Periodismo

Lydia Cacho: "Soy una superviviente de tortura"

Periodista y activista

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Lydia Cacho, periodista y activista, fotografiada en el Hotel Catalonia Diagonal Centro  de Barcelona

BarcelonaLydia Cacho (Ciudad de México, 1963) ha dedicado toda su vida a destapar y denunciar las redes de tráfico sexual a través del periodismo. En 2005 publicó Los demonios del Edén, un libro en el que revelaba los nombres de los políticos y empresarios implicados en una red de pornografía infantil, que en España llegó en 2010 a las librerías de la mano de DeBolsillo. A raíz de su trabajo, Cacho ha sido amenazada de muerte y fue secuestrada y torturada. En 2019 se exilió en Madrid después de que un grupo de sicarios entrara en su casa y matara a sus mascotas. Desde entonces no ha podido volver a México. Ahora publica Cartas de amor y rebeldía (Debate, 2022), una biografía hecha de cartas, fragmentos de diarios y fotografías que reflejan cómo ha sido su vida.

¿Qué lo ha llevado a publicar ahora un libro en forma de biografía?

— Cuando los sicarios entraron en mi casa en 2019 y mataron a mis perras yo había salido solo con lo que llevaba puesto. No había cogido nada más y no podía volver. Me exilié en Madrid y seguí trabajando hasta que un día me enviaron las cartas, las fotografías y los diarios que tenía en mi casa de México. Hacía tiempo que mi editor me pedía que hiciera una biografía, hace 35 años que trabajo de periodista y él creía que ya tocaba. Esto coincidió con el hecho de que un compañero periodista me llamó unos meses antes para decirme que le habían encargado hacer mi obituario. Creí que ya era hora de explicar mi historia. 

¿Qué pensó cuando le dijeron que harían su obituario?

— En México es bastante habitual. Tengo un amigo colombiano que ha hecho obituarios de compañeros suyos que después han acabado matando. Que se lo pidieran era muy realista. Yo estaba muy amenazada, me habían atacado varias veces, se daban todas las condiciones para que hubiera mucho más peligro que antes.

Cuando era adolescente decidió irse de casa y hacer del periodismo su arma de lucha. ¿Qué la llevó a elegir el periodismo como vocación?

— Desde pequeña estaba convencida de que quería ser poeta. Con 16 años gané una beca literaria con el escritor Juan José Arreola. Durante aquel curso leí un poema mío y él cogió la hoja y la rompió delante de todo el mundo. Me dijo: "Nunca serás buena poeta porque estás demasiado preocupada por la realidad". Fue un choque. Y entonces fue cuando me encaminé hacia el periodismo.

En 2005 la secuestraron y torturaron en prisión. ¿Cómo se reencontró con esta experiencia?

— Es una experiencia que he explicado varias veces. Lo hice en el libro Memorias de una infamia (Debate, 2008) y en una obra de teatro que ahora está haciendo gira por España. Todo aquello lo tengo superadísimo, muy trabajado psicológicamente. Soy una superviviente de tortura, es así. Publiqué cosas que nadie más sabía y creo que estuvo bien hacerlo.

Cuando estaba trabajando, ¿creía que podía acabar así?

— No me imaginaba que fuera tal como pasó. Cuando empecé la investigación para mi programa de televisión ya recibía amenazas de muerte. Y cuando publiqué Los demonios del Edén sabía el nivel y la escalada de violencia que podía venir. Pero había más de 200 niños y niñas en aquella red criminal, no podía echarme atrás. Era consciente de que estaba haciendo algo profundamente peligroso. Nunca nadie había publicado antes un libro sobre explotación sexual infantil con los nombres de los gobernadores, de los empresarios multimillonarios, de los senadores implicados. Siempre se explica solo la historia de las víctimas, yo me atreví a decir: "He visto los vídeos y aquí están los nombres". 

¿Se arrepiente de algo?

— De nada. Estoy muy orgullosa de todo el trabajo hecho y de poder seguir hablando con algunos de los supervivientes. Han rehecho su vida y han podido salir adelante.

En el libro explica que una de las víctimas, Edith, la traicionó. La chica había sido víctima de abusos, pero decidió ponerse del lado de los abusadores. ¿Cómo lo gestionó?

— Fue uno de los grandes aprendizajes de mi vida. Cuando estás acompañando a las víctimas como periodista y activista, nadie te explica por qué hay tantas que se quedan atrapadas en el entorno del abusador y se convierten con el tiempo en abusadoras. Yo me sentía muy responsable de protegerlas y Edith me planteó muchas contradicciones, porque, por un lado, era víctima, pero, por el otro, ganó dinero con todo aquello y llevó a más niñas dentro de la red. Me cuesta muchísimo de entender. 

De todo el proceso periodístico, ¿qué ha sido lo más difícil?

— Lo que más me ha costado es conservar la sangre fría ante todos aquellos niños que tienen una valentía insospechada. Me han enseñado cómo tenía que cubrir aquello. Los niños con los que conseguí hablar me hicieron prometer que haría todos los posibles para meter en la prisión a los abusadores y allí adquirí un compromiso para el resto de mi vida. 

Pero no siempre se puede conseguir.

— Muchas veces no lo he conseguido, pero otras sí. Y me quedo con esto. Los primeros cuatro años que creamos el Centro Integral de Atención a las Mujeres, un refugio para las víctimas de explotación sexual, conseguimos encarcelar a más de 100 violadores. Pudimos dar atención jurídica a las víctimas de principio a fin. Esto me emociona mucho, saber que se puede conseguir.

¿Cómo ve la situación del periodismo en México?

— Cada vez está peor. Según el último estudio de Reporteros Sin Fronteras, más del 40% de los ataques a periodistas están impulsados por agentes del Estado. Por lo tanto, hay una parte de los políticos que quiere atacar a la prensa. Pero lo más peligroso es que el presidente de México se dedique a atacar y a desacreditar a los periodistas. Me siento triste y traidora por haberme marchado y haberme salvado. Una gran cantidad de periodistas asesinados eran amigos míos. Es una gran pena.

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