La polarización también llega al mundo de los chips
Mientras los fabricantes dan abasto a cubrir la demanda de chips para la IA, sufre mucho la venta de los otros tipos de semiconductores
BarcelonaEl mercado mundial de semiconductores podría batir nuevos récords este año y superar los 560.000 millones de euros –un crecimiento del 16% respecto a 2023–, según las previsiones corregidas al alza hace pocas semanas por WSTS, la fuente más respetada del sector . El sector creía hasta hace pocas semanas que el crecimiento podría ser aún mayor, pero el consejero delegado de ASML, Christophe Fouquet, alertó el pasado martes sobre la “cautela de los clientes” y dijo que la recuperación del sector será "más gradual el año que viene en todas las áreas, fuera de los chips específicos para inteligencia artificial (IA).
El mercado global de semiconductores sufrió una fuerte caída en 2023, del 8,2%, cuando apenas se había empezado a recuperar tímidamente en los años 2021 y 2022, después de los desastrosos 2019 y parte de 2020. Las ventas de chips siempre han sido cíclicas en su más de medio siglo de historia, pero las oscilaciones nunca habían sido tan pronunciadas ni tan seguidas. La causa principal del bajón de 2023 fue el derrumbe del precio de las memorias (tanto las DRAM que utilizan los procesadores de los aparatos como las de tipo flash donde se guardan los datos): cayeron un 29%. Este año el crecimiento vendrá también sobre todo por el fuerte crecimiento de las memorias, que se calcula que será del 77%. Y cara al 2025 se pronostica que crecerá un 25% más.
Este comportamiento tan errático del precio de las memorias –que determina el mercado global de semiconductores, porque las memorias representan entre el 25% y el 30% del total del sector– se explica por la inabarcable demanda de los componentes clave por hacer funcionar los programas de los centros de datos de IA, que son básicamente dos: los procesadores de Nvidia –que la empresa vende al precio que quiere, porque no da abasto a atender la demanda– y las memorias HBM –un tipo específico muy reciente que funciona a gran velocidad–. Éstas las domina la empresa coreana SK Hynix, que también las vende al precio que quiere porque se las quitan de las manos. Su compatriota Samsung también tenía previsto vender memorias HBM, pero su producción se retrasa hasta tal punto que su consejero delegado tuvo que pedir disculpas públicas hace dos semanas, lo que provocó una caída pronunciada del precio de las acciones.
Las ventas de chips para la IA tienen una gran incidencia en el conjunto del sector. Pero también se confiaba mucho en el impulso que daría la industria del automóvil –en especial, los coches eléctricos– y en lo que se refiere a las energías alternativas, donde el papel de los semiconductores es igualmente muy relevante. Sin embargo, en el Salón del Automóvil de estos días en París se han visto malos augurios para los coches eléctricos, y las medidas de ahorro energético tampoco encabezan las agendas de los gobiernos. La venta de ordenadores y de smartphones va relativamente bien, pero está muy lejos de compensar el crecimiento previsto del mercado europeo de coches eléctricos, que ahora cree que será bastante reducido (y, encima, acaparado por las marcas chinas).
El mencionado comentario del directivo de ASML es muy relevante, porque esta empresa holandesa es quien vende a TSMC, Samsung e Intel los equipos con los que fabrican los chips más sofisticados, que pasan a formar parte de sus catálogos de procesadores , o bien de los de Nvidia, Qualcomm, Apple, MediaTek y AMD en el caso de TSMC. ASML calcula que en 2025 facturará entre 27.600 y 32.300 millones de dólares, cuando la previsión más reciente de los inversores era de casi 38.000 millones.
El problema del mercado de semiconductores es que hay algunos chips que tienen un precio muy elevado (y un margen de beneficio aún más alto, en especial los que TSMC fabrica por encargo), pero la gran mayoría de los chips son muy económicos : pueden costar menos de un euro y, además, están hechos por empresas chinas. Y esa polarización del sector va al alza.
La industria europea de chips es muy competitiva a escala mundial en el sector de la automoción, así como en sensores y en procesadores de señal industriales, donde se trabaja con componentes a medida para cada cliente. En Europa tenemos diseñando y fabricando chips empresas importantes como NXP, ST, Infineon y Bosch. De ahí la gran preocupación de Europa por la situación actual de la industria del automóvil, que es el puntal para muchas de estas compañías de chips. Otros sectores, como el aeroespacial, son igualmente estratégicos, pues constituyen un mercado importante y relativamente controlable.
En cambio, Europa nunca será competitiva fabricante en su territorio memorias o procesadores de propósito general, porque el mercado interior no es suficiente para amortizar las gigantescas inversiones necesarias. Es el caso contrario de China, donde el inmenso mercado interior permite ser altamente competitivo en la fabricación de chips –como otros muchos productos– de consumo masivo.
Por eso, la Unión Europea formuló hace dos años un plan de renacimiento de la industria de chips en Europa, donde los coches eran la pieza clave. Pero las nuevas autoridades de Bruselas tendrán difícil hacer realidad estos chips europeos con una crisis de los coches eléctricos tan fuerte como se prevé, sobre todo después de haber defenestrado a Thierry Breton, el comisario que inspiró la iniciativa.
Ahora se ve que la empresa taiwanesa TSMC construirá en Alemania (y con fuerte subvención pública) una planta de fabricación de chips a medida muy avanzados. Esto puede ser estratégico para complementar los diseños y fabricación de chips de compañías ubicadas en Europa. Es notorio que para tiradas relativamente cortas tener cerca a la fábrica y el personal marca la diferencia. Pero no tenía ningún sentido subvencionar fuertemente a Intel para que hiciera una fábrica de chips suyos en Alemania; por suerte, la mala situación de Intel ha hecho abortar el proyecto.
España aprobó en 2022 el programa PERTE de semiconductores, dotado con un presupuesto de 12.500 millones de euros en el que la mayor partida, de 9.350 millones, se destina a tener fábricas locales de chips. España no puede aspirar a realizar chips altamente integrados ni de consumo masivo, pero sí a diseñar y fabricar chips especializados, sean circuitos integrados analógicos, lógicos o procesadores digitales de señal, así como circuitos optoelectrónicos o sensores para diversos aparatos, con una inversión relativamente modesta. No es sencillo y exige voluntad, tesón y visión de futuro, pero tampoco es imposible.
Todo ello se desarrolla en un panorama mundial en el que el gobierno de EE.UU. ofrece a TSMC y Samsung unos incentivos aprobados –como los europeos– hace dos años y en un contexto de euforia que no se ha confirmado. Y con China demostrando que puede ser autosuficiente en semiconductores pese a las sanciones comerciales del gobierno estadounidense. Sin embargo, lo más problemático es que la inercia del mercado mundial de semiconductores es tan fuerte y acelerada que puede cargarse negocios y empresas muy importantes y arraigadas. Como ejemplo, la antes todopoderosa Intel, cuyo futuro no pinta nada bien. O, sin ir más lejos, el mercado de la IA, que lo ha dado la vuelta todo en muy poco tiempo pero que, más allá de los pronósticos exagerados, no sabemos cómo será el año 2030, ni siquiera a finales del año que viene.