El Hospital de Cartón de Capdella, de cámara de malos aseos a monumento histórico

El Museo Hidroeléctrico de Capdella prepara para el año 2026 la recuperación de este equipamiento único y centenario, un proyecto participado por los vecinos de la Vall Fosca

El hospital en 2015 antes de empezar su revalorización
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Torre de CapdellaTodo empezó hace cerca de diez años cuando la arquitecta Sígrid Remacha estaba cursando un máster de restauración y rehabilitación en el País Vasco y había decidido realizar un trabajo sobre las oficinas de la antigua central hidroeléctrica de Capdella (en la Vall Fosca). Eran pequeñas casas de madera que, con el paso del tiempo, se convirtieron también en alojamientos para los trabajadores de la zona.

Durante las primeras reuniones con la directora del Museo Hidroeléctrico, Eva Perisé, la joven arquitecta oyó hablar de que en la central también había un pequeño hospital en un estado bastante deteriorado. Muy pocos, ni siquiera los responsables del museo, sabían gran cosa de ese edificio que estaba hecho casi en su totalidad de cartón. No era nuevo que a principios del siglo XX se hicieran este tipo de construcciones, sobre todo en Europa, la mayoría pensadas para atender temporalmente a las oleadas migratorias o atender damnificados de los conflictos bélicos de la época. Lo que sí es extraño es que el hospital de aquella central hidroeléctrica del medio de los Pirineos soportara los avatares de la historia y las inclemencias meteorológicas y aún hoy se mantenga de pie (aunque de forma muy deteriorada).

"Comenté este hecho a mi tutor y recondujemos completamente el trabajo", recuerda Remacha. Desde entonces, el hospital fue el centro de sus investigaciones. La clave que hizo girar la cerradura de forma definitiva fue el descubrimiento de una placa de la empresa alemana Christoph & Unmack, referente del siglo XX en la construcción de edificios prefabricados, que la confirmaba como suministradora del hospital. Esa noticia lo desató todo. Un proceso lento que ha terminado con la formación de un amplio equipo multidisciplinar de especialistas formado, entre otros, por Marta Freixa, Cari de la Peña, Anna Pastor, Mercè Gual, Violant Bonet, Josep Bunyesc y también Sígrid Remacha, que han convertido esta construcción en un objetivo a recuperar y museizar.

Restauradores y conservadores durante una intervención en 2024.

Después de unos primeros trabajos de consolidación que se han ido ejecutando últimamente para evitar la degradación total del viejo hospital, el Museo está ultimando ahora la redacción de una memoria exhaustiva que permitirá valorar definitivamente el coste de su restauración completa, que debería ejecutarse en el año 2026. Aún se desconocen los fondos públicos que se utiliza; todo dependerá de cuál será la cifra final, pero la voluntad firme es empezar el trabajo el próximo año.

La restauración consistirá primero en arreglar aquellas partes de cartón que están en mejor estado y, posteriormente, incorporar material nuevo en las zonas más deterioradas. Restauradores, conservadores y arquitectos están trabajando conjuntamente en la elaboración de esta memoria que permitirá, por último, la incorporación del hospital como elemento visitable en el conjunto del Museo. Actualmente, el hospital está cerrado al público y tan escondido que ni siquiera puede observarse desde la distancia.

Un taller de participación ciudadana organizado en el hospital.

Un futuro participado

El Museo Hidroeléctrico de Capdella encargó un plan de gestión al asesor de la Unesco Joan Reguant para comprender cuál es la mejor manera de ordenar todo su patrimonio, incluido el hospital. Pero, paralelamente, la entidad decidió hace unos años impulsar un proceso participativo (todavía en activo) entre todos los vecinos y entidades de Vall Fosca para consensuar el futuro del antiguo hospital. A través de múltiples sesiones informativas anuales, la gente de la zona ha podido entender el alcance histórico y arquitectónico del edificio y valorar con mayor conocimiento cuál es su mejor futuro. "El uso variará algo en función de las necesidades de la gente, pero, básicamente, parece que todo apunta en dos direcciones", adelanta Eva Perisé. La primera es que sea obviamente un espacio visitable, en el que se pueda realizar alguna actividad, como el de una exposición. Y la segunda sería convertir al hospital en un tipo de escultura, como un monumento único en el mundo, en el que se hagan visitas y se difundan temas vinculados con la arquitectura, la sanidad y, obviamente, la historia.

A través del ritmo marcado por un núcleo duro formado por un puñado de vecinos, el proceso de participación ha contado con la implicación de cientos de personas.

Avatares de la historia

Exterior del hospital en 1913.

En 1911 se fundaron en Cataluña dos grandes empresas: Riegos y Fuerzas del Ebro (más conocida como La Canadiense) y Energía Eléctrica de Cataluña (EEC). Esta última, a pesar de ser de capital extranjero, tiene su origen en Emili Riu i Periquet, un vecino de Sort y diputado en el Congreso por el Partido Liberal por la circunscripción de Sort-Vielha. Fue un defensor acérrimo de la modernización de su zona, que se encontraba en ese momento inmersa en una grave crisis económica y en una situación de gran aislamiento. En uno de sus viajes por la Vall Fosca, Emili Riu reconoció en este territorio el gran potencial que tenía para generar energía eléctrica gracias a sus desniveles. A finales de 1911, se iniciaron las obras en la Central de Capdella. La construcción del complejo se llevó a cabo en un tiempo récord, 23 meses, gracias a la mano de obra de 4.000 trabajadores venidos de todo el Estado español.

Su competencia con La Canadiense obligaba a levantar la central lo más rápidamente posible, por lo que recurrieron a medidas constructivas que lo permitieran. La mayoría de los edificios de la central, como la escuela, los alojamientos y el hotel se realizaron mayoritariamente con materiales prefabricados que llegaban a la colonia listo para ser colocados.

Y entre estas construcciones figura el hospital de cartón construido por Christoph & Unmack. Esta empresa alemana fue la más importante de Europa en este tipo de edificios prefabricados a principios del siglo XX. Eran tiempos en los que se buscaban edificios transportables, de fácil y económica construcción, que fueran una solución para los tiempos de guerra, como cuarteles y hospitales militares, pero también para los tiempos de paz, con la construcción de escuelas y viviendas.

El edificio de Christoph & Unmack fue construido como hospital en los primeros años de las obras de la Central de Capdella, y corresponde a un modelo económico, de colocación fácil y durabilidad alta. Consta de un entramado de madera de cinco centímetros de grosor, donde hacen de pared unos paneles prefabricados de cartón de un metro con dos centímetros de grosor, resistentes a la intemperie gracias a un tratamiento específico con pinturas y barnices. El tejado está hecho con los mismos materiales, madera y cartón, cubierto con tejas de fibrocemento. A lo largo del tejado se distribuyen unas claraboyas para proporcionar luz y generar la ventilación del interior. El hospital consta de dos alas diferenciadas entre sí. Una estaba destinada a la atención y cuidado de enfermos, mientras que la otra estaba pensada para pequeñas intervenciones y cirugía en general. Ambas alas quedan separadas por la cocina y los servicios.

Algunas evidencias indican que en 1913 el hospital ya debía de estar construido y operativo y cubría las necesidades médicas que podían surgir en las obras de construcción o en la vida cotidiana de la colonia. Para casos graves de salud o de intervención quirúrgica, los pacientes se trasladaban a centros hospitalarios mayores, como el de La Pobla de Segur.

Interior del hospital de cartón cuando estaba operativo.

Abandono y degradación

El hospital estuvo, al menos, diez años a pleno rendimiento. El médico y los enfermeros eran contratados directamente por la empresa hidroeléctrica. Con la mejora de las comunicaciones a mediados de la década de los veinte, la atención médica no fue tan necesaria en la central y se podían trasladar a los pacientes más fácilmente. Durante la Guerra Civil, y sobre todo después con la presencia de los maquis en el Pirineo, el hospital se convirtió en un cuartel de la Guardia Civil, donde vivieron los militares, y en los años ochenta fue incluso un comedor de la empresa Fecsa que asumía los trabajos de la Reversible de Sallente. Posteriormente, cayó en desuso y hasta el año 2018 se utilizó como almacén de malos aseos por parte de los vecinos.

Este mal uso ha derivado en alguna modificación arquitectónica, pero también muy posiblemente ha sido la causa de que se haya mantenido de pie durante más de un siglo. "Sorprende como un edificio prefabricado, construido tan sólo con un entramado de madera y paneles de cartón, ha podido resistir las adversidades climatológicas propias de un clima de alta montaña, añadidas al abandono y al deterioro propio del paso de los años", argumenta Sígrid Remacha.

El edificio es, en cualquier caso, un elemento único en Europa, que tiene importancia histórica no sólo por lo que significó en la construcción de la Central de Capdella, sino también por la historia asociada a la empresa constructora. Se cuenta ya con documentos de expertos de reconocido prestigio sobre el tema, en los que se constata que se trata del único edificio de la compañía hecho con paneles de cartón prefabricados que todavía se conserva, por lo que se ha convertido en un icono de la arquitectura industrial prefabricada.

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