos lo que quiera: robarlos, tirarlos a un hoyo o matarlos". Así, asegura que, si antes era una excepción que los comandantes destinaran a misiones de asalto mortales a quienes se negaban a pagar, ahora es la regla.
Unos abusos imposibles de investigar
Además, perseguir esos abusos es casi imposible. La bloguera proguerra Anastasia Kashevarova apunta que los órganos de investigación no siempre llegan a la primera línea, donde se producen la mayoría de las violaciones de derechos, sino que se limitan a citar testigos a través de los oficiales. Y la reacción de los oficiales es enviar a todos los citados a una misión de combate. "La probabilidad de que los testigos vuelvan con vida es muy baja. Sin testigos ni participantes directos, es imposible demostrar nada", acaba diciendo.