El análisis de Antoni Bassas: "¿La luz subirá un 25% y no saldremos a la calle?"

Hoy es el día en el que pagaremos más cara la luz en toda la historia. El agosto de 2021 habrá sido el mes con la luz más cara de la historia. El precio al que pagamos la electricidad (y la gasolina) ha subido tanto que ha arrastrado la inflación y ha alcanzado el 3,3%

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Hoy es el día en el que pagaremos más cara la luz en toda la historia. El agosto del 2021 habrá sido el mes con la luz más cara de la historia. El precio al que pagamos la electricidad (y la gasolina) ha subido tanto que ha arrastrado la inflación y ha alcanzado hasta el 3,3%.

Es la inflación mensual más alta de los últimos nueve años. O sea, que desde 2012 los precios no subían tanto en un mes concreto. Y que en agosto hayamos batido un récord no significa que el precio no vuelva a subir ahora en septiembre o los próximos meses. Con un agravante: no se trata solo de que paguemos más cara la luz, sino que si los sueldos y las pensiones están vinculados a la inflación, con una subida como esta todos seremos más pobres y todavía costará más pagar las pensiones o el sueldo de los funcionarios y que nuestras empresas exportadoras produzcan mercancías a precios competitivos.

Está claro, pues, que el precio de la luz es estratégico, porque determina el precio de otros muchos bienes y servicios y tiene la capacidad de influir en todo el ciclo de la economía.

La situación es tan urgente que ayer compareció oficialmente en el Congreso la ministra de Transición Ecológica española, Teresa Ribera. Con todo el mundo del sector de la energía con los que he hablado me ha dicho que Teresa Ribera es una política preparada para el cargo. Piensen que en 2004, ya hace diecisiete años, era la directora de la Oficina por el Cambio Climático española y que ha ocupado cargos internacionales en el campo del desarrollo sostenible. Sabe de qué habla y no se esconde, como lo prueba el hecho de que ayer compareció a petición propia. Pero su comparecencia resultó decepcionante. Duró más de tres horas y media y se puede resumir así: el gobierno español no puede bajar el precio de la luz porque depende de leyes europeas y haremos una comisión en el Congreso para estudiar el tema.

Ciertamente, la norma es europea, pero España es uno de los países de la Unión (o el primero) donde los costes de producción de la energía más los acaba pagando directamente el consumidor. Y el caso es que la ministra Ribera admitió que el recibo de la tarifa regulada subirá un 25% este año.

Hoy, en el editorial del ARA ya decimos que entender cómo funciona el mercado energético es muy complicado (excepto el resultado final, que es muy fácil de entender: al final paga usted). Pero explicamos un abuso típico de las eléctricas: la luz se puede fabricar con energía nuclear, con el agua de los pantanos, con el viento, con el sol o con el gas. Cada fuente de energía tiene un precio según su coste de funcionamiento, la demanda de los consumidores y también el grado de contaminación que genera. Cuanto más contamina, más cara es. Cuando hay mucha demanda, primero entran las energías más limpias y a medida que hay más necesidad, las más contaminantes. Pero al final el precio que cuenta es el de la última que ha entrado, que siempre es la más cara. Por eso se dan estas subidas tan importantes. Las eléctricas se están beneficiando, y mucho, de este sistema, porque tienen lo que se conoce como beneficios caídos del cielo, es decir, que cobran algunas energías limpias a precio de sucias y la diferencia se la quedan ellas. Lo que se produce con viento o con el agua de los pantanos se acaba cobrando a precio de gas. Y la hacen, esta trampa. Producen más energía hidroeléctrica de la que sería sostenible para los pantanos y las cuencas hídricas para poderla cobrar al precio más alto (hoy mencionamos en el ARA el caso de Iberdrola). O sea, vacían pantanos porque saben que esa luz la podrán cobrar al precio más alto.  

Por eso, ayer, la ministra dijo, refiriéndose a la práctica de bajar el caudal de los ríos al mínimo:

Sí, en un mundo ideal la empatía social cotizaría en bolsa, pero las cotizaciones acostumbran a depender de los beneficios o de las expectativas de beneficios, y no siempre tienen que ver con comportamientos éticos.

Miren, el sector energético es en España un poder en la sombra, como lo prueba que tres presidentes del gobierno –Calvo Sotelo, Felipe González y Aznar– acabaran en el consejo de administración de una energética y, detrás suyo, un montón de ministros y secretarios de estado. Y estas puertas giratorias ya explican el poco interés que han tenido los gobiernos del PP y del PSOE para vigilar los excesos. El economista Miquel Puig lo explica hoy en un artículo en nuestras páginas: la regulación del precio de la luz, esencialmente con la ley de Josep Piqué de 1997 (entonces ministro de Industria y Energía), se asienta sobre el principio absurdo de que las empresas eléctricas pueden regular el precio ellas solas. Una frase de aquella ley lo deja claro: “No se considera necesario que el Estado se reserve el ejercicio de ninguna de las actividades que integran el suministro eléctrico. Así, se abandona la noción de servicio público”. Entre otras cosas, la electricidad va cara porque nos hemos creído las fantasías del neoliberalismo.

Así las cosas, ¿el precio de la luz subirá un 25% y no saldremos a la calle? ¿Dónde están los sindicatos y las patronales? 

Un recuerdo para los exiliados y para los represaliados. Y que tengamos un buen día.

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