La apuesta por las series británicas ha sido la decisión más acertada de TV3 de cara a la programación de este verano. Las tardes televisivas han sido de una placidez necesaria para las vacaciones. Producciones de prestigio que hacen que el espectador no se sienta abandonado en unos meses que a menudo quedan relegados a unas emisiones anodinas y que despiertan poco interés.
Downton Abbey marca las diferencias por su ambición dramática y la capacidad para contar la historia de Inglaterra a partir de los conflictos que ocurren en la enorme mansión de los condes de Grantham, tanto en las plantas nobles como en el sótano con el personal de servicio. Sin embargo, junto con Los Durrell y Todas las criaturas grandes y pequeñas son ficciones que confirman que los británicos son los mejores a la hora de construir un relato sobre su propio talante.
A pesar de la diferencia de argumentos y personajes, las tres series de época tienen aspectos en común que las hacen televisivamente muy efectivas. Son producciones esmeradas, con una buena dirección artística, diálogos inteligentes y llenos de ingenio, un sentido del humor refinado, exigencia por el detalle, magníficos elencos e interpretaciones de un gran nivel. Verlas en versión original evidencia la preocupación por la dicción y la lengua. Y el doblaje al catalán es espléndido.
Más allá de eso, las tres series juegan con la nostalgia como ingrediente esencial para atrapar al espectador. Representan un viaje a los años 20, 30 o 40 de forma cálida y amable. La emotividad bien gestionada es otro aspecto crucial en lo que se refiere al guion. En todos los casos, la audiencia acaba amando a los protagonistas. La fórmula coral es una garantía, porque diversifica las tramas, las hace transversales generacionalmente, potenciando la idea de comunidad, ya sea a través del concepto de familia en el sentido más tradicional o a partir de la amistad. También se nos presentan entornos idílicos. En Yorkshire o en Corfú, los paisajes contribuyen a la fascinación del espectador. La tradición y las convenciones sociales o, precisamente, la ruptura de estas normas facilitan los conflictos y permiten hacer evolucionar a los personajes. Los contrastes son básicos. En Downton Abbey se juega con el abismo entre la vida aristocrática y el personal de servicio. En Los Durrell, con el choque cultural entre la rigidez inglesa y la vida relajada de una isla griega. En Todas las criaturas grandes y pequeñas, el diálogo entre el mundo rural y el urbano, la pequeña comunidad cerrada y la llegada de un forastero que intenta integrarse.
Y, en cualquier caso, las tres series plantean temas universales: el amor, la convivencia, la dificultad ante los cambios, el paso del tiempo, el miedo al rechazo o no ser aceptado y las transformaciones sociales. Todos somos partícipes de estas emociones. Y, seguramente, los cambios de ritmos y rutinas del verano son un buen momento para pensar en ello y disfrutarlo.