'Sala polivalente'.
Periodista i crítica de televisió
2 min

Calórica se ha consolidado como una de las compañías teatrales más prestigiosas y exitosas del país. Con un sello propio, han hecho de la comedia una herramienta para crear un teatro ambicioso, muy trabajado, con discurso, compromiso político y mirada social. Esta combinación inteligente y desgarradora les ha permitido llenar salas y colgar el cartel de localidades agotadas. Es lógico que su repercusión les haya llevado a la televisión. La plataforma 3Cat acaba de estrenar su primera serie, Sala polivalente, una comedia de seis capítulos de veinte minutos que se desarrolla en una sala de un centro cívico donde se realizan diferentes actividades. Cada episodio es una historia independiente: un taller de técnicas de supervivencia, unas clases de voguing, una ludoteca para familias con niños, un taller de cerámica o una reunión de fans de unos dibujos animados son algunas de las situaciones que provocan el encuentro de personas anónimas, muy diferentes entre sí, que deben convivir en un mismo espacio. Éste es el detonante de circunstancias insólitas que permiten abordar cuestiones de actualidad como la soledad, la agresividad, los prejuicios, la intolerancia, las injusticias o los miedos a partir de planteamientos muy cotidianos. El más personal se convierte en universal.

En TV3 son varios los ejemplos en los que las compañías de teatro más relevantes han podido desarrollar proyectos destacables en la historia de la cadena. La Cubana con Teresina SA, las T de Teatre con Jet lag y Dagoll Dagom con ¡Oh, Europa!, ¡Oh, España! o La memoria de los Caracoles, entre otros. Sin embargo, teatro y televisión son géneros diferentes, con lenguajes propios, y no está garantizado que el éxito en los escenarios se pueda trasladar a unos buenos resultados en la pantalla.

Para disfrutar de Sala polivalente es clave que el espectador conecte con un tipo de humor muy concreto. Éste es el primer paso. Por otra parte, cuesta entrar en esta ficción porque exige al espectador aceptar cierta artificialidad narrativa, una impostura un punto histriónica, que no es fácil. Se debe renunciar a unos códigos de verosimilitud a los que la audiencia no siempre está dispuesta a renunciar. Porque el pacto y los vínculos que se establecen entre el público y lo que ocurre en un escenario no son los mismos que se tejen entre el espectador y lo que ve en la pantalla. Por otra parte, el registro teatral y el potencial de La Calòrica quedan muy limitados televisivamente en esta serie. Es como si el proyecto quedara a medias. Como si su discurso, su talento a la hora de profundizar en la idea central, su capacidad incisiva, en Sala polivalente quedaran descabezados, como si no pudieran acabar de desarrollarse, tanto en lo referente al mensaje como a la interpretación. El resultado es una comedieta más bien absurda e inverosímil, fácilmente olvidable, muy baladí, que ni impacta, ni conmueve, ni invita a reflexionar sobre nada en concreto. Aunque puede parecerlo, la televisión no es, precisamente, el espacio polivalente que muchos le atribuyen.

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