Crítica de serie

¿Se puede ser feminista y defender a reinas y princesas?

La serie 'María Antonieta' se apropia de la perspectiva de género para blanquear a una reina absolutista

La actriz Emilia Schüle en la serie 'Maria Antonieta'.
3 min
  • Deborah Davis para Canal+
  • En emisión en Movistar+

Sofía Coppola convirtió a María Antonieta en el paradigma de la adolescente encarcelada dentro de una jaula de oro. En un biopic heterodoxo que ha dejado huella en el cine y las series posteriores, la directora estadounidense proyectaba en la reina de Francia su interés en esta experiencia de feminidad desde un privilegio que no deja de sentirse como una cárcel. En el libro que le dedicó, Stefan Zweig reflexiona sobre el interés dramático de la monarca. Para el escritor austríaco, María Antonieta es una reina mediocre que la historia acaba convirtiendo en personaje trágico a través del papel que le destina la Revolución.

¿Qué visión de la soberana transmite la creadora Deborah Davis en la serie que ha estrenado Movistar+? María Antonieta arranca con una pesadilla de la protagonista (Emilia Schüle), ya instalada en Versalles, en la que la vemos corriendo por la Galería de los Espejos, intentando escapar sin éxito. Davis entronca así con la idea base de la película de Coppola, que además situaría el filme en las antípodas del cuento de hadas tradicional: para una joven, convertirse en princesa no resulta un sueño hecho realidad, sino caer en un sistema de opresión patriarcal. Porque una soberana vale solo si puede parir herederos en el trono. Porque reyes y reinas no gozan de un derecho total a la vida privada, dado que su sexualidad, su salud o su apariencia son cuestiones de estado. Los primeros episodios de María Antonieta subrayan estos aspectos desde una vertiente a priori feminista: se nos presenta a la protagonista como una adolescente desvalida en un entorno que le es hostil, un escenario con el que se puede identificar a cualquier chica. Para remarcarlo, la dama de compañía se asimila a una especie de ama de llaves de Rebeca, obsesionada con el recuerdo de la antigua reina, cuyo retrato preside el cuarto de la nueva delfina, mientras que las tías de Luis XVI parecen las hermanastras de Cenicienta.

Ostentación versallesca

Esta ficción del Canal+ francés tiene clara su vocación internacional. Pese a ser una coproducción francesa filmada en localizaciones reales de Versalles, y con un vestuario excelso que firma Dior, se ha rodado en inglés con intérpretes internacionales. En este caso, Francia ha tenido claro que la ostentación versallesca prerrevolucionaria es un valor de mercado más potente que la liberté-égalité-fraternité. Ya puestos a globalizar a María Antonieta, la serie la ha pasado por el filtro de un supuesto feminismo pop. María Antonieta se pasa buena parte de la serie confrontando la inoperancia sexual de su marido, Luis XVI, mientras va "empoderándose": encuentra su propio sitio en Versalles, crea su propio estilo de moda admirado por la corte y el pueblo, flirtea con una posible bisexualidad y acaba consiguiendo, vía intercesión de su hermano, que el esposo cumpla con los deberes conyugales.

La primera temporada termina con una estampa histórica: María Antonieta y Luis, acompañados por la primogénita y el recién nacido futuro heredero, son saludados con reverencia por la corte. El semblante de la reina transmite la desconfianza de alguien que sabe que tras esa actitud servil hay quien la cuestiona y la odia. La apropiación de la perspectiva feminista para legitimar un símbolo del poder absoluto más reaccionario resulta especialmente fastidiosa en una serie sin ninguna vocación de profundizar en el contexto histórico que representa. Más cercana a Los Bridgerton que a la autoconciencia del filme de Coppola, esta María Antonieta funciona mejor cuando aparca la supuesta perspectiva de género y se entrega a la práctica de un entretenimiento versallesco de lujo, con sus intrigas de palacio, sus frivolidades carísimas y sus escándalos cortesanos.

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