El análisis de Antoni Bassas: 'Pelicot y el atávico pacto de silencio no escrito entre hombres'

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De la forma que han caído este año Nadal y Sant Esteve, hoy viernes 20 de diciembre tiene aires de ser el último día plenamente laborable del año 2024.

Y la actualidad del día es como una escudilla navideña donde encontraremos todos los gustos del año. Por ejemplo, la mala salud de hierro del gobierno de Pedro Sánchez, que ayer logró pactar su "paquete fiscal", pero Junts, PNV, PP y Vox rechazaron el impuesto extraordinario a las empresas energéticas. Juntos ya dijo que no se sentía parte de ningún blog, y que iría votación a votación. Obviamente, es una forma de subir el precio de sus votos y de decirle a Sánchez que se implique en la amnistía, la financiación o la lengua, y de decir al electorado más liberal conservador del país, donde hay muchos intereses económicos, que Junts puede ser, también, lo que fue Convergència: business friendly, partidaria de menor presión fiscal y una ventanilla atenta a las necesidades de la pequeña, media y gran empresa.

En el caldo de hoy teníamos más ingredientes conocidos: La Guardia Civil no ha encontrado ningún mensaje en el teléfono del fiscal general sobre la pareja de Ayuso, ni correo relevante. También cabe decir que en la Fiscalía borran periódicamente los mensajes por protección de datos.

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Mientras, el CNI estuvo espiando el teléfono móvil del presidente Pere Aragonès sin permiso del Tribunal Supremo a través del programa informático Pegasus. Esto duró un año. Durante el 2018, el CNI fue por libre porque la autorización del Supremo no llegó hasta julio del 2019. Lo confirma un análisis de la policía científica de los Mossos. ¿Imputarán la entonces directora del CNI, Paz Esteban, que ya fue destituida?

O sea, que acabamos el año hablando de gobiernos en minoría, de votaciones que cuelgan de un hilo, de espías, fiscales y guerras sucias políticas mediáticas y judiciales.

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Claro que, hoy, la noticia tiene nombre de mujer: Gisèle Pelicot. Su marido ha sido condenado a 20 años de cárcel y los 50 violadores probados han recibido penas de entre 3 y 15 años. Los hechos, que seguro que conocen, son un horror interminable: Estamos hablando de una mujer violada. Violada por su marido. Violada por su marido con sumisión química. Violada por su marido por sumisión química durante 10 años. Violada por su marido por sumisión química durante 10 años y por decenas de hombres más, invitados por su marido, que además lo grababa todo.

Hay unanimidad a la hora de considerar que la frase que resumirá este horrible caso para la historia será el de "la vergüenza ha cambiado de bando", y de eso no cabe duda. Pero merece la pena que pensemos, especialmente los hombres, qué pacto de silencio no escrito (no escrito durante siglos y siglos, porque la dominación sexual del más fuerte era "normal"), ha permitido estas violaciones continuadas, y cuánta gente lo sabía y calló y no lo denunció, aunque no participara. Y fijémonos: no estamos hablando del violador encapuchado en una esquina sórdida y oscura, sino de una violación dentro del matrimonio de una pareja estable destinada a durar muchos años. Por eso hoy acabamos con dos ideas de Gisèle Pelicot, expresadas ayer a la salida del juzgado, cuando acababa de pronunciarse la sentencia. La primera: "He querido, abriendo las puertas de este proceso, que la sociedad se hiciera sus debates. No lo he lamentado en ningún momento". Y la otra: "Confío en nuestra capacidad colectiva para encontrar un futuro mejor en el que hombres y mujeres puedan convivir armónicamente con respeto mutuo". Ojalá.

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Buenos días.