El análisis de Antoni Bassas: 'La gente en la Diada "ni se desespera ni se hace ilusiones"'

Es muy maduro, muy adulto, y al mismo tiempo es triste. La gente está ahí, y Esquerra, Junts y la CUP no siempre han estado, pero en vez de devolver con unidad la gran solidaridad y generosidad de la que han sido objeto, se han dividido como si la independencia ya estuviera hecha

Después de una década de Diades con manifestaciones millonarias en las calles, el presente no resiste la comparación. Si nos contamos, la comparación con el pasado reciente es elocuente:

Del millón ochocientos mil que llenaron la Diagonal y la Gran Via en el 2014 a los 70.000 de ayer. Pero no era necesario contar manifestantes para saber que el independentismo ha perdido apoyos públicos. Por ejemplo, el apoyo que se expresa en votos. El presidente de Catalunya se llama Salvador Illa y es socialista y pone la bandera española en las reuniones en Palau. O sea que el cambio de ciclo ya podíamos darlo por supuesto mucho antes de saber cuánta gente saldría ayer a la calle.

Y sin embargo, ayer salió bastante gente a la calle, dadas las circunstancias. Salieron de una forma más tranquila, menos urgente, más que decir que todavía están ahí y que toda la represión y toda la división no les han derrotado. Por eso es excelente este titular de nuestro jefe de política, Aleix Moldes: "Una Diada sin peleas (ni proyecto compartido)". Y aún así, Òmnium y ANC leyeron un manifiesto conjunto, y miles de personas volvieron a salir a las calles del país.

¿Con qué ánimo? Déjenme que les lea esto. “Me hago crees de ver lo suficientemente esteladas y camisetas oficiales para desencadenar un flashbac. No es sólo que haya muchísima más gente de la que se esperaba: es el tono. Nunca habría dicho que me encontraría una alegría simple y tranquila”.

Lo firma Joan Burdeus en la crónica que publicamos hoy. Y añade: “La mayoría impenitente de jubilados se mezcla con un número dignísimo de adolescentes y, aunque el conjunto se ha reducido en términos absolutos, la proporción es indistinguible de la de los grandes días y desmiente al cliché que ahora sólo es cosa de viejos. El gentío no se puede comparar con el del 2017, claro, pero la sensación es que no hace falta porque ya nos entendemos todos”. Y esa frase que lo resume a la perfección: “Los manifestantes leen perfectamente el ambiente y ni se hacen ilusiones ni se desesperan. Es como si dejar de votar a los partidos independentistas a cualquier precio hubiera liberado algo de tensión”.

"Ni se hacen ilusiones ni se desesperan". Pero están ahí. El hecho de que no haya un objetivo inmediato en el calendario, que no tenga que pasar nada con inminencia que pueda cambiar las cosas, que no haya ningún récord a batir ni ningún día histórico que nos dé la vuelta la vida le da a la reclamación independentista un aire de mayor solidez, curiosamente. Puede parecer una paradoja, pero el hecho mismo de que muchos independentistas hayan dejado de votar a Esquerra, Junts oa la CUP, los ha liberado, pero no por desentenderse de la idea de la independencia, sino por sentirse vinculados a estrategias que ya ven que han sido cortas de miras.

Y esto es muy maduro, muy adulto, y al mismo tiempo es triste. La gente está ahí, y Esquerra, Junts y la CUP no siempre han estado allí. Y todos han pagado un precio, especialmente Esquerra y juntos, con encarcelados y exiliados, pero en vez de devolver con unidad la gran solidaridad y generosidad de la que han sido objeto, se han dividido como si la independencia ya estuviera hecha.

Una Diada se mide por la cifra y por el tono. La cifra es baja. El tono es clarividente. El mensaje del Onze de Setembre de 2024 es para Esquerra, Junts y la CUP: no habéis estado a la altura de lo que esperábamos de vosotros.

Buenos días.

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