Derechos animales

"A los animales les ponemos nombres de humanos. Aquí les devolvemos su dignidad"

El Santuario Gaia fue un centro pionero en el rescate y recuperación de los animales de granja y hoy en día el proyecto no para de crecer

Pau de la Calle
5 min

CamprodónPatri nació en una casa muy pequeña. Una casa ideada para dar a luz sin cesar. Vivía con su madre y sus hermanos en un espacio tan pequeño que se pisaban al moverse. Un día, su madre tropezó mientras le daba de mamar y la aplastó. Patri, con tan sólo un mes de vida, se rompió la columna vertebral y quedó paralítica de las piernas. Como no podía andar, dejó de ser útil para el trabajo que ya tenía otorgado incluso antes de nacer. Querían matarla. Por suerte para la pequeña, en septiembre del 2015 fue rescatada por el Santuario Gaia, en Camprodon, Girona. Hoy, Patri tiene siete años y vive tranquila en una habitación mucho más amplia que comparte con Javi. Él es muy cariñoso y tranquilo. Ambos son de la misma generación y han creado un gran vínculo. Cada noche, antes de acostarse, Javi acomoda a su gusto su lecho de paja y su manta junto a Patri.

La Fundación Santuario Gaia es un centro de rescate y recuperación para animales considerados de granja y que han sido víctimas de la explotación ganadera, maltrato o abandono. En el momento que se creó, en el 2012, sólo había dos santuarios en España, pero ninguno destinado a los animales de granja. "Son los animales que nadie ayuda. Se consideran de consumo. El último del último", explica Coque, cofundador del santuario. "En Gaia queríamos que la gente, a través de sus historias, viera a estos animales, que consideran un producto, como el perro o el gato con los que conviven”.

En el momento en que los animales llegan al santuario comienzan una nueva vida donde todos son tratados como iguales.” Les ponemos nombres de humanos porque los consideramos seres que, como nosotros, sienten, sufren y quieren vivir en libertad. No quieren ser explotados, ni maltratados, ni asesinados. Aquí es donde les devolvemos su dignidad. Dejan de ser un número para convertirse en un ser único e irrepetible. Por eso nunca repetimos los nombres", explica Ismael López, que también contribuyó a la creación del santuario. Al principio él y el Coque se encargaban de todo. "El santuario ha evolucionado muchísimo. Ahora tenemos lista de espera de hasta un año por ser voluntario en Gaia. Empezamos con un terreno de 3000 m². Ahora tenemos 40 hectáreas y más de 500 animales rescatados viviendo en libertad”.

Entre todos estos están las Broilers, unas gallinas algo artificiales. Su único objetivo: engordarse, ser productivas y eficaces. Su historia es similar a la de Hansel y Gretel, se las sobrealimenta con la intención de sacarle el máximo producto. Sus huesos son frágiles, sufren infecciones y afecciones cardíacas, y su esperanza de vida es de cuarenta y un días.

En cambio, en Gaia hacen régimen. Los racionan los alimentos para evitar esta sobrealimentación y así lograr prolongar su esperanza de vida más de un año. En el santuario también encontramos terneros como Paolo. Él nació en Asturias y, a causa de una malformación, tiene un muñón en la pata izquierda. La lesión requiere cuidados todos los días y, gracias a ellos, está cicatrizando. Ahora puede andar casi con normalidad gracias a su nueva prótesis.

El trabajo de los voluntarios

El santuario tiene voluntarios que se encargan del cuidado de los animales, de vigilar a los más dependientes y de limpiar todas las instalaciones. Juana y Frasco se han cansado de hacer turismo durante las vacaciones, y esta vez han decidido dedicarlas a realizar un voluntariado local. Por eso han venido a Gaia. Ella trabaja de administrativa y él de albañilería. Juana es vegana, en cambio, él no.

Durante su estancia, Frasco hace tareas de mantenimiento y de obra, mientras que Juana ayuda en las tareas diarias de los trabajadores del santuario. O David, que trabajaba en la fábrica Nissan, pero le despidieron a causa del cierre de la planta. Él es vegano desde hace muchos años y activista en la ONG Anima Naturalis. Decidió venir de voluntario a Gaia porque estaba cansado de Barcelona y quería cambiar de aires. Actualmente, está estudiando a distancia para ser panadero y su sueño sería abrir un horno por esa zona. Sisco es otro voluntario pero más bien especial. Tras realizar dos voluntariados de tres meses en Gaia, llegó a un acuerdo con los fundadores. Ellos le dejaban un sitio donde vivir y él se quedaba a trabajar de forma permanente y sin cobrar. "Siempre lo digo, el santuario me da la vida, es un trabajo que me gusta, me llena y en el que me siento muy valorado", dice Sisco. Él era vegetariano, pero cuando llegó a Gaia se hizo vegano. "Se trata de una cuestión de justicia con los animales”.

Laia acudió por primera vez, como voluntaria, de abril a julio del 2021. Ella es bióloga y veterinaria. Estaba cansada de dedicarse a la investigación y echaba de menos el trabajo de campo, eso y las ganas que tenía de viajar y los impedimentos que le ocasionaban las medidas contra el cóvid-19 de entonces la empujaron a hacer un voluntariado local.” Me enamoré del santuario y de sus habitantes y quise quedarme" explica mientras hace los cuidados diarios en las úlceras de Patri. Después de unos meses de hacer el voluntariado, en octubre de ese mismo año volvió, pero esta vez como trabajadora Laia explica que viven en una pequeña burbuja que a veces incluso puede llegar a agobiar mucho El santuario está muy apartado, la población más cercana es la urbanización de Font-Rubí y se encuentra subiendo el camino del valle a unos 20 minutos en coche, esta ubicación tan apartada muchas veces resulta ventajosa, sobre todo por la tranquilidad y armonía que los animales requieren para su recuperación. Sin embargo, a veces este aislamiento se convierte en un problema. En enero de 2021 la borrasca Filomena dejó el santuario totalmente incomunicado durante más de una semana. Coque explica que fue una nevada bestial, aunque el problema apareció cuando la nieve se marchó. "La carretera de acceso a Gaia se congeló, estaba llena de placas de hielo que impedían subir o bajar con cualquier vehículo. Si era necesario, teníamos que hacer los 7 kilómetros a pie". Pasada una semana el Ayuntamiento echó sal al camino para deshacer la helada, lo que provocó el enfangamiento de toda la pista y la dejó todavía intransitable para los coches. "Fue una odisea. Estuvimos unas dos semanas así" concluye el Coque.

Sus fundadores pretenden ampliar el santuario aún más. Necesitan más terreno, pero eso también supone mayor financiación. "Nuestra intención es profesionalizarnos para poder atender muchísimo mejor a los animales", afirma Ismael, quien asegura que no reciben ninguna subvención. "Es curioso, porque la tauromaquia o la caza sí reciben ayudas y subvenciones. En cambio, nosotros, que nos dedicamos a salvarles la vida, no tenemos ninguna ayuda. Nos financiamos, principalmente, gracias al apoyo económico de particulares, socios, donativos puntuales, o personas que apadrinan a algún animal".

El Santuario Gaia es muy activo en las redes sociales, donde acumula cientos de miles de seguidores, eso les resulta un gran empuje para encontrar este apoyo económico de particulares. Ismael concluye: "Nuestro objetivo es que un día no tenga que existir el santuario para que se respete a todos los animales".

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