Pegar a un cómic o insultar a una futbolista, la nueva normalidad

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Leo en El Mundo la noticia de un cómic que recibió una agresión de un ultra mientras hacía su show. Días atrás, el humorista había comentado un tuit del primero que mostraba a su bebé, y había dicho que de mayor quizás sería alguien que mantendría relaciones sexuales con hombres negros de clase obrera, se entiende que para desesperación de su progenitor. Las palabras del cómic fueron mucho más groseras y explícitas que las mías... Pero seguían siendo palabras, y era evidente que estaba hablando del adulto en el que se convertirá el niño. Pues bien: los sesenta largos comentarios aplaudían la decisión de pasar a la violencia física, y no eran pocos los que consideraban un acto de defensa legítimo dar un puñetazo como respuesta a un tuit. Por otra parte, en el cacofónico pseudomedio Rambla Libre –intentadlo decir tres prisas ante el espejo y se le aparecerá Beetlejuice– escribían el siguiente titular: “La catalanista Alexia Putellas está más plana que una tabla de planchar”. No consta que ninguno de los trogloditas que comentaban la primera noticia se hayan prestado ahora a defender a la futbolista a bofetadas. La prenda –me resisto a llamarla noticia– lo tiene todo: cosificación, menosprecio del mérito profesional de una deportista de élite, body shaming, catalanofobia...

Alexia Putellas en el momento de hacer pública su renovación.

El verdadero éxito de la ultraderecha no son los diputados que tienen en las cámaras donde han rascado poder, sino la gran capacidad de influencia que han tenido en la política (empujando a los partidos de centroderecha lejos de la moderación) y también la normalización de unas formas hostiles que naturalizan la violencia y el hostigamiento. Todo esto, mientras encima enarbolan un discurso victimista para, en nombre de la defensa –personal o de las esencias patrias– pueden sacar el hacha. O el puño americano.

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