Música

30 años sin Kurt Cobain: "Nos daba igual de que fueran las canciones, sólo mirábamos que no fueran sexistas"

La aparición de Nirvana se estrenó en los años noventa con un cambio de hegemonía musical y generacional: el grunge y la generación X. Recordamos a su líder tres décadas después de que se suicidase en Seattle

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Nirvana en concierto en Dun Laoghaire, una ciudad costera suburbana del condado de Dublín, Irlanda, 21 de agosto de 1991

BarcelonaEs mejor quemar que apagarse lentamente. Kurt Cobain tuvo buen gusto incluso escribiendo notas de suicidio. De ahí que incluyera esta cita de Hey hey, my my (into the black), de Neil Young, a la suya. El 8 de abril de 1994 hacía tres días que el cadáver del cantante de Nirvana, el gran icono juvenil estadounidense de la primera mitad de los años noventa, yacía sin vida en el suelo de su casa de Seattle. El cuerpo lo encontró un electricista que pasaba a realizar un trabajo rutinario. Se había disparado un disparo en el corazón ya su lado había una escopeta y una carta dirigida a su familia. La cerraba con una última demanda: "Paz, amor y comprensión". Cobain había puesto punto y final cogiendo el atajo más rápido.

Como Nick Drake, Ian Curtis o Del Shannon, no soportó la presión, ni los problemas derivados de la salud mental y las adiciones, ni una infelicidad prácticamente crónica que le acompañó desde que era un niño. Aunque parezca mentira hablando de un joven de 27 años, la muerte del cantante de Nirvana no cogió a nadie por sorpresa. Un mes antes de matarse, la estrella sufrió una sobredosis de analgésicos en Roma, donde su grupo debía dar un concierto. Tomó cincuenta pastillas y pasó a la capital italiana por casualidad, porque esa gira estaba siendo un desastre.

Desmejorado, deprimido y consumido por la heroína, Cobain deambulaba por el continente como un alma en pena. Hacía poco había actuado en Barcelona, ​​donde sólo había salido del hotel para tocar en el Palau d'Esports. "Apenas se podía mantener de pie en el escenario", explicaría años después el promotor de esos conciertos, Gay Mercader. Su esposa, Courtney Love, explicó a Rolling Stone que Kurt le hizo una llamada telefónica mientras estaba en España. No paraba de llorar: "Lo odiaba todo y todo el mundo". El fin era cuestión de días.

A la izquierda, Kurt Cobain con Courtney Love y con su hija en los premios MTV de 1993.

Una bicicleta o una guitarra

"La gente no merece saber nada de mi vida, no es su jodido problema", explicó el cantante en 1993 a Michael Azerrad, el único biógrafo oficial de Nirvana. Nacido el 20 de febrero de 1967 en Aberdeen, una ciudad obrera de 17.000 habitantes a un par de horas en coche de Seattle, Kurt Cobain no tuvo una infancia idílica. Todo lo contrario. Hijo de un mecánico y una secretaria, su familia tardó poco en desestructurarse. "Mi padre me pegaba demasiado a menudo, siempre se avergonzaba de mí", confesaba el músico a Come as you are, la biografía del grupo. El divorcio de sus padres fue la rampa de salida. Aquella rotura convirtió a un muchacho extrovertido y risueño en una personalidad más bien sombría.

Cuando tenía catorce años su tío, Chuck, le dejó a escoger regalo: una bicicleta o una guitarra. Se quedó una imitación de Fender Stratocaster destartalada que le cambió la vida. Sería una de las tres decisiones que marcarían definitivamente su personalidad respecto a la música. Las otras dos fueron hacerse amigo de Krist Novoselic, con quien coincidía en el Abeerden High School, y con veinte años afincarse en Olympia con Tracy Marander, su novia del momento. Con Novoselic empezaría Nirvana, en el año 87, y en Olympia entraría en contacto con una escena punk e independiente que le fascinó, especialmente la figura de Calvin Johnson, el histórico miembro de Beat Happening y fundador de K Records. Cobain se formó una forma alternativa de entender el negocio, fundamentado en la independencia artística, la validación de la baja fidelidad y la oposición frontal a lo que la industria consideraba que debía ser una estrella del rock. La influencia de Johnson sería tan grande en Cobain que se tatuaría el logotipo de su sello en el antebrazo.

Una Fender Stratocaster del líder de Nirvana.
Corto Cobain en una imagen de 1990.
Retrato del cantante y guitarrista Kurt Cobain del grupo de grunge estadounidense Nirvana en Shepherd's Bush, Londres, octubre de 1990

A Nirvana le costó poco hacerse un nombre en la escena local. Un año después de empezar ya habían publicado su primer sencillo y eran habituales teloneros de grupos que adoraban, como Melvins y Mudhoney. Luego completaron su formación clásica, con la entrada de Dave Grohl en la batería, y presentaron en sociedad su primer disco, Bleach, un trabajo que mezclaba las guitarras pesadas del rock duro y los medios tiempos del posthardcore con letras que destilaban ira y negatividad. "Nos daba igual de que fueran las canciones, solo mirábamos que no fueran sexistas ni dieran vergüenza", declararía Cobain años después en la revista Spin. Todo iba rodado por el trío de Seattle: eran considerados el grupo de rock alternativo más prometedor de Estados Unidos y acababan de fichar por una multinacional. El cielo era su límite, pero nadie previó la magnitud de lo que vendría.

Una frase en la pared

El Kurt huele a espíritu adolescente. O en inglés: Kurt smells like teen spirit. De una broma de Kathleen Hanna, de Bikini Kill, que pintó esa frase en la pared del comedor de casa, salió la canción que cambió todo. El 27 de agosto de 1991 sonó en la radio por primera vez el nuevo sencillo del segundo álbum de Nirvana, Nevermind. Llevaba por título Smells Like Teen Spirit y se acompañaba de un videoclip dirigido por Samuel Bayer. Inspirado por el Rock 'n' Roll High School de los Ramones, recreaba la actuación del grupo en el gimnasio de un instituto americano, con cheerleaders incluidas. Lejos de buscar una ambientación amable, aquí todo era nublado, oscuro y rabioso.

No fue una decisión improvisada: Nirvana fue el principal símbolo de una nueva tendencia de la cultura de masas estadounidense. La industria se fijó en el perdedor, en quien no era la reina del baile. En definitiva, en un nicho enorme de chicos y chicas que no se identificaban con discursos amables, ni corporativistas. Hacía años que la cultura underground norteamericana, a través de las radios universitarias y de escenas como la de Washington DC, con bandas como Minor Threat o Fugazi, o Olympia (Beat Happening y el movimiento Riot grrrl) articulaban prácticas y discursos alternativos a las formas de hacer de las grandes multinacionales. Había llegado el momento de que el negocio musical intentara asimilarlo y hacérselo suyo, y Nirvana, que venían de allí, encontraron un filón. Pixies y Sonic Youth ya empezaban a sonar en las cadenas comerciales, pero Smells Like Teen Spirit fue la gran puerta de entrada de la música indie en cada rincón de Estados Unidos.

Fomentado en la potencia de aquel videoclip, dicen que el más visionado en la historia del MTV, Nevermind fue uno de los álbumes de mayor éxito de siempre. Hoy en día ha vendido 30 millones de copias en todo el mundo y es considerado uno de los discos más influyentes de la historia de la música pop. De la noche a la mañana, Kurt Cobain, un tipo frágil y débil mentalmente, era el icono de una generación que iba mucho más allá de unas canciones. En él se simbolizó el cambio de tendencia, de las luces de neón de los ochenta, al pesimismo de los noventa. "No tengo respuestas por todo, no quiero ser el portavoz de nadie", decía un Cobain claramente consciente de que todo aquello le iba mayor. Pero la industria le había escogido. Su figura, bella e inestable, dirigía lo que se llamó Generación X, con una estética dejada y una música determinada: el grunge, un nuevo género surgido a caballo entre el posthardcore, el rock duro y el pop.

Cobain durante la sesión de fotos de la famosa portada de Nevermind, en la que en la que un bebé nada persiguiendo un billete de veinte dólares.

El ocaso de una estrella

Era un peso demasiado grande, tanto que aceleró una rápida caída en el abismo. Lejos de asimilar la nueva realidad, Cobain se cerró cada vez más. Detestaba todo lo que suponía que debía ser una rock-star, encarnado entonces en Axl Rose, de los Guns N' Roses. Poco antes de la salida de Nevermind, el cantante reconocía: "No estoy preparado para ser una estrella, y si esto ocurre, destruiré el grupo". Hablaba metafóricamente, pero lo que lo aniquiló fue la heroína. Aunque el músico había consumido esporádicamente antes de ser famoso, la voluntad de aislarse de la realidad y unos dolores estomacales crónicos le hicieron adicto. Absolutamente enganchados al caballo, tanto él como su esposa, Courtney Love, vocalista de los Hole, fueron de escándalo a escándalo. Y no hablemos de hechos superficiales: su hija, Frances Bean Cobain nació con un alarmante síndrome de abstinencia, y se les retiró la custodia cuando apenas tenía meses de vida.

La salud mental y las adiciones le habían destruido, pero la música seguía siendo una salvación. No sólo seguía haciendo discos notables (In utero) y conciertos que abrirían Nirvana a nuevos públicos (como el clásico concierto acústico para MTV en Nueva York), también era un prescriptor musical de primer orden, recomendando grupos underground, fuera llevando sus camisetas o haciendo versiones. Grupos como BMX Bandits, Fliper, Daniel Johnston, o The Vaselines se hicieron conocidos universalmente gracias a él.

En plena gira de su tercer álbum decidió poner fin a todo ese sufrimiento. Irónicamente, ese chico que no quería ser una estrella del rock se suicidó a los 27 años, adicto, deprimido y dejando un agujero insustituible. Nada más de estrella del rock que eso. Muerto el cuerpo, nace la leyenda: la vigencia de Cobain se ha mantenido viva 30 años después debido a su influencia en la música pop y la terquedad a mantenerse independiente, sin embargo. La suya es una historia de gloria y derrota, pero también la del símbolo de una generación de músicos que vio posible triunfar desde abajo, haciendo las cosas a su manera. No estuvo ni cuatro años en primera línea mediática, pero le valió por ser el gran mito de los noventa. Así de carismático y talentoso fue Kurt Cobain, uno de los grandes nombres de la cultura popular del siglo XX.

Tres formas de conocer la vida y obra de Kurt Cobain

1.
Un documental

'Live! ¡Tonight! Sold out!'

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Es plausible que Nirvana sea el grupo musical de los noventa que haya generado más películas documentales a causa del impacto de su obra y del trágico final de su cantante. Las hay magníficas para seguir la faceta más personal del Kurt Cobain, especialmente About a sueño, de Michael Azerrad. Pero si hay uno que muestra la filosofía musical de Nirvana es Live! ¡Tonight! Sold out!, una recopilación de imágenes de conciertos, entrevistas y actuaciones televisivas durante la gira de Nevermind. Su animadversión a la prensa ya las entrevistas queda patente y se intercala con actuaciones brutales en directo. Un documental que desprende electricidad, adrenalina y actitud.

2.
Un libro

'Come as you are'

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La gran biografía de Nirvana es este libro publicado en castellano por la editorial Contra. El hecho de estar escrito por Michael Azerrad, quien mejor retrató la escena punk y hardcore de los años ochenta y noventa en Estados Unidos, es clave para conseguir que el grupo se abra en canal, sobre todo teniendo en cuenta que los de los periodistas era un gremio que el trío detestaba. Ésta es la gran biblia del grupo, una historia veraz y exhaustiva que repasa toda su trayectoria y manera de ver y entender la música. Tan potente como Kurt Cobain destruyendo una guitarra en el escenario.

3.
Un disco

'Nevermind'

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No por obvio es menos evidente. El álbum de Nirvana que todo el mundo debe escuchar es Nevermind, un terremoto de canciones melancólico y salvaje, un trabajo absolutamente rompedor y majestuoso. Acostumbrado a los primeros puestos de mejores discos de todos los tiempos, es un compendio perfecto del que sería la música indie de los años noventa: melodías y estribillos perfectos acompañados de guitarras duras y medios tiempos pesados ​​y dolorosos. Aquí hay himnos inmortales: In bloom, Drain you, Breed, Come as you are, Polly, Lithium, Territorial pissings, Something in the way, Smells Like Teen Spirit... En 2024 todavía suenan igual de potentes que en la época.

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