Crítica de series

En una de las mejores series del año, el infierno es un desierto de hielo

Andrew Haigh dirige 'La sangre helada', una aventura marina que se adentra en el pozo de la maldad humana y lo apura hasta el fondo

3 min
Colin Farrell a la serie 'La sangre helada'

'La sangre helada'

Andrew Haigh para la BBC Two. En emisión en Movistar+

Una sentencia de Arthur Schopenhauer nos da la bienvenida a La sangre helada: "El mundo es un infierno, y los hombres son a la vez las almas atormentadas y los demonios que lo habitan". Esta miniserie de la BBC dirigida por Andrew Haigh adapta la novela reciente y homónima de Ian McGuire, que narra las desventuras de los tripulantes de un barco ballenero, el Volunteer, en ruta hacia el Ártico cuando, en pleno siglo XIX, este tipo de comercio ya está en crisis. Los dos protagonistas de la serie parecen encarnar las dos tipologías de hombres que define el filósofo alemán. Patrick Sumner (Jack O'Connell) es un cirujano irlandés al que han echado del ejército británico por su implicación en un asunto turbio en la India. Sumner se enrola en el Volunteer porque no tiene muchas más opciones profesionales. Lo acompañan los fantasmas de su estancia en la colonia británica. Henry Drax (Colin Farrell), en cambio, es un arponero astuto, de talante primitivo y pulsiones violentas que no siente ningún tipo de pesar a la hora de obrar el mal. Los dos trabajan a las órdenes del capitán Brownlee (Stephen Graham), un empleado de Baxter (Tom Courtenay), este último pura encarnación del caballero capitalista que, sin perder nunca las formas, solo piensa en los beneficios.

Jack O'Connell y Stephen Graham en la serie 'La sangre helada'.

La sangre helada (The north water en el título original en inglés) recorre muchos territorios ya explorados por los grandes clásicos de la literatura náutica, de Herman Melville a Joseph Conrad. En buena parte, es otro viaje al corazón de las tinieblas de la era victoriana en el que se cambian los paisajes sofocantes y lozanos de la selva africana (o asiática, si pensamos en Apocalypse now) por los horizontes de gélida desolación del Ártico. Haigh optó por el rodaje en localizaciones reales, una decisión poco habitual en las series por las muchas complicaciones que conlleva y los gastos que genera. La serie se filmó en buena parte en Svalbard (Noruega), el archipiélago habitado por población civil más septentrional del mundo. El esfuerzo valió la pena, porque el papel apabullante de los escenarios naturales es una de las singularidades más fascinantes de La sangre helada. La serie arranca como una historia de aventuras náuticas de afán realista para derivar poco a poco hacia el film de supervivencia, no solo física. Aunque su aspecto sea el de un relato clásico, aquí hay poca acción y, en cambio, mucha atmósfera interior. A lo largo de cinco episodios, Haigh nos sumerge poco a poco en el estado de asfixia emocional del protagonista, a medida que las tensiones en el Volunteer aumentan, la sombra del Mal gana terreno y las condiciones meteorológicas se complican.

La fuerza plástica de la brutalidad

Se nota que Haigh proviene del mundo del cine, donde ha firmado títulos como las espléndidas Weekend y 45 años. Esta es una serie que encuentra sus mejores momentos no en los giros de guion o los conflictos dramáticos, sino en decisiones de puesta en escena. Al final del primer episodio, sentimos el pánico del protagonista ante la posibilidad de quedarse solo en medio del ártico a partir de los contornos cada vez menos definidos del paisaje delante suyo: el barco y sus compañeros de la tripulación de repente restan inabarcables medio difuminados en el horizonte, como si nos encontráramos ante un cuadro de Turner. La conclusión del cuarto episodio también es un muy buen ejemplo de cómo escenificar la progresiva caída en manos de la locura. Incluso las explosiones de violencia, como la secuencia de la matanza de la ballena, desprenden una indiscutible fuerza plástica en su brutalidad. Y el final responde, claro, a la frase de Schopenhauer que nos interpela desde el inicio.

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