El martes por la noche, TV3 emitió el programa especial Atrapados por la pantalla, uno talk show riguroso pero ameno para concienciarnos sobre cómo la adicción a los artilugios tecnológicos está transformando nuestros cerebros y nuestra forma de comunicarnos, especialmente con las generaciones más jóvenes, que han crecido con todos estos aparatos casi como coeducadores familiares.
Desconcertaba un poco ver el programa enmarcado dentro del Sin ficción, asociado al documental. Este revoltijo que han hecho también con el híbrido de las Noches sin ficción ha acabado deconstruyendo una etiqueta que la audiencia identificaba con un género que la cadena puso en valor y que, una vez consolidado, sirve de cajón de sastre. Como televisión pública, TV3 puede permitirse los especiales que quiera o, incluso, hacerlos periódicos sin necesidad de cobijarse en el Sin ficción. Parece que todo lo que no sea entretenimiento, ficción y humor deba quedar encasillado en un único día de emisión como una excepción.
Atrapados por la pantalla fue un especial excelente y necesario. En cuanto al uso de las pantallas, la diferencia abismal que existe entre las recomendaciones científicas y pedagógicas y el uso que la sociedad está haciendo es tan grande, que resultaba muy goloso: todos, jóvenes y adultos, nos reconocemos en la forma en que nos han abducido los dispositivos electrónicos. Todos nos sentimos, en parte, responsables. La selección de invitados fue magnífica, tanto por su experiencia como por su capacidad para comunicar. Fue impactante la directora de una guardería que explicó que criaturas menores de tres años ya tienen síntomas inquietantes de adicción a las pantallas. El psicólogo Fran Villar, la doctora experta en IA Ariadna Font y el doctor David Bueno, entre otros, ofrecieron, desde distintas perspectivas, unos conocimientos reveladores que nos obligaban a la autocrítica. Es un privilegio contar con la entrevista en el neurocientífico Michel Desmurget, que demostraba ambición periodística. Las crónicas de Isabel Galí y Lídia Heredia desde Francia y Nueva York demostraron que se trata de un problema global. Y la prueba de actividad cerebral en el mismo plató con el gorro que identificaba la actividad neuronal fue definitiva. Atrapados por la pantalla fue un programa exhaustivo, muy bien estructurado y conducido de forma impecable por Agnès Marquès en las entrevistas a los especialistas y por Josep Palau interactuando con los testigos. La habilidad comunicativa del periodista resultó providencial a la hora de construir un clima distendido, conectar con el talante adolescente y familiar y ameno el experimento de mantenerlos una semana alejados del móvil. La parte del reportaje que ponía la lupa en la gestión familiar de la adicción en las pantallas fue divertida, oportuna y muy demostrativa porque servía de espejo para buena parte de la audiencia. La realización también fue esmerada, y buscaba las reacciones y conexiones entre progenitores e hijos en el plató.
Un programa a la altura de una buena televisión pública. Ojalá que noches como ésta no fueran tan excepcionales en la cadena.