Divulgación sí, infantilización no

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'De la cuchara a la ciudad', la nueva serie divulgativa del 3cat.

La plataforma 3Cat ha estrenado una serie divulgativa sobre diseño con un título ingenioso: De la cuchara a la ciudad. Es en homenaje a la frase del arquitecto Max Bill, quien consideraba que “un buen diseñador debería ser capaz de crear desde una cuchara hasta una ciudad”. De la mano de la ilustradora Júlia Solans, el espectador se adentra en este mundo para descubrir las mejores creaciones de grandes diseñadores.

Son diez capítulos que sirven para recorrer la historia del diseño y comprobar cómo las necesidades sociales, la industria y la economía influyen en las ideas y forma de los objetos. Cada episodio se centra en una obra concreta: el interruptor Ibiza de André Ricard, la aceitera de Rafael Marquina, el taburete Manolito de Marc Morro, el pabellón Mies Van der Rohe y el plato Zigzag de Luki Huber, entre otros. Cada una de estas creaciones lleva a reflexionar sobre aspectos vinculados con el diseño: las copias e imitaciones, la relación entre la forma y la función, la posibilidad de reinventarse, la invisibilidad de determinados diseños, la experiencia a través del uso del objeto... Desde el punto de vista del contenido, De la cuchara a la ciudad es un programa bien pensado y estructurado, realizado desde una clara vocación divulgativa, que incorpora la sensibilidad por el diseño desde el punto de vista visual; es hermoso y cuida de los detalles. Y transmite el entusiasmo de la presentadora, con expertos y testigos bien escogidos, así como con la selección de objetos propuestos. Sin duda, el Disseny Hub Barcelona es clave a la hora de ofrecer material y contexto.

Ahora bien, existe un aspecto del programa que resulta desconcertante, y es la actitud narrativa que se ha escogido para explicar el programa . La ilustradora Júlia Solans comunica muy bien y domina la materia. Pero todo nos lo explica como si los espectadores fuéramos niños pequeños o cortitos de gamberros, como si nuestra capacidad de comprensión fuera limitada. Y es tan exagerado que, en algunos momentos, De la cuchara a la ciudad tiene el tono propio de los contenidos infantiles de la plataforma. Ni elInfoK resulta tan pueril. La actitud narrativa es del todo equivocada porque no acaba de entenderse a qué tipo de público se dirigen. Y sorprende que ese aspecto no se corrigiera en la supervisión de un episodio piloto. Se entiende que los contenidos culturales son transversales. Y que la divulgación debe realizarse desde una voluntad popular y asequible. Ahora bien, confundir el espíritu pedagógico con un talante explicativo infantil y chispas de humor apaleado es incomprensible. La presentadora abusa a menudo de una teatralidad de profesora de preescolar chocante. Nos encontramos con una temática que pide cierta madurez en contraste con una narrativa con sobredosis de simpatía impostada que acaba por saturar al espectador, que se siente tratado como una criatura. Es una lástima: De la cuchara a la ciudad es un programa que podría ser interesantísimo, pero ese planteamiento infantiloide convierte la propuesta televisiva en quiebra.

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