Si tienes que morirte, busca rápido un 'sex shop'

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El pescacliquismo es una pandemia que avanza sin cesar. Ni las agencias informativas se salvan, pese a no dirigirse directamente al público sino a los mismos medios. Leo un tuit de la agencia Efe que dice: "Un hombre de 77 años muere de un infarto dentro de un sex shop de Alicante". Planteado así, es inevitable montarse la película y especular que el individuo debió de poner su sistema circulatorio demasiado a prueba, dada la temática del establecimiento y su edad ya avanzada. Pero resulta que no. El hombre iba por la calle, se sintió indispuesto y entró en la primera tienda que encontró abierta, y que resultó ser el sex shop en cuestión. Podría haber sido una mercería, o una tienda de ultramarinos, si todavía existen. O probablemente una tienda de souvenirs, si el hombre en cuestión estuviera en Barcelona. Si el azar hubiera hecho que el establecimiento más cercano en el momento de sufrir el infarto hubiera sido un comercio dedicado a los artículos de pesca, las empanadas argentinas (indispensable especificar que son auténticas) o material de ferretería, el hombre no debería logrado sus quince segundos de fama –solían ser quince minutos en tiempos de Andy Warhol– como protagonista involuntario y ciertamente no querido de un titular llamativo. Nos gustan las historias, y es normal que los periodistas acabemos buscando un arco dramático para nuestras crónicas. Pero en este caso se ha tensado demasiado la cuerda y se ha querido hacer pasar esta no-noticia a golpes de ribot para que encaje en lo que, a menudo de forma eufemística, se acaban llamando "temas de interés humano".

Imagen de recurso de un 'sex shop' en Barcelona.

Álbum de titulares

"¿Qué tienen en común los ojos azules de JD Vance y las curvas de Sydney Sweeney? América añora la belleza clásica y la vuelo de regreso" (Evie Magazine)

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