¿Seguro que tienen que decir "el Pelicot catalán"?
La noticia del violador de una niña de doce años tutelada por la DGAIA y los detalles de cómo la grabó sometiéndola a otros pederastas ha creado, en los medios de comunicación estatales, una comparación periodística inadecuada y con una fórmula comunicativa llamativa muy desafortunada. Cadenas como Cuatro y La Sexta han utilizado el concepto "el Pelicot catalán" para referirse al acusado. Lo vimos el jueves en En boca de todos, cuando el programa se preguntaba por los detalles de "la red de prostitución del Pelicot catalán". Ocurrió lo mismo en Noticias Cuatro, donde hablaban del hecho como "el caso Pelicot de Barcelona". En Más vale tarde repetían el recurso. No han sido los únicos. También lo han hecho emisoras de radio como la SER y todo tipo de medios digitales. Incluso la web de RTVE recurre, sorprendentemente, a ese concepto.
Es habitual que los casos más sórdidos y trágicos se etiqueten con un término que condense la historia. Normalmente se utiliza el nombre del acusado o de la víctima, el lugar en el que han transcurrido los hechos o algún elemento particular o del contexto que permite identificarlo rápido. En este caso, el hecho de que el acusado grabara a la menor con otras pederastas ha servido de excusa para utilizar el nombre de Pelicot, que nos remite al escándalo que se juzgó recientemente en Francia.
A pesar de que los dos casos son gravísimos y de una indudable atrocidad, compararlos lleva a desdibujar las historias. En el caso de Barcelona, la víctima es una niña de doce años, con el agravante de que estaba bajo la responsabilidad de la administración. Es importante subrayarlo porque de ninguna manera se puede considerar un detalle secundario el hecho de que se trata de un delito de pederastia que promovió toda una red de criminalidad a su alrededor.
La comparación es fruto de una impaciencia mediática por encontrar un escándalo similar al de Francia. Tras el impacto que provocó el caso Pelicot, cada vez que se utiliza ese nombre se provoca un estado de alerta en el espectador o en el lector. Pelicot se ha convertido en un reclamo, muchas veces morboso. Aplicarlo a crímenes posteriores es sesgar las historias, deshumanizarlas y convertirlas en simples etiquetas que se refieren a unas "prácticas" pero no a la tragedia personal ni a las implicaciones sociales que hay detrás. Es injusto también para Gisèle Pelicot, la víctima que lleva el mismo apellido.
El aspecto desafortunado es la segunda parte del término. El adjetivo catalán para singularizar el nuevo caso. Si esto hubiera ocurrido en Madrid es difícil imaginar que los medios de comunicación estuvieran hablando del "Pelicot madrileño". Es el centralismo español el que se permite la frivolidad de etiquetar geográficamente todo lo que ocurre en la periferia del Estado. También es poco probable que se hubiera utilizado la fórmula del "Pelicot castellanoleonés" o el "Pelicot manchego". La osadía de hablar del "Pelicot catalán" delata no solo un periodismo muy sensacionalista sino un criterio ranciamente español.