Salvador Illa juega en casa en 'La Razón'

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El factor pista es importante. Pero el árbitro lo es más. Uno podía esperar que Salvador Illa sería recibido en La Razón con lanzamiento de objetos y un griterío hostil, como si fuera el estadio del Panathinaikos en las finales más calentadas. Al fin y al cabo, costaría encontrar una portada de los últimos lustros que no incluya aunque sea una crítica u otra a los socialistas. Pero, ay, resulta que el colegiado que silba la entrevista, sirviendo a las preguntas, no es otro que Toni Bolaños, que trabajó como asesor de prensa en el gabinete de Josep Borrell cuando era candidato a la presidencia del gobierno por el PSOE. Y además dirigió la estrategia de comunicación de José Montilla en tanto que presidente de la Diputación de Barcelona, ​​primer secretario del PSC, ministro de Industria y presidente de la Generalitat de Catalunya. En total, una década entera impulsando argumentarios sellados con puño y rosa. Sobre todo con el puño, como cuando espetó a Jordi Barbeta su célebre frase "Te juro que no voy a parar hasta joderte".

El exministro de Sanidad y líder del PSC, Salvador Illa, durante su comparecencia en la comisión de investigación por el caso Koldo en el Senado.

Pienso que el lector de La Razón debería tener ese contexto, a la hora de enfrentarse a la entrevista. Bolaño es profesional competente y las preguntas que formula son las pertinentes. Le plantea, por ejemplo, si se verá en la tesitura de entregar la presidencia a un partido independentista, si eso es lo que conviene a Sánchez para mantenerse en la Moncloa. Pero es evidente que la entrevista sería bien distinta si la firmara alguien de los que sacarían espuma por la boca si se viera forzado a reprimir su furia contra todo aquello con mínima olor de socialismo. Y otro detalle: la fotografía que ilustra la prenda en portada es amable. Isla esboza una sonrisa franca. En otras circunstancias, si La Razón no le concediera ese codiciado factor pista –lo que evidencia la estrategia del diario de Planeta– escogerían la mueca más contrahecha, el plan más desfavorecedor.

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