Transporte

¿Por qué no puedes pagar en el metro con el iPhone?

Sólo uno de cada 20 viajeros en transporte público lleva el billete en el móvil

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Tarjeta T-movilidad en un móvil android.

BarcelonaLos mensajes de WhatsApp, las fotos de Instagram, los vídeos de TikTok... Muchos ciudadanos llevan en el teléfono las aplicaciones que ocupan su atención buena parte de la jornada. También información tan relevante como los datos sanitarios. Incluso han dejado entrar, tímidamente, las finanzas personales: con la aplicación del banco, con la versión virtual de la tarjeta bancaria y, sobre todo, con las transferencias vía Bizum. Pero hay un ámbito que todavía se resiste en el móvil: los billetes de transporte público.

En diciembre del 2021, cuando la Autoritat del Transport Metropolità (ATM) empezó a desplegar por el área de Barcelona una incipiente T-movilidad, las expectativas del público por este sistema recargable de prepago y de acceso sin contacto en el transporte público eran más bien modestas, después de años de aplazamientos y sobrecoste respecto al proyecto original. Dos años y medio más tarde, con más de tres millones de validaciones cada día laborable, la T-movilidad forma ya parte del trayecto de los casi dos millones de usuarios dados de alta.

Esta presencia se acentuó el pasado 28 de noviembre con la desaparición de las tarjetas convencionales –no cargables– con banda magnética, una vez culminada la carísima renovación de los terminales de validación en las estaciones y embarcados en vehículos para dotarlos de lectores con tecnología NFC de comunicación por proximidad –eso que, incomprensiblemente, se ha popularizado como contactless o sin contacto.

El despliegue de la T-movilidad se acompañó de una aplicación móvil propia que, visto el uso masivo en todos los ámbitos de la vida cotidiana, hacía prever que el teléfono también sería el medio preferente para pagar y acceder al transporte público. Sin embargo, la realidad es muy diferente: la ATM reconocía hace un par de meses que sólo el 5% de las validaciones de T-movilidad se realizan con teléfonos móviles, incluyendo la aplicación propia de la ATM y otros compatibles con su monedero, como la de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). El resto son con la tarjeta de plástico (67%) o con la de cartón (28%).

Hay quien atribuye esta baja proporción de uso a la incompatibilidad de la T-movilidad virtual con los iPhones. Sólo los usuarios de móviles con sistema Android pueden realizar todas las operaciones hasta la más relevante: acceder a los andenes ya los vehículos, gracias a que Android pone la antena NFC de los teléfonos que tengan al alcance de cualquiera aplicación. En cambio, los clientes de Apple pueden darse de alta y cargar saldo con el móvil, pero para entrar y salir necesitan una T-movilidad física, aunque los iPhones a partir del modelo 6 (¡del 2014!) contienen una antena NFC.

El motivo es que Apple ha restringido hasta ahora el uso de esta antena por parte de aplicaciones de terceros, y lo ha limitado a las suyas, en concreto al monedero virtual Wallet que forma parte de su plataforma de pago Apple Pay. En los últimos meses, la presión de las autoridades europeas en forma de la ley de mercados digitales (DMA, Digital Markets Act) ha obligado a Apple a mostrarse mejor dispuesta y asegurar que abrirá la NFC de los iPhones a aplicaciones ajenas, como podría ser la de la T-movilidad. Pero todavía no lo está haciendo.

El mes pasado Apple presumía que los viajeros en transporte público de la región de París ya pueden utilizar la tarjeta Navigo –el equivalente allá de nuestra T-movilidad– con el iPhone y el reloj Watch. Pero era un anuncio tramposo: lo que estos usuarios pueden hacer es virtualizar su Navigo dentro del monedero Wallet. De hecho, Apple ha hecho una adaptación específica a la variante Calypso de la NFC, que además de Francia se utiliza en otros países como Bélgica, Italia, Canadá, México y Colombia. Pero la T-movilidad se basa en otro estándar de NFC: el Mifare, que está mucho más extendido (la conocida Oyster de Londres, pero también en uso en Escandinavia, India, Chile, Argentina, Australia.) .) pero no dispone de ninguna adaptación por parte de Apple.

La empresa de la manzana continúa con su política de retener dentro de su entorno tantas transacciones como puede. Hay industrias que ya se resignaron hace tiempo: entidades bancarias como Sabadell y CaixaBank han ido abandonando sus monederos NFC propios para pasar a impulsar la virtualización de sus medios de pago dentro del Wallet de Apple (como también a los homólogos de Google y Samsung).

Por un motivo u otro, la T-movilidad aún tardará en llegar a los iPhones. Dicho esto, esa ausencia no parece ser la razón que determina la baja adopción. La prueba más flagrante son los abonos cuatrimestrales recurrentes de Renfe que permiten viajar gratis –previo depósito de 10 € reembolsable– en Cercanías y Media Distancia. Aunque este título del operador ferroviario estatal no se puede cargar en ninguno de los soportes de la T-movilidad, sí puede llevarse al móvil –incluidos los iPhones– en forma de código QR dentro de la aplicación de Renfe. Pero, según explica la compañía al ARA, poco más del 5% de las validaciones de abonos recurrentes se realizan mediante este QR. De hecho, en todas las estaciones hay alguna puerta de acceso con el lector óptico necesario, pero en algunas tan transitadas como las de Clot y Plaça Catalunya en Barcelona sólo hay un par, ya menudo –lo digo por experiencia– no funcionan.

Los iPhones no son el único problema

Cabe decir que la imposibilidad actual de virtualizar la T-movilidad en los iPhones afecta sólo a los clientes de Apple, pero el sistema de la ATM presenta también otras limitaciones que le sitúan todavía muy lejos de las promesas originales, y que afectan a todos los usuarios, también los de móviles Android y los de tarjetas físicas.

Quizás la más evidente es el carácter monotítulo: el usuario sólo puede cargar en su T-movilidad un único título, por ejemplo una T-casual de una zona. Si también quiere llevar encima, por ejemplo, una T-casual de seis zonas, deberá ponerla en una tarjeta recargable física. Poder elegir en cada momento entre varios títulos parece relativamente sencillo en una aplicación móvil, pero todavía no se puede. ATM asegura que trabajan en ella.

Por otra parte, quienes estábamos en la primera presentación de la T-movilidad –durante un MWC de hace años– aún recordamos que debía ser un medio de pago multimodal. En sentido estricto ya lo es porque permite viajar en metro, autobús y tren de los operadores acogidos al régimen integrado de la ATM. Pero no se ha vuelto a hablar de poder pagar en el taxi, el parking, el combustible o el alquiler de bicicletas.

Finalmente, sigue pendiente el objetivo troncal y más ambicioso de la T-movilidad: sustituir el actual prepago de zonas por una tarifa dinámica en la que el usuario paga a la salida, según la distancia que ha recorrido y con posibilidad de bonificaciones por uso frecuente. Sólo cuando ofrezca esa flexibilidad, la T-movilidad habrá cumplido su razón de ser.

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