Más allá de Biden: ¿qué hará ahora el Partido Demócrata?
La última convención abierta de los demócratas fue en 1968, una votación caótica que condujo a una derrota contra Nixon
BarcelonaEl 8 de julio James Carville, el jefe de campaña del presidente Bill Clinton en 1992 –el hombre que popularizó el eslogan “Es la economía, estúpido”–, inició su artículo en el New York Times con una frase lapidaria: “Recuerde mis palabras: Joe Biden saldrá de la carrera presidencial del 2024”. Esa premonición desgarradora, que entonces parecía imposible –especialmente porque tres días antes Biden había dicho en una entrevista que sólo daría un paso al lado si le pedía “Dios todopoderoso”– se ha cumplido este domingo.
Elintento de asesinato contra Donald Trump dio al actual presidente estadounidense una tregua que esperaba aprovechar para dejar correr el tiempo y afianzarse como el candidato presidencial demócrata. Con aliados en el ala progresista y en el caucus negro del partido, y los más de 14 millones de votos de las bases que obtuvo en las primarias demócratas, se sentía legitimado para quedarse. Pero todo ha cambiado en los últimos días con el diagnóstico de cóvido que le ha dejado fuera de la campaña y, la decisión de la veterana congresista Nancy Pelosi de intervenir de forma vocal y con firmeza y finalmente la renuncia de Biden. La expresidenta de la Cámara de Representantes de EEUU llevaba días atendiendo, sin decir nada, las preocupaciones y quejas de sus correligionarios sobre el estado de salud mental de Biden y sus posibilidades de victoria tras el desastroso debate con Trump.
Pelosi, de 84 años, que lideró a los demócratas como un estratega implacable durante más de 20 años, es una política todavía muy influyente en el partido. De hecho, su liderazgo fue primordial para que tanto el presidente Obama como Biden consiguieran sacar adelante sus mayores logros legislativos, como la reforma sanitaria o las leyes de infraestructuras y de reducción de la inflación. Por todo ello, su decisión de erigirse en mediadora de la crisis se considera clave para resolver el tema de la candidatura presidencial demócrata para las elecciones de noviembre.
En una llamada reciente, Pelosi habría dicho a Biden que las encuestas muestran que no puede ganar a Trump y que, además, podría dinamitar las posibilidades de los demócratas de recuperar la mayoría de la cámara baja, que sería el único cortafuegos en Trump si finalmente logra regresar a la Casa Blanca. Sus palabras, junto con las del líder del Senado, Chuck Schumer, las presiones indirectas de Barack Obama y el boicot de los principales donantes del partido, han hecho reconsiderar al actual presidente de Estados Unidos.
¿Harris o una convención abierta?
Ahora que Biden ha renunciado a la reelección, habrá que ver cómo lo hace. Todavía tiene mucho poder y, por tanto, podría ungir a su sucesor. Algunos analistas consideran que debería apoyar a su vicepresidenta, Kamala Harris, porque creen que así la transición será más fácil y menos divisiva. Si no lo hace, el proceso podría complicarse tal y como ocurrió en 1968 cuando el presidente demócrata Lyndon Johnson decidió no optar a la reelección ante las protestas contra la guerra de Vietnam y dejó al descubierto las luchas en el seno del partido, explica el politólogo Kevin Boyle en la revista Time.
Ese año los demócratas celebraron la última convención abierta, el procedimiento que se utilizaba para elegir al candidato electoral desde 1832. El vicepresidente de Johnson, Hubert Humphrey, ganó en una votación caótica y acabó sufriendo una dura derrota contra el entonces candidato republicano Richard Nixon. Este precedente apunta a que si Biden no da el visto bueno a Harris, las élites del partido podrían apoyar a una persona antes de la convención a través de una votación virtual, que es como está previsto hacerlo de momento.
Otros analistas, sin embargo, advierten que esto podría calificarse de antidemocrático y aseguran que el Partido Demócrata deberá arriesgarse, ya que hoy resistiría mejor una convención abierta porque sus familias presentan pocas divergencias en el ideario. “Sería uno reality show inimaginable”, dice Elaine Kamarck, experta del laboratorio de ideas de Brookings. La elección se convertiría en un acontecimiento político que acapararía la atención de todo el país y podría animar a las bases y votantes demócratas.
Así, antes de la reunión del partido a mediados de agosto en Chicago, se podría celebrar una campaña de primarias acelerada en la que los candidatos intentaran obtener los votos de 3.900 delegados de los 50 estados del país. Algunos de los candidatos que suenan aparte de Harris son los gobernadores Gretchen Whitmer, de Michigan; Josh Shapiro, de Pensilvania; Gavin Newsom, de California, y el senador de Arizona Mark Kelly. Si ninguno de los candidatos obtuviera una mayoría en la primera vuelta, los superdelegados –unos 700 dirigentes y cargo electos del sufrido– podrían votar en las siguientes rondas. La votación continuaría hasta que un candidato lograra una mayoría simple de los delegados.