El análisis de Antoni Bassas: 'Derechas, izquierdas y pisos'

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Juntos votó contra la regulación de los alquileres de temporada. Lo hizo a última hora, porque había anunciado que se abstendría en la votación, y lo hizo junto a PP y Vox. Se trataba de cambiar la Ley de Arrendamientos Urbanos, a partir de una propuesta que ha pensado el Sindicato de Inquilinos y había presentado Sumar. La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, justificó el voto en contra argumentando invasión de competencias de la Generalitat y diciendo que regular los alquileres es ineficaz para bajar los precios. Pero ese voto en contra ha hecho mucho ruido. Mucho. Para empezar, le provocó una protesta del Sindicato de Alquiladoras en la puerta de la sede de Junts con gritos como “Míriam Nogueras desahucia inquilinos” o “PP, Convergència, no hay diferencia”. Esto, en la calle. En el Congreso, Gabriel Rufián, siempre interesado en remarcar que ante todo Esquerra Republicana es de izquierdas, hizo la frase del día: “Pues hay un fantasma que recorre este hemiciclo. Es el fantasma de la derecha y la ultraderecha, un bloque nuevo que se está conformando. PP, Vox y Junts”.

Juntos traerá esta llufa de haber votado en contra de la regulación del alquiler toda la vida, que refuerza a otra que ya le han colgado desde hace tiempo, según la cual es un partido de derechas, vamos, que es en Catalunya lo que el PP está en España.

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¿Por qué Junts hace todo esto? Juntos, como antes Convergència, es un partido que se define por el eje nacional, no por el eje social, capaz de pactar con el PP y con el PSOE, aunque por sus políticas y sus votaciones los conocerá y sabrá que tira hacia una posición ideológica liberal conservadora con toques de socialdemocracia cuando conviene.

Ahora, sin embargo, su prioridad es otra: hacer notar a Sánchez que aún no ha terminado de cumplir nada de lo que le prometió cuando Junts le hizo presidente: ni el catalán en Europa, ni, sobre todo, la amnistía, porque el líder del partido todavía está en el exilio. Por tanto, Junts piensa hacer valer sus votos de forma imprevisible ante un PSOE que es el rey de dar por supuesto que tiene una mayoría absoluta. Lo PNV hace lo mismo, pero no se nota tanto.

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El problema de esta estrategia llega cuando toca a la gente directamente, como en la votación de los alquileres de ayer. Ve a explicar a alguien que quiere alquilar un piso y se encuentra (es el caso de Barcelona) que más del 40% de la oferta de pisos de alquiler son de temporada (contratos de tres meses a un año) y que esta modalidad, distinta del alquiler permanente (de mínimo cinco años), se está imponiendo cada vez más en el mercado inmobiliario porque el beneficio para el propietario es mayor.

Juntos tiene un problema, sí, pero el problema de la vivienda la tenemos todos, incluso aquellos que no tienen problemas de vivienda. Vivir en un hogar digno es un derecho fundamental. Es una cuestión de dignidad, pero también de futuro de la sociedad, de natalidad, de proyecto de vida para la gente que quiere irse de casa a los padres y no puede y piensa que nunca podrá, como si fuera una condena. Cuando el agravio social es tanto a flor de piel, Junts no ha calculado bien las consecuencias de su voto.

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Ahora bien, la solución a los problemas de la vivienda no son sólo las leyes, sino que se necesitan más pisos. Más oferta. Y de la falta de oferta son responsables todos los partidos que han gobernado. El PSOE ha gobernado durante 27 años en España. La ciudad de Barcelona ha tenido un gobierno de izquierdas durante 41 años, de los 45 de democracia. La Generalitat ha tenido a presidentes de izquierdas durante 10 años. Hombre, parece que la responsabilidad por que el problema de la vivienda nos haya estallado en la cara debe ser compartida, y en eso no han estado bien ni derechas ni izquierdas.

Por último, esta mañana Salvador Illa ha recibido en el Palau de la Generalitat uno de los sus antecesores, el convergente Artur Mas. Claro que el encuentro del día, hoy en la mayoría de portadas, es la de ayer en la Zarzuela. Felipe VI recibe a Salvador Illa. Nueve años después de que fuera Mas, y que no fueran Puigdemont, Torra ni Aragonès, un presidente de Catalunya pidió audiencia al rey.

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Isla está buscando ocupar el carril del medio: un socialista cristiano, catalanista y pragmático, que tanto recibe a Pujol como saluda al rey, como si fuera de un determinado tipo de convergente o de la Unión Democrática de Duran Lleida, tranquilo porque sabe que el flanco del voto izquierdista se lo cubre Sánchez. Isla ha olfateado el ambiente. Ha visto cansancio independentista y ganas de normalidad entendida a su modo autonómico. Con ese perfil educado y aburrido, busca ser un presidente difícil de batir.

Buenos días.