La muerte de Gorbachov

Putin no irá al entierro de Gorbachov porque "la agenda no se lo permite"

El Kremlin tampoco elevará a funeral de estado la despedida del último presidente de la Unión Soviética

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Captura del vídeo, difòs por la agencia estatal rusa, donde se ve Vladímir Putin despidiendo Gorbatxov con un ramo de flores.

BarcelonaDesde que la noche del martes se anunció la muerte de Mijaíl Gorbachov, último presidente de la Unión Soviética y uno de los nombres más decisivos de la historia reciente de Rusia, muchos estaban expectantes para saber cómo reaccionaría el gobierno de Vladímir Putin a la hora de despedirlo. La frialdad que expresó el Kremlin durante las primeras horas -con un telegrama distante en el que lamentaba la defunción- se ha acentuado este jueves después de que desde Moscú se haya comunicado que ni Putin irá el sábado al entierro de Gorbachov, ni esta ceremonia se elevará al estatus de "funeral de estado". Las dos decisiones, con una lectura política relevante, son una muestra más del distanciamiento -o incluso ruptura- que los hombres de Putin han querido marcar con el legado de Gorbachov, el mandatario que según muchos rusos -seguramente también según Putin- fue el responsable de la humillación que supuso la caída de la URSS.

"La agenda de trabajo de Putin no le permitirá participar en la ceremonia de despedida de Gorbachov el 3 de septiembre", ha explicado el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Este jueves, sin embargo, el presidente ruso sí que ha hecho una breve visita al Hospital Clínico Central de Moscú, donde está ahora el cuerpo de Gorbachov. Putin ha dejado un ramo de flores rojas y, seguidamente, ha estado unos segundos quieto de pie mirando fijamente el cadáver. Antes de marchar, ha tocado el ataúd, ha observado la fotografía -en blanco y negro- de Gorbachov y se ha persignado.

El sábado, la ceremonia para despedir a Gorbachov se celebrará por la mañana en la Sala de Columnas de la Casa de los Sindicatos de Moscú -donde han tenido lugar otros funerales históricos, como el de Stalin-. Por la tarde, será enterrado en el cementerio de Novodévichi, en Moscú, junto a su mujer, Raísa Gorbachova. Aun así, el acto no tendrá la categoría de funeral de estado, una decisión que le niega a Gorbachov el hecho de disfrutar de una despedida con los máximos honores. Peskov, sin embargo, ha asegurado que la ceremonia "incluirá elementos estatales", una afirmación ambigua que el representante ruso no ha sabido explicar mucho más allá de apuntar que habrá "una guardia de honor" y que "el estado ayudará en la organización". De hecho, y ante los periodistas presentes en la comparecencia, Peskov ha admitido que no conocía exactamente qué tiene que incluir un funeral para considerarlo de estado y que lo tenía que "esclarecer".

Evidentemente, la realidad es que un funeral de estado tiene que contar con muchos más elementos que los que ha dicho hoy Peskov. Por ejemplo, las banderas tienen que ondear a media asta, el féretro se tiene que cubrir con la bandera nacional y otros símbolos del estado, el himno nacional tiene que sonar durante la ceremonia, los militares que participan de él tienen que llevar uniforme de gala o el ataúd tiene que ser transportado por un carro de artillería, entre otros.

Desprecio político

La postura del Kremlin, sin embargo, era bastante previsible. Con un Putin más enfrentado que nunca con Occidente, enzarzado en una guerra en Ucrania que ha vuelto a aislar a Rusia y ha hecho que se recuperara el clima de Guerra Fría, la figura de Gorbachov -que trabajó por el acercamiento y el entendimiento con Occidente- es más incómoda para el hombre fuerte del Kremlin, empeñado en recuperar el honor global que, a sus ojos, los rusos perdieron con el hundimiento de la URSS.

A menudo se dice que a los dos mandatarios rusos los unía -o más bien los separaba- una relación de amor y odio. Probablemente, el segundo concepto se había impuesto siempre de manera contundente al primero, especialmente en los últimos años. A las críticas del exmandatario -centradas sobre todo en el autoritarismo creciente y la política exterior agresiva del Kremlin de hoy- Putin contestaba con indiferencia y desprecio, casi condenando a Gorbachov al anonimato y la irrelevancia política. La postura que adopta ahora el presidente no deja de ser un paso más en este proceso de obviar uno de los nombres más relevantes -y decisivos- de la historia política del siglo XX.

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