'Mano de hierro': la serie sobre la corrupción en Barcelona que no molestará a nadie
Enésimo drama de familia mafiosa, este 'thriller' criminal ambientado en el puerto de la ciudad triunfa en Netflix
'Mano de hierro'
- Lluís Quílez para Netflix
- En emisión en Netflix
Hemos sabido más sobre la presencia de la mafia en Barcelona por autores y ficciones de fuera que por referencias de aquí. Roberto Saviano se ha hartado de comentar hasta qué punto la capital catalana es un destino habitual del crimen organizado e incluso un episodio de Gomorra (2014), la serie que adaptaba su libro, se ambientaba en ella. Por otra parte, una obra canónica como The Wire dedicó toda su segunda temporada a mostrar cómo el espacio portuario se había convertido por su idiosincrasia (zona de tráfico de mercancías que funciona con unas reglas propias al margen de las ciudades que lo engloban) en el vórtice donde convergen los negocios sucios del sistema capitalista en un mundo global.
Con estos antecedentes sobre la mesa, había muchas ganas de ver Mano de hierro, una producción de The Mediapro Studio que convierte las localizaciones reales del puerto de Barcelona en el escenario de una red de narcotráfico que implica diferentes intereses mafiosos: el del protagonista y su familia que operan como unos caciques dentro de las instalaciones portuarias, los de grupos criminales internacionales varios, el de un hombre de negocios de la ciudad que se dedica a blanquear las ganancias ilegales e incluso la de algún miembro corrupto de la Guardia Civil. ¿Quién ha hecho, en la reciente ficción audiovisual, un retrato tan incisivo de la cara más sucia de Barcelona?
Un reparto con Eduard Fernández y Enric Auquer
Pero la decepción frente al resultado es mayúscula. La serie creada, coescrita y dirigida por Lluís Quílez integra todos estos y más elementos. Joaquín, el protagonista encarnado por Eduard Fernández, representa al chaval que llega a la Barcelona franquista para empezar a ganarse la vida como estibador en el puerto hasta que se da cuenta de que puede dominar al gallinero haciéndose el amo y señor del tráfico de droga: y, todo ello, aplicando esa mano dura del título, que no es solo una metáfora. Quílez levanta una típica familia de hombre todopoderoso alrededor de Joaquín. Enric Auquer es el hijo desastre y adicto al juego que incuba un infinito pesar por un padre siempre dispuesto a castrarle; Sergi López, el hermano inútil que se cría en la sombra; Jaime Lorente, el yerno dispuesto a conseguir el negocio; y Natalia de Molina, la hija enamorada del mejor amigo de su marido, el policía infiltrado que interpreta a Chino Darín.
Pese a las localizaciones del puerto y de barrios como el Raval y la Mina, estos personajes no emanan de una Barcelona real ni protagonizan unas intrigas que nos iluminen sobre el submundo mafioso en la ciudad. Al contrario, la serie empotra una trama y unos arquetipos típicos de las ficciones de narcos sobre el paisaje de fondo de la capital catalana, como podría haberlo hecho sobre cualquier otra ciudad. A Quílez tampoco le interesa ofrecer un retrato desgarrador y riguroso de las redes criminales en Catalunya, a la manera que Nos vemos en otra vida lo hace con la delincuencia en Asturias. Lo que le gusta al director de Bajocero (2021) es la acción, hasta el punto de que la trama mafiosa es una excusa para llenar la serie de persecuciones, enfrentamientos violentos y momentos de tensión. Pero rodados según ese modelo Netflix que confunde el dinamismo con mover todo el rato la cámara y ofrecer un montaje muy picado porque sí, sin que haya un mínimo sentido del poder expresivo de la puesta en escena. Da igual que aparezcan estafadores vinculados al Barça, miembros corruptos de la Guardia Civil y una autoridad portuaria con modos de gángster. Mano de hierro no funciona en ningún caso como la denuncia de cómo se ha implantado el narcotráfico en Cataluña y qué intereses mueve. Pero tampoco como drama mafioso autóctono. Y, para variar, la primera víctima en la serie es el catalán.