Entrevista

Anna Simon: "Se me ocurrió colgar una foto en Instagram embarazada. Error, error total"

presentadora de televisión

9 min
Anna Simon, periodista y presentadora de televisión, fotografiada en los jardines de la plaza Wagner, Barcelona

BarcelonaEs una de las presentadoras más prolíficas de la televisión, con carrera tanto en Cataluña como en Madrid. Anna Simon ha vuelto recientemente, después de un paro por una ocasión feliz, como maestra de ceremonias deEl Trozo, un programa con trasfondo agrario de TV3.

El Trozo empareja urbanitas y ruralitas. ¿Qué porcentaje de una cosa u otra te sientes tú?

— ¡Es muy complicado! Siempre he dicho que soy de pueblo, pero no me puedo llamar campesina, porque no he pasado mi infancia ni parte de mi vida al campesino, pero tampoco en la ciudad. A mí, la ciudad me estresa mucho, me cuesta muchísimo, de verdad.

Tercera vía, pues.

— A ver: es verdad que las raíces sí son de payés. Mi abuela nació en una casa de payés en Sant Llorenç de Morunys y su infancia fue guardar un rebaño de ovejas. Y mis padres nacieron ambos en colonias textiles, uno en Cal Marçal y otro en Cal Vidal, todos de Puig-reig, en la comarca del Berguedà. De pequeña había ido y me encantaba.

¿Cuál crees que es tu aportación a los programas que presentas?

— Pues nunca me lo he planteado. Supongo que la naturalidad: cuando hay que reír me gusta mucho reír y bromear, pero cuando tenemos que ponernos serios también. Y este programa me gusta mucho porque hay algo de todo. Bueno, la tónica general sí es de risa y de divertimento y de hay, ja, pero después también hay momentos tensos, porque se lo toman muy en serio, los concursantes, y eso se agradece.

¿Qué recuerdas, de aquella Anna Simón, de 20 años, que encontró su primer trabajo en Teletaxi TV?

— Madre mía! Es que parece que fuese ayer, ¿eh? A veces me digo: "¡No puede ser, no pueden haber pasado veinte años!"

¿Crees que sigues siendo la misma?

— Por supuesto, soy la misma. Espero haber aprendido unas cuantas cosas, pero sí soy la misma.

¿De dónde te vino la vocación de presentar?

— Pues no tenía vocación. Entré a periodismo porque me gustaba escribir y me imaginaba trabajando en un periódico. Fui enviando currículos a todas partes hasta que envié uno a Radio TeleTaxi: me dijeron que no buscaban a nadie, pero que en la tele quizás sí. Fue el único sitio del que me llamaron. Después de un par de castings me dijeron que sí, que adelante. Y venga.

Tu hoja de servicios no termina nunca: Viernes, Tonterías las justas, Tu cara me suena, ¡Oh Happy Day!, El hormiguero, Zapeando, Persona infiltrada, las campanadas... Ha habido algún día concreto en el que dijeras: “Ostras, ahora sí. ¿Lo he conseguido”?

— Siempre he sido consciente de ser muy afortunada. Me lo he currado, pero también ha habido algo de suerte. Sí que ha habido momentos de decir: "Hosti, es que no me lo creo ni yo". Como cuando estaba en Tu cara me suena. O cuando hice la campaña de las rebajas de El Corte Inglés. "¿Pero qué hago aquí?", me preguntaba a mí misma. Iba por Madrid y veía mi cara, allí gigante en una lona de El Corte Inglés, y realmente no me lo acababa de creer. Pero también he estado siempre muy consciente de que un día estás aquí y todo el mundo te quiere y otro día quizás no te quiera tanta gente.

¿Incluso con tu currículum sufres por el futuro?

— ¡Por supuesto! A ver, tanto como preocuparme... Pero sí me inquieta, evidentemente. Ahora estoy con mucha ilusión con este programa porque, lo digo de verdad, me ha gustado mucho hacerlo, y me encantaría que hubiera una segunda temporada. Pero también está la cosa de decir: "Bueno, ¿y después qué?"

Vienes de un cierto paro, de hecho.

— Hace dos años he estado madre y estoy muy bien con la niña, pero ya empiezo a tener ese gusanillo de recuperarme a mí un poco, tal y como era antes de la maternidad. A mí siempre me ha gustado mucho mi trabajo, y, claro, es inevitable pensar: "Quizás en este tiempo que he desaparecido se han olvidado un poco de mí". A veces debes tomar decisiones y poner las cosas en una balanza. Y, en ese momento, pesó más poder estar con mi hija.

Hablando de familia: ¿papá o mamá? Es decir, ¿Barcelona o Madrid?

— Uy, no, es que... ¡ninguna! ¡Ninguno, porque no me gustan las ciudades! [ríe]

Ya, pero mientras en Sant Fost de Campsentelles no instalen una...

— Es que no sé decírtelo... Empecé aquí y estuve soberbio. Cuando me salió la oportunidad de ir a Madrid, pensaba que qué iba a hacer, yo, allí: no conocía a nadie, ni a la ciudad... Pero estuve también soberbio, con la gente con la que trabajaba. Madrid te acoge muy bien, ¡quizás porque prácticamente nadie es, de hecho, de Madrid! Yo he estado muy bien y ahora he vuelto aquí. En definitiva, donde salga un trabajo que valga la pena, ahí iremos, ahora con toda la familia.

¿Y si ahora saliera un trabajo que te apeteciera y pudieras elegir hacerlo en Barcelona o en Madrid?

— Ahora quizás elegiría aquí por la comodidad. Ahora ya no estoy yo sola, la que sube y baja, así que también debo pensar en una niña que necesita algo de estabilidad.

Anna Simon, periodista y presentadora de televisión, fotografiada en los jardines de la plaza Wagner de Barcelona

¿Qué proyecto te gustaría recibir?

— No me lo planteo. Las cosas que me han ido ofreciendo, me han gustado todas. Quizás ahora un concurso me llama a veces la atención. Es que me gusta prácticamente todo. Lo disfruto todo.

Quizá sea esta tu virtud: transmitir entusiasmo sea cual sea el formato.

— Quizás sí. También dicen que los que lo hacen todo, ¡no hacen nada bien! Sí es verdad que hace muchos años probé con un programa del corazón y no me veía. No sabía ni de quién hablábamos, la verdad. Hablar de gente y meterme en su vida me incomoda.

La figura del presentador ha evolucionado en los últimos 20 años.

— Evoluciona tal y como evoluciona la persona en sí. Vas creciendo, vas madurando, vas aprendiendo... y te vas jodiendo hostias, también. Quizás cambia tu manera de hacer, pero la esencia creo que es la misma.

Es posible que al lector le sorprenda lo de las hostias, habiendo estado en programas de éxito y que tenían tono alegre.

— Toda la gente que hemos trabajado en la tele tenemos fracasos detrás, pero de los fracasos también se aprende. Piensas: "Mira, estaba allá arriba y, en cambio, este programa no ha durado nada o no ha gustado a la gente".

Hay dos salidas tuyas de las que me gustaría hablar, porque estuvieron en la francesa. Eres una de las almas de Zapeando, pero en noviembre del 2020, a media temporada, dejaste de salir, de la noche a la mañana. El programa no dio ninguna explicación. ¿Qué ocurrió?

— Tenía un contrato con Antena 3, que acabó antes de que se marchara del programa. Entonces decidimos continuar en Zapeando pero, sinceramente, ya tenía ganas de cambiar. Y les dije: “Sigo aquí, pero les aviso que me apetece hacer otras cosas”. Entonces salió la oportunidad de grabar un programa para TV3, que era Alquiler a primera vista, y elegí. Quizá la salida sí fue algo así, abrupta, pero no hay mal rollo, ni por mi parte ni por mi parte.

Tres años antes, en 2017, también dejaste la sección que tenías deEl hormiguero. Y tampoco se explicó. De hecho, Pablo Moto explicó que volverías cuando tuvieras más tiempo, pero ese día, aparentemente, nunca ha llegado.

El hormiguero es un programa en el que hay mucha, mucha gente. Entran caras, salen... es un programa muy dinámico. Y la sección también se fue desgastando. A veces no salía porque, por falta de tiempo, no entraba. O bien consideraban que aquella sección, con el invitado de ese día, no enganchaba demasiado. Dejé de ir poco a poco: de salir dos veces por semana pasé a una sola vez, después a una vez cada dos semanas... hasta que la cosa acabó.

¿Pero fue iniciativa tuya o suya?

— [Pausa]. Creo que algo de ambos.

¿Quieres volver?

— ¿Si tengo ganas de volver? Ahora mismo me apetece hacer otras cosas.

¿Y crees que ellos tendrían ganas de que volvieras?

— Pues entiendo que no, porque si tuvieran ganas ya lo habrían dicho. Pero ya te digo, tampoco quisiera yo ahora... A veces la prensa saca a unos titulares que incitan como el mal rollo, de hacer creer que ha pasado algo. Y no, la verdad es que no: me los he encontrado en vuelos o en algún sitio y bueno, todo bien.

He hecho la pregunta porque hubo un 8-M, cuando tu marcha no se sabía aunque era definitiva, en la que hicieron un vídeo con todas las mujeres del programa y no salías.

— De ese homenaje, la verdad, no tengo ni idea.

Anna Simon, periodista y presentadora de televisión, fotografiada en los jardines de la plaza Wagner de Barcelona

Carles Capdevila te entrevistó en el ARA, hace once años. Estaríamos a medio camino entre la chica que se estrenaba en TeleTaxi TV y la profesional consolidada que tengo ahora delante de mí. Te sacó a dos titulares y me gustaría jugar a comprobar si todavía te reconoces. Lo primero es: “Verme en la tele me cuesta”.

— Sí, sí, sí. Y once años después, me sigue costando. No me acaba de agradar, verme.

¿Repasas los programas que haces?

— Depende del programa. El pedazo sí que lo veré. Pero, por ejemplo, hay compañeros de programas diarios que me dicen que los miran cuando llegan a casa. Uy, no, yo esto no...

Y el segundo: “Nunca me he oído una sex symbol”.

— También, también. Igual. Es que lo de sex symbol... Si vas a la tele y tienes un equipo que te maquilla, y pone los trajes que te quedan bien y vas con tacones, es muy fácil sentirse sex symbol. Pero la realidad de cuando estás en casa y te levantas, o estás haciendo cosas por casa... pues, no sé, me siento una persona normal.

Te preguntaba esto porque la presión estética, como presentadora de televisión, será muy fuerte. Y salta a la vista que afecta más a las mujeres que a los hombres.

— Sí, eso sí lo creo. ¡A ver si nos lo podemos quitar de encima! De las mujeres siempre se acaba comentando el físico: que si ha engordado, que si ha adelgazado, que si tiene arrugas, que si se ha operado... A ver, que estamos haciendo tele, no concursos de belleza. Si estás haciendo un programa de humor, ostras, pues valoren tu capacidad de sorprender, de ser natural, de ser rápida...

A menudo vemos que las colaboradoras tienen un listón de aspecto físico que no es lo mismo que el de los presentadores.

— En el hombre sí se valora más su talento en ocasiones. Y la mujer.... espero que estemos en el camino, ¿no?

¿Por el hecho de tener un cuerpo normativo y una belleza canónica has tenido que esforzarte más por demostrar tu talento y romper clichés?

— A ver, siempre encuentras comentarios en las redes sociales que si eres “la rubia tonta” o que has llegado a un trabajo por eso o por lo otro. Pero tú debes fijarte en la opinión de la gente que sabe. Y que te valora por lo que vales.

Te lo pregunto porque tienes cerca de 700.000 seguidores en Instagram: esto son muchos comentarios diarios. Recuerdo que, a raíz de unas fotos tuyas en los premios Cosmopolitan, saliste al paso para decir que ni te habías quitado costillas, ni sufrías un trastorno alimentario ni habías pasado por el quirófano. Te habías adelgazado por un cambio de dieta y punto.

— ¡Claro! ¿Es la vida, no? A veces me he adelgazado ya veces me he engordado. No le doy tanta importancia a estas cosas. Pero sí me revienta un poquito el hecho de tener que dar explicaciones por el físico. Por ejemplo, ¡en esto de los Cosmopolitan, ostras, que me daban un premio! Entonces, el hecho de que alguien titulara sobre si me he adelgazado, o sobre si tengo anorexia, sobre si me he quitado costillas... Hostia, pregúntame por el premio, ¿sabes? Pregúntame por mi esfuerzo de todos estos años, ¡pregúntame cómo me siento! Que se me reconozca todo esto. Y ojalá, ojalá llegue el día que no vayamos preguntando por el físico de una mujer. Ella ya tiene espejos en casa, ya sabe si ha primado o engordado.

También has sido muy celosa de tu vida privada. En un entorno de máxima exposición como la televisión, ¿los medios del corazón te han dejado tranquila?

— Sí, he tenido mucha suerte, quizá por no entrar en el juego. Nunca he dicho nada ni jamás he enseñado nada. Y lo agradezco muchísimo. Se me ocurrió colgar una foto en Instagram, mostrando que estaba embarazada, ya de bastante. Error, error total. Vinieron dos paparazis a la puerta de casa y estuvieron días y días. Al final, es que no tenía ganas de salir de casa y que me persiguiera a un señor con una cámara. Cuando nació la niña, volvían a estar allí. Y entonces me puse en serio. La niña no, ¿eh? Fue muy desagradable. Y pensaba: "Hostia, la gente que debe vivir esto todos los días..."

Fuera mal rollo y volvemos a labrador. ¿Y para terminar, ordeñar una vaca o recoger aceitunas?

— ¡Ja, ja! Recoger aceitunas, siempre, siempre, siempre. Sí, es mi sueño de pequeña. De niña, siempre decía que quería vender aceitunas. Que quería tener una parada en el mercado y vender aceitunas. En serio: el tema aceitunas es algo que me apasiona. Rasgo una vaca, si se tiene que hacer, se hace. Pero me quedo con las aceitunas.

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