'La Vanguardia' se lleva al Gobierno en peso a hacerse una foto
La fotografía es tirando a fealdad: dieciocho personas poniendo y mirando a cámara —la mitad de ellos sin saber dónde poner las manos— para formar parte del enésimo retrato de familia de políticos. Dado que el fondo era un interior sin ningún elemento atractivo, el fotógrafo estaba vendido a las servidumbres del formato. Pero lo que le falta de estética le sobra de significación. Las dieciocho personas en cuestión son el presidente de Catalunya y sus consejeros, además del secretario de Govern, y el único lugar donde suelen coincidir es en el Palau de la Generalitat el martes, cuando celebran el Consell de Govern. En cambio, en esta ocasión están todos en el Foro Vanguardia, interrumpiendo sus agendas políticas por no dejar el diario del Grupo Godó sin ningún cromo de la colección. Insisto: no tiene la fuerza gráfica para convertirse en una imagen icónica, pero semióticamente resulta potente.
Con esta foto de portada, La Vanguardia comunica su capacidad de relacionarse exquisitamente con el poder, sea del color que sea. Es un modelo que, a la vista de sus 140 meritorios años de historia, le ha funcionado. La proximidad excesiva con el poder que deberías fiscalizar podría comportar un coste, pero el diario ha sabido capear esa contradicción y, al final, la élite siempre ayuda a la élite. Más preocupante es lo que Isla dice en el país con esta estampa. Supeditar, aunque sea por una hora, toda la acción del Gobierno en satisfacer el deseo de un medio privado de hacerse la foto y completar el álbum entero de una manchada parece una frivolidad y una declaración de intenciones a el resto del panorama comunicativo. ¿Estarán tan disponibles los consejeros, por ejemplo, para una solicitud de entrevista en el resto de medios? No recuerdo que en TV3, siendo pública y teniendo una audiencia mucho mayor, ningún presidente de la Generalitat haya puesto a todos sus consellers en un minibús, rumbo a Sant Joan Despí.