Crítica de series

La espléndida serie sobre el 11-M que propulsa el talento de Pol López

'Nos vemos en otra vida' nos adentra en la trama asturiana del atentado terrorista de hace veinte años

3 min
Pol López y Roberto Rodríguez en la serie 'Nos vemos en otra vida'.
  • Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo para Disney+
  • En emisión en Disney+

Gabriel Montoya Vidal no tenía todavía 17 años cuando el 11 de marzo de 2004 estallaron toda una serie de bombas en trenes de cercanías de Madrid. Baby, así le llamaba su entorno, se había convertido sin saberlo en cómplice involuntario del mayor atentado terrorista cometido en territorio europeo. Formaba parte de la trama asturiana, el grupo de pequeños delincuentes de Avilés que facilitaron la dinamita necesaria para fabricar los explosivos en la célula islamista perpetradora de la matanza. Montoya es el protagonista de Nos vemos en otra vida, la espléndida serie de los hermanos Alberto y Jorge Sánchez-Cabezudo que, veinte años después del 11-M, nos adentra con rigor y sensibilidad neorrealista en esta historia secundaria de los hechos.

Los creadores de esta producción original de Disney+ parten de Nos vemos en esta vida o en la otra, el reportaje novelado de Manuel Jabois que recoge la entrevista que mantuvo con Gabriel Montoya en el 2015, cuando el asturiano ya había salido del centro de menores donde había sido ingresado y había rehecho en parte su vida. Cuenta el periodista en el prólogo del libro que lo que le interesó de Baby era la normalidad con la que acabó implicándose, aunque fuera de forma indirecta, en este horror abyecto. La idea conduce también a la serie. Nos vemos en otra vida no pretende explicar, al modo de un true crime, las claves y la sucesión de eventos que desembocan en el 11-M. Sino que se centra en plasmar este contexto de pequeña delincuencia semiorganizada por donde se mueve Gabriel y la relación que cueva con José Emilio Suarez Trashorras, el Minero, el cerebro de la trama asturiana. Para acabar reflejando como un chiquillo sin oficio ni beneficio de un barrio marginal de una ciudad obrera de Asturias acaba naturalizando su participación involuntaria en el asesinato de 193 personas. "Me arrepiento de lo que pasó, pero no de lo que hice", sentencia Gabriel en la serie.

La influencia de Alberto Rodríguez y Jacques Audiard

Nos vemos en otra vida retrata este contexto con un afán de realismo poco habitual en las series españolas, que recuerda al cine deAlberto Rodríguez o el del francés Jacques Audiard en su capacidad para combinar un cierto naturalismo con la tensión propia de un thriller criminal. Además de la esmerada descripción sin sensacionalismos de un submundo concreto, el punto fuerte de la serie está en las interpretaciones. Las de los dos actores que dan vida a Baby, el joven y debutante Roberto Gutiérrez desde una fresca espontaneidad y el más profesional Quim Àvila desde una medida profundidad. Pero sobre todo la de un Pol López con campo para demostrar que, con el mismo talento que te encarna el Raskólnikov de Crimen y castigo en el teatro, aquí, en el papel de Trashorras, te demuestra por qué deberíamos considerarlo nuestro Joe Pesci o Harvey Keitel. Martin Scorsese ha fijado como nadie en el cine las dinámicas que marcan el vínculo de un hombre joven que se deja deslumbrar y enredar por un adulto de carisma tóxico, un espejo evidente para representar la relación entre Trashorras y Montoya en la serie.

Alberto y Jorge Sánchez-Cabezudo marcaron un hito en la historia de las series con Crematorio (2011), la adaptación de la novela homónima de Rafael Chirbes que se convirtió en el primer ejemplo en el estado español de nueva ficción televisiva al modo del modelo marcado por HBO. Luego intentaron repetir infructuosamente el éxito con La zona, una muestra de ciencia ficción elevada que no acabó de cuajar. Nos vemos en otra vida, en cambio, repite y mejora los méritos de Crematorio. Una vez más nos regalan una espléndida muestra de ficción televisiva que ofrece un retrato impecable de un rincón oscuro de la sociedad española.

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