13/11/2025
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BarcelonaHace cuarenta años, la noche del 13 de noviembre de 1985, Colombia vivió una de sus mayores tragedias: la erupción del volcán Nevado del Ruiz. Tras casi siete décadas de inactividad, el volcán despertó y, pese a las advertencias de los científicos, el país no estaba preparado para la catástrofe. Un alud de barro y rocas –bajando desde 5.000 metros sobre el nivel del mar– sepultó la ciudad de Armero, en el departamento de Tolima, la borró del mapa y causó la muerte de más de 23.000 personas. Esa noche, el rostro de Omaira Sánchez, una niña de 13 años que quedó atrapada en el barro, se convirtió en el símbolo mundial del dolor y de la impotencia frente a la naturaleza. Omaira acabó muriendo, rodeada de los servicios de emergencia, impotentes al ver que no podían salvarle la vida. Sus palabras de despedida, amor y esperanza en Informe semanal, de TVE, impactaron a toda una generación a la que el recuerdo de su mirada intensa sigue interpelando.

Omaira Sánchez
Fragilidad ante la naturaleza
Hoy, cuarenta años después de la tragedia del Nevado del Ruiz, la tumba de Omaira Sánchez, que se encuentra en el cementerio del antiguo municipio de Armero (Tolima, Colombia), se ha convertido en un punto de peregrinación y memoria colectiva. Según los medios, cada año miles de visitantes llegan para dejar flores, velas y notas de gratitud o búsquedas de “milagros”, otorgándole a Omaira un papel casi simbólico de patrona del dolor y de la esperanza.
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