Dígitos y Andróminas

En marcha la lucha contra los anuncios atronadores

El contraste de sonoridad en televisión es una mala práctica comercial que se puede combatir mientras la CNMC inicia un proceso para determinar cómo hacerle frente

Un usuario desciende el volumen de la televisión con el mando a distancia.
25/04/2025
7 min

BarcelonaEs una experiencia demasiado familiar: estamos absortos mirando una película o un programa de televisión cuando, de repente, comienza un corte publicitario con un volumen tan alto que nos vemos obligados a tomar rápidamente el mando a distancia para bajarlo. Es el llamado contraste de sonoridad. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha abierto una consulta pública para determinar cómo medir el nivel de sonoridad (loudness, en inglés) de la programación y los anuncios de TV, ante las quejas recurrentes recibidas al respecto, para determinar entonces si las cadenas incurren en esta mala práctica.

"Estaba mirando una serie a un volumen normal y, de repente, empezó la publicidad con un volumen tan alto que despertó a mi hijo pequeño", dice una madre. En algunas encuestas, tres de cada cuatro espectadores consideran que la diferencia de volumen entre contenidos y publicidad es "molesta" o "muy molesta", y más de la mitad aseguran haber cambiado de canal precisamente por ese motivo. Esta disparidad sonora resulta especialmente problemática durante las horas nocturnas o en hogares con niños o ancianos. Además, para individuos con problemas auditivos o hipersensibilidad al sonido, las variaciones repentinas pueden ser especialmente perturbadoras e incluso perjudiciales para la salud.

¿Por qué suena más fuerte la publicidad?

El fenómeno tiene explicaciones técnicas y estratégicas. Lo que percibimos como mayor volumen no siempre es una cuestión de decibelios absolutos, sino de percepción auditiva y compresión del sonido. La publicidad utiliza una compresión de la dinámica más agresiva, que hace que todos los sonidos, desde los más suaves hasta los más intensos, suenen a un nivel similar, lo que crea la sensación de mayor volumen.

Esta compresión de dinámica sonora (que nada tiene que ver con el otro proceso de compresión, el de las imágenes, que se aplica porque quepan con toda su resolución dentro de la banda de frecuencias de emisión disponible), reduce la diferencia entre los sonidos más débiles y los más fuertes y hace que todo el audio –voces, música, efectos– suene con mayor intensidad constante. Mientras los programas de televisión suelen presentar más variedad dinámica, alternando momentos tranquilos y silencios con otros más intensos, los anuncios tienden a mantener una presencia sonora constante e intensa. Para este artículo he medido con un sonómetro digital (para los más técnicos: con ponderación A, la más aproximada a la curva auditiva humana; y con valor Leq, una especie de media) los niveles de distintos tipos de programas y emisoras. El resultado está claro: la diferencia entre los niveles más débiles y los más altos de los programas es mucho más acusada que la de los anuncios.

Como muestra de esta diferencia, durante un segmento del programa Espejo público de Antena 3, con un nivel sonoro medio de 59,5 decibelios (dB), el mínimo baja en los 33,5 dB y el máximo sube en los 72,5 dB; sin embargo, el nivel sonoro mínimo de los anuncios no baja de los 53 dB. En el caso de Vamos a ver de Telecinco, con una media de 60,2 dB, un mínimo de 36,8 dB y un máximo de 73,8 dB; el nivel mínimo de los anuncios es de 52,2 dB. Durante el Todo se mueve de TV3, con una sonoridad media de 58,1 dB, un mínimo de 36,5 dB y un máximo de 72,2 dB, los cortes publicitarios descienden hasta alrededor de los 45 dB. Las diferencias pueden parecer escasas, pero conviene recordar que es suficiente con 3 dB para duplicar la percepción de nivel sonoro.

Cabe decir que estas medidas no son representativas en términos absolutos, porque dependen del volumen al que tengamos puesto el televisor. En un estudio exhaustivo habría que ver cómo varían los resultados según la franja horaria, el tipo de programa y entre los anuncios comerciales (que vienen de los anunciantes y sus agencias) y las autopromociones (que dependen de las mismas emisoras). Pero queda claro que con unos niveles medios, máximos y mínimos relativamente similares en los respectivos programas, A3 sube 19,5 dB el mínimo de los anuncios, T5 15,4 dB y TV3 sólo 8,5 dB.

Sea como fuere, se trata de una estrategia para captar la atención. Cuando aumenta el volumen, aumenta también la probabilidad de que el mensaje llegue al espectador, incluso si se ha salido de la habitación durante la pausa.

Una de las pruebas hechas para este artículo para examinar los mínimos y máximos de una emisión televisiva

Programas en directo y grabados

Cabe destacar que, dentro de la programación de TV, la dinámica sonora también puede ser diferente entre los programas que se emiten en directo (como uno Telediario) y los grabados (como un episodio de Como si fuera ayer). En el primer caso, el procesamiento casi se reduce a un limitador para descabezar los posibles picos sonoros, mientras que en el segundo se puede aplicar un procesamiento homogéneo al conjunto del programa.

En cualquier caso, el citado proceso de limitación se aplica en varios puntos de la cadena de difusión, sobre todo para evitar saturar los equipamientos de enlace y emisión. En este aspecto, el fenómeno del contraste de sonoridad puede ser más acusado en la recepción por TDT que en el visionado del propio programa en directo por internet, porque la señal se trata de forma distinta en cada caso.

Una curiosa paradoja es que el molesto contraste de sonoridad había llegado a ser más evidente en la programación de las televisiones públicas, porque éstas solían ser más conservadoras con los niveles sonoros de su programación, mientras que las televisiones privadas ya practicaban activamente la estridencia auditiva en sus programas. Sin embargo, a medida que las emisoras públicas han ido adoptando prácticas y contenidos de las privadas, esta diferencia ya no es tan acusada.

Marco regulador y normativa

El Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC) impulsó en el año 2012 un código de autorregulación para evitar las variaciones repentinas de sonido en televisión durante las interrupciones publicitarias y los cambios de programa, que fue suscrito por varias entidades y empresas del sector audiovisual catalán, incluyendo la Corporación Catalana de Medios Audiovisales y.

A escala europea, la Directiva de Servicios de Comunicación Audiovisual establece que "la publicidad televisiva y la televenta no deben destacar indebidamente por su potencia acústica". La Unión Europea de Radiodifusión (EBU, el mismo organismo que gestiona el Festival de Eurovisión) publicó en agosto de 2010 la recomendación EBU R128, con el objetivo de normalizar los niveles de audio en la radiodifusión utilizando medidores de sonoridad en lugar de sólo medidores de pico (nivel sonoro máximo). La especificación principal del EBU R128 es normalizar el audio a un nivel de sonoridad objetivo de -23 LUFS (Unidades de Sonoridad respecto a la Escala Completa) con una tolerancia de ±0.5 LU. La recomendación contiene directrices para la producción, distribución y reproducción de audio en televisión, radio y plataformas de estríming.

Por su parte, la CNMC tiene abierta hasta final de este mes una consulta pública para abordar el problema del contraste de sonoridad, a fin de concretar el artículo 121.4 de la ley general de comunicación audiovisual, que establece que "el nivel sonoro de las comunicaciones comerciales audiovisuales no puede ser superior al nivel medio del programa que lo precede". Esta consulta de la CNMC aspira a establecer criterios objetivos para medir y evaluar esta obligación, y determinar qué umbrales de sonoridad deben considerarse como infracción.

En otros países, la recomendación R128 de la EBU ya se aplica de forma obligatoria, sea directamente o bien adaptada. Así se hace en Italia, Francia y Reino Unido. En EEUU, el Congreso aprobó en el 2010 la ley de mitigación de la sonoridad de la publicidad comercial (CALM Act), pero la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) sigue recibiendo quejas sobre anuncios que suenan demasiado fuerte y está reconsiderando sus criterios.

Soluciones al alcance

Existen soluciones técnicas para mitigar la diferencia de volumen entre programas y publicidad. En el lado de las emisoras, la aplicación de la recomendación EBU R128 es fundamental. Esto implica utilizar medidores de sonoridad adecuados durante la producción y la transmisión para asegurar que tanto programas como anuncios cumplan con el nivel de sonoridad objetivo. Los técnicos de sonido bien formados ya saben cómo evitar el uso excesivo de compresores o maximizadores de dinámica.

En el lado de los espectadores, muchos televisores y sistemas de cine en casa modernos incorporan funciones de nivelación automática de volumen que pueden ayudar a reducir las fluctuaciones repentinas de sonido entre distintos contenidos. Estas funciones, que pueden activarse a través del menú de configuración de audio del televisor –a menudo identificadas como 'modo nocturno'–, ajustan dinámicamente el volumen para proporcionar una experiencia auditiva más consistente.

Las plataformas de TV a la carta probablemente son las primeras que han abordado de forma coherente el procedimiento de compresión de la dinámica sonora, aplicando, de hecho, la misma técnica que los estudios de producción de anuncios. Esto, por cierto, explica también que los diálogos de muchas series de TV sean más inteligibles en la versión original que en la doblada. No es que nuestros excelentes actores de doblaje no modulen bien, sino que el estudio local de doblaje comprime menos (o nada) la dinámica del sonido, por lo que es necesario subir el volumen para apreciar los matices más débiles.

En cualquier caso, un truco para combatir el contraste de sonoridad es mirar la tele en directo por internet y no por la TDT; naturalmente, esto es inviable para los programas en los que los segundos de retraso importan, como las retransmisiones deportivas.

Paradojas del sonido televisivo

La diferencia de nivel sonoro entre los programas de televisión y la publicidad sigue siendo un problema que molesta a los espectadores, a pesar de la existencia de códigos de autorregulación y la aplicación de la recomendación europea EBU R 128. Las razones técnicas, principalmente el uso de la compresión de audio en la publicidad, junto con objetivos comerciales de captar la atención, contribuyen a esta disparidad.

Una posible solución para evitar el contraste de sonoridad en las emisiones de TV, sobre todo vía TDT, sería que las emisoras se rindan y sigan el ejemplo de los anuncios y compriman también la dinámica sonora de sus programas. De este modo, todo el contenido tendría una sonoridad similar, lo que evitaría los cambios bruscos que tanto molestan a los espectadores. Aunque esto podría acarrear una cierta pérdida de la riqueza sonora de los programas, sería un precio a pagar aceptable para una experiencia auditiva más consistente y confortable, especialmente cuando se escuchan los programas –y los anuncios– con los altavoces del televisor, que tienen una capacidad muy limitada para reproducir los matices sonoros.

Mientras tanto, muchos telespectadores seguirán con el mando al alcance de la mano para bajar el volumen cuando comience la publicidad, en una batalla cotidiana por el control sonoro de su hogar.

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