Leo esta frase de Jeff Bezos en la que defiende su decisión de impedir –como ha sido tradición en el último medio siglo– que el Washington Post, que posee, se moje explícitamente por Kamala Harris o Donald Trump: “Los apoyos presidenciales no hacen nada por mover las balanzas de unas elecciones. Lo que sí hacen es crear una percepción de sesgo, de no independencia”. Es una afirmación más que discutible. Teniendo en cuenta el bombardeo de estímulos políticos que recibimos cada día por tierra, mar y Twitter, es cierto que poca gente decidirá su voto por un apoyo explícito de un diario. Pero es que la editorial no se hace pensando en un presidenciable en concreto, sino en el lector. Se trata de estructurar por qué se considera más adecuado a un candidato que al otro. Pero, sobre todo –y más aún en los tiempos polarizados que vivimos–, lanza un mensaje de mutuo reconocimiento y valores compartidos. El Washington Post se ha pasado meses publicando informaciones que evidencian el peligro que supone Trump para la democracia. ¿Qué sentido tiene ahora mostrar que no considera un candidato más adecuado para el cargo que el otro?
Ya hace tiempo que esta confusión badoca entre equidistancia e independencia ha dado alas a populistas de todo tipo para ganarse espacios mediáticos. Tratar depende de qué opciones políticas como si fueran una fuerza más no tiene sentido si su existencia amenaza frontalmente a la integridad de la democracia (que se sustenta en buena parte en una prensa libre). Es legítimo que Bezos tenga miedo a las consecuencias económicas para sus negocios de una victoria de Trump si elPostapoya a Harris. Pero si tanto defiende la independencia editorial como dice debería haberse aplicado la receta en esta ocasión y no interferir en lo que la redacción ya había decidido.