Entrevista

Laura Escanes: "Me gusta mucho superarme a mí misma y a los demás, me gusta ganar"

'Influencer' y presentadora de 'La travessa'

Laura Escanes, en las instalaciones de TV3
10 min

BarcelonaEs el ariete con el que la Corporació busca conectar con un público joven y que probablemente no ha sintonizado antes con el canal público catalán. El reality que presenta, La travessa, ha sido uno de los programas más vistos de la nueva plataforma 3Cat –según afirma el ente público, aunque no da datos de consumo–, y Laura Escanes ha sido también la escogida para presentar las campanadas de este año, junto a Miki Núñez. Este lunes el Teatre Victòria acoge un acto festivo para celebrar el estreno, cuatro días después, del final de este concurso rodado en los Pirineos, que suma cerca de cinco millones de reproducciones en las redes sociales con sus clips.

¿Cómo valoras tu debut en TV3?

— Estoy muy contenta con el recibimiento. Había nervios, porque las críticas me ponen nerviosa, pero al mismo tiempo también tenía ganas de ver qué feedback recibía, y está siendo bueno. Me gusta que el programa haya atrapado a tanta gente: es la recompensa por este mes de grabación. He recibido muchos comentarios de seguidores y mensajes de fuera de Catalunya explicándome que están enganchados, y también del público de TV3 de siempre, que se nota que está pendiente de cuándo sale cada capítulo y que lo sigue con intensidad.

¿Esta travesía por los Pirineos ha sido una excursión profesional o te planteas iniciar una carrera como presentadora?

— No pienso mucho en el futuro: soy más de ir viendo proyecto a proyecto. Pero no descarto seguir, porque me ha encantado la experiencia y el mundo de la comunicación me gusta. Supongo que también hay una parte de mí que no quiere dedicarse solo a las redes, por lo de pensar en el futuro y en la estabilidad. Como no sé si Instagram seguirá o no en unos años, quizás aquí tengo un camino que puedo seguir, un lugar para ir descubriendo y probando cosas.

¿Cuál sería tu programa ideal?

— Ahora mismo te digo La travessa, no me imagino haciendo otra cosa.

Pero si te dieran un cheque en blanco...

— Estar en un plató me llama la atención, también. Allí todo está mucho más controlado: hay un orden, una logística... Sin embargo, si estás al aire libre depende de la montaña, del tiempo, de mil factores, y entonces tienes este punto de adrenalina, de tener que hacerlo sí o sí, porque allí no tienes otra opción. Pero si me haces decir otro proyecto... No, no lo digo, que después estas cosas se cumplen, ¡y no me atrevo!

¿Y ficción?

— ¡Eso sí que no! [Ríe] Soy muy mala actuando.

Si tuvieras que participar tú en una travesía así, por parejas, ¿quién sería tu acompañante?

— Mi hermano me dijo: si la hicieras tú, iríamos juntos. ¡Y mira que yo con mi hermano no me veía! Pero después de ver a todas las parejas y las combinaciones de padres e hijas, de hermanas, de dos exs... pues quizás sí que es una manera de unirse más. Por eso me la imagino con mi hermano, justamente, para unirnos un poco más.

¿Qué crees que aportarías en una aventura así?

— He descubierto que soy muy competitiva. Me gusta mucho superarme a mí misma y a los demás, me gusta ganar. Pero sobre todo para superarme. Me gusta esto de creer que no puedes hacer algo y al final demostrarte a ti mismo que sí podías. Creo que es muy importante tenerlo claro, y a mi hermano le vendría muy bien, si fuéramos un team.

¿Hay prejuicios contra las influencers cuando asumen trabajos de comunicación o de interpretación?

— Hay un punto que les entiendo. Yo misma no puedo negar que hay gente mucho más preparada que yo para hacer algunas cosas, pero otras sí puedo aportar. Si no fuera el caso, no me habrían escogido para La travessa. Pero entiendo y respeto las críticas. Ahora bien, lo que haré entonces es nutrirme de todo lo que pueda y rodearme de gente que sepa para hacerlo lo mejor posible y darlo todo. Si pensara que ya lo tengo todo hecho y que no tengo que aprender nada, me parecería muy poco profesional y de mal gusto. ¡Pero no es el caso!

Justo cuando se presentó La travessa anunciaste que suspendías la actividad en las redes temporalmente, para cuidarte. ¿Cómo estás ahora?

— Estoy bien, estoy muy bien. Intento disfrutar de todos los proyectos profesionales, que es una forma de crecer a nivel personal. Tengo 27 años y estoy haciendo cosas que nunca en mi vida habría imaginado. O lo veía como un sueño de aquellos de pequeña: “¡Ojalá un día pueda presentar un programa!” Estoy aprendiendo a mirar el presente y disfrutar de verdad. Es cierto que las redes sociales, con sus críticas y comentarios, hacen que a menudo no puedas disfrutarlo porque tienes un pensamiento negativo dentro que hace que te acabes creyendo todo lo que sientes.

¿Algún otro sueño de adolescente?

— ¡Las campanadas!

¿De verdad?

— Era típico, ¿no? A todos los que nos dedicamos un poco a las redes, o que nos gusta el mundo de la tele, presentar las campanadas nos llama la atención. Por eso digo que cuando de verdad crees en algo, o te gusta mucho, y entonces focalizas tu energía y la ves en tu futuro... pues cuidado con lo que deseas, que a veces se cumple.

¿Ser influencer es una profesión o un accidente?

— Fue un accidente y ahora es una profesión. Es mi trabajo y prácticamente todos mis ingresos dependen de lo que hago en las redes. Pero es verdad que llegué un poco por accidente, y tampoco sabía cómo se hacía al principio. Nadie nos ha enseñado, ni tengo ningún referente que se dedique a las redes para saber hacia dónde tenemos que ir. Hemos ido aprendiendo con Ari, con mi equipo, poco a poco.

¿Cuántas personas trabajan para ti?

— Realmente, en el día a día, somos Ari y yo. Ella es mi representante y mi mejor amiga. Lleva toda la gestión con las marcas, el día a día, briefings, presupuestos... Es la parte más fea, que no se ve, pero esta parte de oficina es muy importante. Y después hay fotógrafos y maquillaje, pero no en el día a día.

¿Cuál es tu rutina de trabajo?

— ¡Ojalá tuviera una rutina, pienso a veces! Depende mucho de lo que esté haciendo en cada momento. Es verdad que trabajo mucho desde Madrid, pero nunca desde el mismo sitio. Hay días que tengo rodajes para una revista, una marca, una colección que hemos hecho... Y otros días desde casa, porque me han enviado el producto. Pero me gusta eso de no saber qué vas a hacer el próximo mes, o dónde estarás el año que viene. Hace que no me relaje. Voy pensando que tengo que hacer esto o aquello, que tengo que reinventarme, que no puedo acomodarme... Es que no se sabe cuándo puede acabar. De repente alguien está más de moda y quizás a ti ya no te llaman tanto. No me planteo estar relajada.

Parece muy presente en ti esta incertidumbre sobre el futuro. Pero eres un nombre muy consolidado, con cerca de dos millones de seguidores... ¿Es como crees que va a evolucionar tu sector o emana de una inseguridad vital íntima?

— Puede ser una mezcla de las dos cosas. Mi trabajo es muy nuevo y puede evolucionar de cualquier manera, hacia bien o hacia mal. Es verdad que estamos en un momento muy bueno: compañeras mías han hecho documentales o podcasts, y yo misma me estoy abriendo al mundo de la televisión más convencional. Pero puede que un día te despiertes, Instagram cierre y entonces... ¿qué haces?

Una parte importante de vivir de las redes es mostrar siempre la vertiente más luminosa de uno mismo, una vida ideal. Debe de tener una cara B, eso.

— Todos intentamos publicar el mejor momento. Alguien que no tiene millones de seguidores también publicará su viaje con la familia, con la pareja o con la mejor amiga. Pero es verdad que en los momentos complicados es mucho más difícil, sobre todo por la opinión que recibes de toda la gente que te sigue. Y porque seguramente tú no estás listo para hablar de según qué cosas. Esto debería entenderse y respetarse. Publico muchas cosas en Instagram, pero eso no es la vida real. "¡Oh, es que no publicas las cosas malas!" ¡Evidentemente que no! Si yo decido que algunas cosas se las explico a mi padre y a mi madre no, por ejemplo, ¿cómo tengo que explicarlo todo?

Laura Escanas

Estudiaste periodismo, pero hablas poco de actualidad y no sé si es porque no te interesa especialmente o porque en las redes este tipo de contenido no se estila.

— He aprendido a pronunciarme solo sobre las cosas que conozco y de las que estoy segura. Si creo que me falta información, sé que la voy a cagar. Cuando me dicen “Tienes que pronunciarte al respecto”, les digo que no soy experta en el tema y que llamen a alguien que lo sea. He aprendido a hacer esto, porque es verdad que te ponen un peso encima para que opines sobre cada polémica. Ahora bien, en algunos temas sí que me pronuncio: las cosas que siento son las que siento y eso nadie puede negárselo. Pero es cierto que la gente tiene miedo a la cancelación: ¡es tan fácil que te cancelen por un titular sacado de contexto...!

¿Compartes tú ese miedo?

— Sí, puedo entenderlo. Yo soy muy impulsiva. Cuando siento algo lo digo, y si después tengo que pedir perdón, pido perdón y no pasa nada. Pero, claro, después no se le da importancia: si la cagas, el titular es la cagada. En cambio, cuando pidas perdón, nunca será titular.

Por tanto, y te prometo que no irá a ningún titular, ¿si te pregunto que valores el pacto de Sánchez con Junts...?

— Pasapalabra.

Probemos otra cuestión, esta no de partidos: el feminismo está dividido entre quien considera que una mujer es solo quien ha nacido biológicamente como tal y quien cuenta también las que se sienten y se identifican con ello, al margen del su ADN.

— Pasapalabra.

Sigamos. En tu caso, que has sido madre joven, ser influencer conlleva velar por la intimidad de la pequeña Roma, que tiene cuatro años. ¿Empiezas a explicarle en qué consiste tu trabajo?

— El otro día estábamos en casa celebrando la Castanyada y Halloween y vinieron a hacernos truco o trato todos los vecinos de la comunidad. Cuando ya estábamos marchándonos, una niña me dice: "Ay, te vi en la tele". Y Roma miró extrañada y dijo: "¿La conoces?" Es gracioso, porque lo va relacionando. Mi padre trabaja en la tele, mi madre trabaja en la tele... Debe de pensar que es la normalidad de todas las familias. Tampoco quiero contárselo como algo superextraordinario. Sencillamente, es nuestra realidad.

Todavía te quedan varios años para que empiece a pedir un móvil, pero ¿a qué edad crees que la dejarás entrar en las redes sociales?

— [Resopla] No lo sé, supongo que depende un poco de todo el entorno. Si toda la clase y las amigas llega un momento de presión que todas tienen móvil... será inevitable. Pero debería controlarse muchísimo más. A mí me da mucho miedo. Yo tuve móvil ya de pequeña porque me tocaba ir de inglés a extraescolar y cogía el tren sola. Y esto dio a mis padres mucha tranquilidad. Si se utiliza bien, da tranquilidad y puede ayudar muchísimo.

Y si en unos años quisiera ser influencer, ¿cómo reaccionarías?

— ¡Uf...! [Ríe.] Yo desearía que no llegara ese momento, pero evidentemente es su vida. Si tiene que equivocarse, que se equivoque. Y si tengo que estar acompañando, la acompañaré. No puedo hacer que ella viva una vida según lo que crea yo: debe vivir la suya y yo le voy a dar la mano con mis consejos para que pueda alcanzar lo que la haga realmente feliz.

¿Pero tú estás contenta de tu carrera?

— Sí, yo estoy contenta. Hay momentos duros pero es muy importante saber de quién estás rodeado. Para mí es también muy importante la terapia y haberlo dejado en ciertos momentos más polémicos. Y recordar que no es la vida real, como decía. No puedo dejar que ellos me definan. Lo que dicen de mí no me define.

¿Cómo llevas la presión estética? Antes de empezar, por ejemplo, preguntabas si podíamos filmarte encuadrando tu perfil bueno. Y recientemente has tenido que salir al paso para decir: "No, no estoy embarazada".

— Las redes sociales son al final muy superficiales. Por un lado está este punto de querer vernos perfectos y, a la vez, cuando nos ven demasiado perfectos, nos acusan de no estar mostrando la realidad. Es un equilibrio complicado: demostrar que al final somos personas normales, con nuestros mejores días cuando nos ponemos de gala, pero también con otros que estamos como todo el mundo cuando está en el sofá de casa un domingo porque no quiere salir de casa. Ahora lo llevo bien, pero de más joven no era el caso.

Debe de ser un mundo muy competitivo.

— Sí, pero esto es bueno. Tener competencia te hace mejorar. Si no, te quedas en una zona estable, te acomodas y no avanzas. A mí la competencia me hace despertar y querer hacer cosas. Diferenciarme y que piensen en mí.

Pero algún puñal por la espalda debes de haber recibido.

— ¡Sí, pero como en todas las profesiones, supongo! Siempre hay alguien que quiere aprovecharse, alguien que no quiere que triunfes tanto, alguien que tira más de amistades y no piensa objetivamente en lo que pasa... Pero a todos nos pasa, es también parte de la vida.

Tus dos exparejas más conocidas, Álvaro de Luna y Risto Mejide, son celebridades. ¿Crees que una relación con alguien no acostumbrado a las cámaras sería posible cuando tienes los focos siempre cerca?

— Sí es posible. Puedes enamorarte de cualquier persona. Cuando empecé con mi primera pareja yo no era conocida y me fui encontrando todo este mundo más adelante. No creo que sea una cuestión de si es famoso o no, sino de entender a la otra persona, empatizar con su trabajo y hacer equipo.

Lo decía por la presión de ir viendo a fotógrafos cada dos esquinas.

— Si la gente lo entiende, puede ir bien. Si no lo entiendes, será obviamente una parte que puede causar conflicto.

¿Puedes salir a la calle sin que la gente te aborde?

— ¡Depende de la zona! Por algunas zonas puedo ir tranquilamente. Pero si me voy a Plaça Catalunya... Bueno, hay tantos extranjeros que precisamente ahí quizá estaría más tranquila.

Algo que supuso un antes y un después en tu proyección pública fue tu relación con Risto Mejide. ¿Has tenido que defender mucho tu decisión de salir con alguien mucho mayor que tú?

— Ufff... Es que he hablado tanto de ello que me siento muy repetitiva. Viví una historia de amor muy bonita y poco más tengo que añadir. No quiero entrar en eso.

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