¿Por qué no se podía hackear el cónclave?
El Vaticano, donde sólo hay dos antenas de telefonía móvil, ha aplicado un estricto sistema de aislamiento tecnológico
En el cónclave que esta semana ha designado a Robert Prevost como León XIV, tecnología y tradición han mantenido una curiosa batalla. Mientras los 133 cardenales se reunían en el Vaticano para escoger al sucesor del papa Francisco, un despliegue de medidas de seguridad tecnológica sin precedentes ha convertido a la Capilla Sixtina en un bunker digital impenetrable.
El Vaticano ha aplicado un sistema de aislamiento tecnológico mucho más estricto que el que se utilizó hace 12 años, cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido papa Francisco. En ese momento, el acceso móvil a internet aún no estaba tan generalizado. En cambio, ahora se ha considerado necesario impedirlo explícitamente dentro del recinto, a fin de evitar tanto influencias exteriores en las deliberaciones como su espionaje.
La paradoja no pasa desapercibida: el mismo lugar donde Guglielmo Marconi instaló en 1933 el primer enlace de microondas de la historia para comunicaciones de voz (entre Roma y la residencia papal de verano en Castel Gandolfo, a 18 kilómetros de distancia), ahora ha optado por desconectarse completamente.
Desconexión de las operadoras
La operación de apagón tecnológico ha consistido en dejar sin cobertura móvil todo el recinto del Vaticano, y ha recaído en las operadoras italianas de telefonía, ya que el estado del Vaticano no tiene propias. Por este motivo, a pesar de tener asignado el código de país +379, el Vaticano no lo utiliza y opta, en cambio, por el +39, el general de Italia. En realidad, el apagón ha consistido principalmente en la desconexión de los dos únicos emplazamientos de telefonía móvil que hay en el interior del Vaticano: uno de TIM y otro de Vodafone, puesto que ni WindTre ni Iliad disponen de antenas dentro del pequeño estado.
La medida entró en vigor el miércoles a las 15 horas, con el inicio formal del cónclave, y se mantuvo hasta el momento de la proclamación del nuevo pontífice, tras la tradicional fumata blanca.
El reto de la tecnología móvil
El apagón digital en el interior del recinto ha tenido que combinarse con el mantenimiento, e incluso el refuerzo, de la cobertura en el exterior, especialmente en la plaza de Sant Pere, donde estos días se han congregado decenas de miles de fieles. Una complicación añadida ha sido la convivencia de diversas tecnologías de telefonía móvil. Con las antenas 5G es relativamente sencillo ajustar con precisión el ancho del haz de emisión para limitar su difusión, pero las generaciones anteriores no son tan precisas. Además, hay que tener presente que muchos cardenales y sus séquitos proceden de países donde todavía no se ha desplegado el 5G y, por tanto, utilizan teléfonos con tecnologías 2G, 3G o 4G.
Inhibidores de frecuencia
Los cardenales fueron "invitados" a dejar los dispositivos electrónicos –teléfonos móviles, tabletas y ordenadores portátiles– en sus habitaciones de la residencia de Santa Marta. Según confirmó el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, estos dispositivos no serían incautados, sino que se confiaba en el compromiso de los cardenales, que tampoco serían cacheados. Sin embargo, ante la posibilidad de que algún prelado pudiera, voluntaria o inadvertidamente, introducir algún aparato en el recinto del cónclave, se instalaron inhibidores de frecuencia en la Capilla Sixtina y en Santa Marta.
Estos dispositivos –jammers en inglés– emiten señales de radio en las mismas frecuencias que las antenas de telefonía móvil, creando interferencias que impiden cualquier comunicación. Su funcionamiento se basa en un generador de ruido que produce señales aleatorias dentro de un rango de frecuencias específico, bloqueando en la práctica la comunicación entre los dispositivos móviles y las estaciones base.
Es bastante habitual que los cuerpos de seguridad utilicen inhibidores para evitar la detonación de explosivos activada con un teléfono móvil. Personalmente, me he llegado a encontrar sin conexión para trabajar en un congreso de telecomunicaciones (!) mientras el entonces príncipe Felipe de Borbón lo inauguraba. Cabe destacar que la venta y uso de estos inhibidores están prohibidos en la mayoría de los estados, excepto para los cuerpos policiales. En España, por ejemplo, la ley general de telecomunicaciones tipifica como infracción muy grave su utilización por parte de particulares, cuyas multas pueden llegar hasta los 20 millones de euros.
Los dos espacios principales del cónclave también fueron explorados meticulosamente en busca de micrófonos y videocámaras ocultos. Además, se cubrieron las ventanas con láminas opacas para evitar que drones o satélites pudieran captar imágenes del interior del recinto; estas láminas también eran antiláser, con el fin de prevenir el espionaje mediante tecnologías avanzadas de escucha.
Doble objetivo: aislamiento y confidencialidad
Las medidas de aislamiento físico y digital tienen un doble objetivo: por un lado, impedir que los cardenales reciban mensajes o influencias externas durante las deliberaciones y, por otro, evitar que se filtren detalles de los debates y votaciones internas. Con este estricto protocolo, el Vaticano confía exclusivamente en el tradicional sistema de comunicación mediante la fumata: negra cuando no se ha logrado la mayoría necesaria en una votación, y blanca cuando finalmente se ha escogido al nuevo papa.
Compromiso de silencio bajo pena de excomunión
En consonancia con el hecho de que el eslabón más débil de cualquier cadena tecnológica son los humanos, el blindaje se complementa con un estricto compromiso de silencio que afecta no sólo a los cardenales electores, sino también a todo el personal implicado: desde los cocineros y los ujieres hasta los chóferes de los autobuses lanzadera que trasladan los cardenales los cientos de metros.
Todos han tenido que prestar juramento de mantener secreto absoluto sobre cualquier información relacionada con el cónclave, so pena de excomunión en caso de incumplimiento. Esta medida, que data de la época del papa Benedicto XVI, es particularmente estricta y explícita. El juramento incluye el compromiso de "no utilizar ningún equipo de audio o vídeo capaz de grabar cualquier cosa que ocurra durante el período de elección dentro de la Ciudad del Vaticano".
Ciberseguridad vaticana
Para blindar el proceso contra posibles intrusiones externas, todas las comunicaciones internas del Vaticano también se han cifrado mediante un servidor instalado por la gendarmería vaticana en la Biblioteca Apostólica. Éste es un aspecto especialmente delicado, ya que el diario Il Tempo reveló el pasado año que el 90% de los sitios web vaticanos ni siquiera tenían activado el protocolo HTTPS de cifrado básico.
La preocupación por la ciberseguridad no es infundada. En los últimos años el Vaticano ha sufrido varios ataques informáticos, coincidiendo con las críticas del papa Francisco a la guerra de Ucrania y la visita de la primera dama de ese país, Olena Zelenska, apuntando a la implicación de Rusia. Para este cónclave, se ha solicitado incluso la colaboración de la Agencia de Ciberseguridad italiana para garantizar una respuesta inmediata frente a cualquier intento de intrusión.