Hay que defender la Wikipedia del zarpazo de la IA
Cuando se puso en marcha la Wikipedia, la mayoría de voces doctas se ponían las manos en la cabeza. ¿Una enciclopedia hecha por la gente donde cualquiera puede chapotear? ¡Esto será el caos! Pero el proyecto ha sabido vencer el prejuicio y, si bien no es perfecta –como tampoco lo eran las de papel, digámoslo todo–, resulta operativa y rigurosa, lo que la hace una de las páginas más consultadas del mundo. Además, su carácter gratuito la convierte en una de las pocas verdaderas herramientas de democratización del conocimiento que nos prometieron los pioneros de las redes. Y creo que este verano está en serio peligro por culpa de la IA.
Cada vez más los chats de inteligencia artificial están sustituyendo a los buscadores: no sólo buscan dónde está la información que buscamos, sino que nos la mastican para que sea más digerible. Una de las fuentes que más utilizan estos servicios es Wikipedia, pero hay dos problemas. Primero, que claramente beben también otras fuentes menos fiables porque a menudo sus respuestas son equivocadas (y no se entiende esta puñetera manía de inventarse cosas en lugar de admitir que no se dispone de una respuesta suficientemente sólida). El segundo es que a menudo se le desliza al lector de donde se ha sacado la información. El resultado no puede ser otro que una caída en desuso de Wikipedia y, por tanto, una previsible caída de las donaciones que la mantienen de pie si la gente deja de consultarla directamente y pierde la adhesión a su marca. Y, pese a todas las críticas que se le pueden hacer, esto sería un drama. Aunque sea porque quien se lo tragaría de un bocado son los servicios privados que, en cualquier momento, pueden decidir empezar a establecer diferentes rangos de clientes, según el precio, y crear una nueva brecha de acceso al conocimiento digital. Los oligarcas tecnológicos deben estar ya frotándose las manos. Y salivando.