El análisis de Antoni Bassas: 'Ultimátum de Izquierda y plan de viaje de Puigdemont'

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La noticia de portada en todo el mundo es que el presidente Biden se ha retirado de la campaña electoral y no se presentará en la reelección.

La retirada de Biden es alivio humano, porque hacía sufrir con sólo verlo y oírlo, y es, por fin, la respuesta a una pregunta que todo el mundo con dos dedos de frente se hacía: en un país de 333 millones de personas, no hay ¿nadie más que pueda presentarse? A Biden le han acabado convenciendo no tanto los mensajes más o menos disimulados de los suyos como las evidencias: Trump le estaba superando en las encuestas y su recaudación era tan baja que ya casi podía decirse que no tenía ninguna oportunidad.

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Biden ha apoyado a su vicepresidenta, Kamala Harris, para que sea la candidata demócrata. Harris iba mejor que Biden a las encuestas para enfrentarse a Trump, lo puede hacer mejor entre los votantes mujeres, negras y jóvenes, y puede asumir el dinero recaudado por Biden, porque ya iba a su candidatura. Obama, que en el 2016 prefirió a Hillary y no a Biden para enfrentarse a Trump, y perdió, no ha apoyado explícito a Harris. Se supone que buscan darle algo de épica a esta candidatura de rebote, que ella se gane la nominación a la convención dentro de un mes en Chicago y que no parezca que le han puesto a dedo. Ahora, hay que construir un discurso, porque en cuatro años de vicepresidenta, no se le ha oído, ocultada tras Biden.

Todo va rápido: no hace ni un mes del debate con Trump que hundió a Biden, hace nueve días del atentado fallido contra Trump, y ahora Biden se deja. La política, en todo el mundo, parece realizarse de acuerdo con los giros de guión de las series. Al parecer, en 1968, el presidente Johnson, que ya había llegado a la Casa Blanca por el asesinato de John Kennedy, anunció que no se presentaría a la reelección un 31 de marzo. Cuatro días más tarde asesinaron a Martin Luther King, dos meses más tarde asesinaron a Robert Kennedy, que ya tenía ganada la nominación para la presidencia. En agosto hubo la convención demócrata en Chicago (al igual que ese año), que fue tumultuosa por la Guerra de Vietnam. Y en noviembre, en las elecciones, ganó Nixon, que seis años más tarde dimitió de presidente por el caso Watergate. La aceleración histórica no es ahora.

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Hablando de escenarios inciertos, hoy publicamos que los Mossos han querido saber cuáles son los planes de Puigdemont para su vuelta, de la que, obviamente, Puigdemont no ha dado pistas, más allá de asegurar que estará en el Parlament, en Barcelona, ​​para el primer debate de investidura que se convoque. Lógicamente, para ello, debería burlar al dispositivo policial que intentará impedir que entre en España sin ser puesto a disposición de la justicia, primero para detenerle y quién sabe si para encarcelarle. Puigdemont y su entorno han hablado, imaginado, descartado y planeado cómo podría ser este estribillo.

Su vuelta impactará de lleno en las negociaciones y/o el acuerdo entre ERC y PSC. Hoy en un artículo en La Vanguardia, firmado por Marta Rovira, entre otros dirigentes republicanos, Esquerra se dirige al PSC para avisarle de que o existe "un paso adelante decisivo hacia la soberanía fiscal o no habrá ningún acuerdo de investidura posible". Y recuerda que "quedan menos de dos semanas para el plazo que hemos fijado para conseguirlo". La incertidumbre no es cosa de los americanos, sólo.

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Buenos días.