Una de las series de mayor éxito en Netflix esta semana es Victoria Beckham, una docuserie sobre la diseñadora de moda que formó parte de uno de los grupos musicales más populares de los noventa, las Spice Girls. A lo largo de las décadas, su matrimonio con David Beckham le ha garantizado una continuidad mediática muy perseguida por los fotógrafos. En 2023, la serie documental Beckham de Neftlix, centrada sobre todo en la vida del futbolista, evidenció que las escenas en las que participaba Victoria se convirtieron en virales y se aprovecharon para promocionar la producción. La frivolidad de ella mezclada con una especie de falsa inocencia provocaban una sutil comicidad en el matrimonio más posh. Dos años después, la plataforma ha querido acabar de sacarle partido al personaje secundario convirtiéndolo en protagonista. En estos tres capítulos ya no se habla de las infidelidades de su marido, porque pasó ya la penitencia con la producción anterior. La serie recorre su trayectoria personal y profesional alternándolo con la cuenta atrás de su desfile de su nueva colección en la Paris Fashion Week.
Victoria Beckham puede provocar curiosidad y perplejidad, rechazo e indulgencia. Pese a los extraordinarios privilegios que la han acompañado en los últimos treinta años de su vida, la diseñadora tiene el don de presentarse siempre como una víctima: de la industria cultural, del fervor mediático, de los juicios de la prensa y de la élite del mundo de la moda. Ella fue la menospreciada en la escuela, la que no encajaba en el escenario, la esposa permanentemente incomprendida, la figura escrutada y la nunca lo suficientemente valorada. Sostiene siempre un relato vinculado al lamento. No le falta parte de razón como personaje situado en el epicentro de un negocio del entretenimiento machista y sin escrúpulos.
Dirigida por Nadia Hallgren, esta miniserie documental también juega, como tantas otras, a explotar la intimidad de grandes estrellas buscando las fisuras que las humanicen. Después de décadas intentando potenciar una idea de máxima perfección, sobre todo a través de su cuerpo, ahora es necesario explorar su vulnerabilidad para justificarse. El cuerpo de Victoria Beckham pasa de ser un maniquí en un espacio de conflicto interior. También un campo de batalla contra sí misma: un espacio de control y privación de las expresiones faciales, las emociones, la ingesta de alimentos, las inseguridades y las lágrimas. Una persona regida siempre por los códigos: familiares, de la estética, de la elegancia, de la cosmética, de la imagen pública y de la moda. La gran protagonista es una escultura de mármol, dureza y fragilidad a la vez, que intenta mostrarse y contenerse a la vez, en medio de una maquinaria que siente que le es hostil.
Victoria Beckham contribuye a esta narrativa de autoconstrucción y culmina esta gran obra constante de esculpir su identidad. La miniserie es un artefacto de propaganda y marketing indiscutible en el que el cuerpo de ella sigue siendo el sello distintivo.