Reportaje

Una apli para rezar el rosario: así son los jóvenes católicos practicantes

La Iglesia intenta atraer a los adolescentes a la fe a través de la música e Instagram

10 min
Carlota Cumella tiene 26 años, es católica practicante y acude a misa todos los días.

Barcelona / Sant Cugat del VallèsCarlota Cumella, de 26 años, tiene una aplicación en el móvil que se llama 10 minutos con Jesús. Son audios que reflexionan sobre el Evangelio y ayudan a orar. Los escucha mientras camina por la calle si hace un trayecto corto. Si recorre una distancia más larga que le lleve más tiempo, entonces utiliza otra aplicación para rezar el rosario.

Carla Restoy tiene 27 años y es una influencer católica: difunde en Instagram su fe en Dios. Aunque suene raro, tiene un éxito rotundo. La siguen casi 19.000 personas.

Quim Sanahuja, de 23 años, es el coordinador en Barcelona de Hakuna, un colectivo de fieles católicos que mueve masas con la música. Sus canciones suman millones de visualizaciones en YouTube y en enero llenaron ni más ni menos que el palacio de deportes de Madrid.

Mateo Puig, de 22 años, lleva una camiseta con un lema en la espalda escrito con grandes letras en inglés, que dice: “Amor ante todo, realidad ante todo, paz ante todo, Dios ante todo”. Más claro, imposible.

Los cuatro son jóvenes catalanes que se declaran católicos practicantes y no tienen ningún inconveniente de predicarlo a los cuatro vientos. Según la última encuesta del CIS de junio de 2023, solo el 10,8% de los catalanes va regularmente a misa, aunque el 44,4% se definen como católicos. Estos porcentajes son ligeramente más elevados en el resto de España: el 18,5% y el 54,9%, respectivamente. ¿Son estos jóvenes unos rara avis?

“Nunca he sentido que me miren como un bicho raro. Al contrario, hay mucha gente con interés y mis amigas no creyentes valoran que sea católica. Por ejemplo, si su abuelo se pone enfermo, me piden que rece por él”, explica Carlota Cumella, que asegura que hay muchos más jóvenes practicantes de lo que creemos. “Muchos tienen la necesidad de regresar a la raíz. Nos dicen que tenemos que querer y perdonar, pero mi generación no sabe de dónde vienen estos valores”, reflexiona.

Según ella, existe una falta de conocimiento profundo del catolicismo y la gente opina sin tener ni idea. “Cuando el Papa habla de los homosexuales, todo el el mundo dice la suya pero nadie ha leído el texto que ha escrito. Es como si opináramos de una película sin verla”, pone como ejemplo. Lo mismo dice de los casos de pederastia en la Iglesia: “Algunos curas lo han hecho mal pero ¿cuántos curas conoce la gente para opinar que son unos abusadores? Los que yo conozco tienen todos una vida impecable”.

Ir a misa cada día

Carlota nació en una familia religiosa y cursó ESO y bachillerato en la escuela Canigó de Barcelona, vinculada al Opus Dei. Aun así asegura que “tendría la misma vinculación con Dios aunque no hubiera estudiado en ese colegio”. Es licenciada en derecho y relaciones internacionales, trabaja como directora de operaciones en la editorial cristiana Albada, está casada y es madre de un hijo de 10 meses, a pesar de que solo tiene 26 años. Es decir, rompe con todas las estadísticas actuales sobre jóvenes en Cataluña.

Su fe se materializa en que, por ejemplo, va a misa cada día. Normalmente a la de las ocho de la mañana en la parroquia de Sarrià y acostumbra a llevar también a su hijo. “Es como quien empieza el día haciendo yoga. Yo tengo la necesidad de encontrarme con Dios”, justifica. “Dios omnipresente está en todas partes, pero el Dios pan solo lo tengo en misa”, contesta cuando se le pregunta por qué no reza en casa, que sería mucho más fácil.

Carlota Cumella en el monasterio de Santa Isabel de Barcelona.

Carlota también forma parte de un grupo de amor conyugal que, según dice, es un movimiento laico para “entender el matrimonio como Dios lo pensó”. “Estoy en un grupo de WhatsApp en el que nos envían una lectura del evangelio cada día, con el objetivo de que la comentemos con nuestra pareja”, detalla. No es un caso excepcional, asegura. El grupo de WhatsApp lo forman 1.025 personas. Defiende la virginidad hasta el matrimonio y que “las relaciones sexuales estén abiertas a la vida”. O sea, no utiliza anticonceptivos, solo “métodos naturales”.

En definitiva, “Dios abarca todos los aspectos” de su vida. Incluso en Spotify tiene una lista de música católica. Le encantan los temas del grupo Hakuna, pero también las canciones de alabanza en catalán que se pueden encontrar en la web Worship.cat. Incluso a su marido lo conoció en un Effetá, un receso espiritual que organiza el arzobispado de Barcelona y que se ha popularizado con el nombre de EffeTinder porque son muchas las parejas que se han formado allí. 

De hecho, el Effetá es una de las muchas iniciativas que ha puesto en marcha el arzobispado para acercarse a los jóvenes. Se puede decir que, en ese sentido, la Iglesia se está renovando de arriba abajo, aunque el director de pastoral juvenil, el padre Carlos Bosch, aclara que solo han cambiado la forma de llegar a ellos, pero no “el mensaje de Jesús”.

Por ejemplo, la pastoral juvenil también organiza cada año en Barcelona un festival con estands, talleres, ponencias y mucha música en directo, porque no hay mejor manera de conectar con los jóvenes que a través de la música. El festival se llama Betel y reúne unas 1.200 personas anualmente. Asimismo, la pastoral juvenil se ha puesto las pilas en las redes sociales. Ahora tiene cuenta en Instagram y TikTok.

En las redes también han proliferado los influencers católicos. Carlota Valenzuela es una de las más populares. Joven, guapa y deportista, rompe con la imagen tradicional de la Iglesia en su cuenta de Instagram @finisterreajerusalen. Tiene 48.000 seguidores. También arrasa en esta red la artista Pati Trigo, que básicamente hace ilustraciones de la Virgen María, San José y Jesús. Le siguen ni más ni menos que 155.000 personas.

Carla Restoy tiene 27 años y es una 'influencer' católica.

Carla Restoy es una influencer católica, aunque más de andar por casa. Ni gana dinero ni programa lo que va a publicar. Dice que ella es totalmente espontánea. Sin embargo, de lo que no hay duda es que todo lo que difunde en Instagram tiene una gran repercusión. Su vídeo más visto fue uno en que defendía continuar siendo virgen hasta el matrimonio. Es soltera y tiene 27 años. También generó sensación otro en el que denunciaba que “a las chicas nos engañan con el Satisfyer”. “En vez de buscar lo que merecemos, quieren que nos conformemos teniendo un poco de placer como si fuéramos unos animales salvajes. Con la masturbación, te engañas a ti misma. Cuando te masturbas, piensas en otra persona y eso quiere decir que quieres una reciprocidad”, argumenta.

Carla es la antítesis de Carlota. Ella ni nació en una familia religiosa, ni había ido nunca a misa. Nada. “Mi percepción de la Iglesia católica es que era una institución carca, de gente muy tontita que no pensaba mucho o que había tenido un problema muy gordo y necesitaba recurrir a la fe para continuar adelante. Para mí, una persona culta y leída no podía creer nunca en Dios”.

Sin embargo, cambió de opinión de forma radical cuando la operaron de la espalda con 15 años, no podía hacer deporte y precisamente dedicó mucho tiempo a leer en casa. Primero se interesó por los temas orientales, la filosofía y la historia de las religiones hasta que llegó al catolicismo. “La Iglesia es la única institución que quiere mi bien”, asegura. El 19 de abril de 2014, con 17 años, se bautizó, hizo la primera comunión y la confirmación. Todo de una tacada. Y su vida dio la vuelta como un calcetín. “Mis padres se sorprendieron, pero saben que soy una persona muy inquieta y que siempre me pregunto el porqué de las cosas”.

Ahora Carla intenta ir a misa cada día, hace charlas en escuelas y reza “arrodillada ante Dios”. Ha estudiado economía y administración y dirección de empresas en la universidad católica Abat Oliba, además de un año de filosofía. También ha hecho un máster en teología del cuerpo y un postgrado en sexo, género y educación. Así que realmente es una persona culta y leída. En la actualidad dirige la fundación cultural Bosco Arts.  

Mateo Puig tiene 22 años, es católico practicante y quiere ser virgen hasta el matrimonio.

Mateo Puig también estudia en la universidad privada Abat Oliba. Tiene 22 años y cursa cuarto de psicología. Confiesa que cuando era adolescente le habría ayudado muchísimo que existiera la cuenta de Instagram @aute_, de jóvenes católicos que se autodefinen como “insatisfechos con lo que el mundo les propone”. Tienen 37.600 seguidores.

Mateo sí que nació en una familia católica practicante e iba a misa los domingos, pero en la iglesia de al lado de su casa en el barrio de Gràcia de Barcelona solo había gente mayor. “Con 16 años, me planteé si eso era para mí. Sabía que la fe era buena, pero me sentía solo porque no tenía a nadie de mi edad con quien compartir”, argumenta. Así que durante una época salía de fiesta y tuvo una novia. Hasta que su hermana le propuso participar en un encuentro de jóvenes católicos en Madrid y entonces descubrió que es posible ser joven, católico practicante y pasárselo bien.

Pero lo que realmente revolucionó su vida fue una forma de hacer catequesis que se llama Life Teen. Es un método que el capellán catalán Emili Marlés importó a Terrassa en el año 2011 desde Estados Unidos, y que ahora se aplica en 220 parroquias de toda España. “La catequesis normal y corriente es una clase de una hora. En cambio, Life Teen es una experiencia”, resume el padre Marlés, que ahora es rector del monasterio de Sant Cugat. Una experiencia que consta de cuatro partes, según relata.

En la primera, los adolescentes meriendan y ven un vídeo o participan en un juego o en una obra de teatro en los que se le plantea un tema. Después el catequista les hace una especie de TED Talk de 15 minutos, o sea una charla atractiva y didáctica. Los jóvenes se dividen en grupos para comentar lo escuchado y, por último, hacen una oración en la que la música es protagonista. Además, participan en un campamento de verano con actividades lúdicas. Las parroquias que desean aplicar este método deben pagar una suscripción anual de 450 dólares para recibir formación y materiales para realizarlo. Y cada año en Montserrat se hace un encuentro europeo de Life Teen.

“Cuando no estaba cerca de Dios, tenía muchas dudas, me sentía inseguro. Ahora ante las incertidumbres, no me siento solo”, afirma Mateo, que tiene opiniones que muchos considerarían radicales. Por ejemplo, también quiere llegar virgen al matrimonio y se niega a usar anticonceptivos. “Mis amigos me dicen: ‘He hablado con una chica por Instagram y después hemos follado’. Y me insisten que lo tengo que probar. A mí me entristece que no crean en el amor. Si rascas un poco, te das cuenta que lo que les pasa es que tienen miedo que les hagan daño”.

Mateo Puig tocando la guitarra en la parroquia de Sant Miquel dels Sants, en Barcelona.

En cuanto a la homosexualidad, Mateo defiende la castidad y recomienda seguir la cuenta de Instagram @callmemannyyy, un joven gay estadounidense que aplica esta filosofía. Él mismo le conoció personalmente en Estados Unidos, porque estuvo allí un año dedicándose a evangelizar a otros jóvenes. Luego también fue catequista de Life Teen en Barcelona y actualmente es coordinador y formador de catequistas. Quiere que cada vez más adolescentes se acerquen a Cristo. Incluso viste una camiseta de la marca The Heaven Lift con la que predica su fe.

Una marca que, por cierto, tiene las oficinas en Sant Cugat del Vallès y nació en 2019 de la mano de dos jóvenes catalanes. Comercializa camisetas, sudaderas, calcetines y gorras. Todo con aire muy moderno, pero con lemas como “Jesús te quiere” o “el cielo vale la vida”, a menudo escritos en inglés. The heaven lift facturó casi 100.000 euros el año pasado, según una de sus impulsoras, Núria Fontdecaba. Los beneficios los destinan a evangelizar y a causas sociales. ¿Tal vez sí que hay más jóvenes católicos practicantes de lo que creemos?

El fenómeno Hakuna

Es lunes por la noche y un grupo de jóvenes decora el altar de una de las capillas de la parroquia Mare de Déu dels Dolors, en el barrio de Sants de Barcelona. Lo cubren con sábanas de color blanco y un lema que dice: “Baila y déjate de historias”. Encima de un pedestal colocan la figura de una pequeña Virgen, y en el suelo velas, ramas de eucalipto, piñas y unas letras grandes que forman la palabra Hakuna.

Hakuna es el nombre de la asociación de fieles católicos impulsada por el sacerdote del Opus Dei José Pedro Manglano, que tantos éxitos cosecha entre los jóvenes. Algunos atraídos por la fe, otros por la música. Hakuna tiene un grupo que se ha convertido en un auténtico fenómeno musical, con millones de oyentes en Spotify. También hace todo tipo de encuentros religiosos. Por ejemplo, en la parroquia Mare de Déu dels Dolors está a punto de empezar la Hora Santa. Así es como llaman a la adoración a Dios.

Jóvenes del colectivo Hakuna adorando a Dios en la parroquia Mare de Déu dels Dolors, de Barcelona.

“Cada semana vienen más de un centenar de jóvenes”, asegura el padre Wilson, que oficia el acto. Sin embargo, al principio, apenas hay una treintena de chicos y chicas en la capilla. Visten a la moda y su apariencia es la de jóvenes normales y corrientes. Cuando empieza la adoración, el recinto queda a oscuras, solo iluminado por las velas y una pequeña luz que enfoca la hostia consagrada encima del altar como si fuera una estrella de cine. A medida que pasan los minutos, llegan jóvenes y más jóvenes hasta que la capilla se llena completamente. Sorprende ver una estampa así. Todos rezan en silencio. Algunos con los ojos cerrados, otros arrodillados en el suelo. De vez en cuando, suena música en directo.

Quim Sanahuja tiene 23 años y es el coordinador de Hakuna en Barcelona. Por la mañana hace prácticas en el Hospital General y por la tarde va a la universidad. Quiere ser psiquiatra infantil. También es becario en el departamento de anatomía de su universidad, y algunos días trabaja en una empresa de catering. A pesar de eso, tiene tiempo para ir a misa cada día.

Quim Sanahuja, en primer plano en el centro de la foto, acompañado de algunos jóvenes que asisten cada lunes a la adoración de Dios en la parroquia Mare de Déu dels Dolors, de Barcelona.

Quim nació en una familia del Opus Dei. Son siete hermanos. Ha estudiado en el colegio La Farga de Sant Cugat del Vallès, impulsado por la Obra, y ahora cursa medicina en la Universitat Internacional de Catalunya, que también es un centro privado y vinculado a esta institución. Y durante los dos últimos veranos ha viajado a Filipinas y Argentina con Hakuna para hacer un voluntariado. Para todo eso, hace falta mucho dinero.

“Mis padres siempre han priorizado la educación. Además mi madre trabaja en la universidad y me han dado una beca porque he sacado matrículas de honor. Y yo trabajo todo el año para pagarme los viajes. Hay gente que prefiere comprarse ropa, una Play o ir de fiesta. Es una cuestión de prioridades en la vida”, contesta.

Él también quiere ser virgen hasta el matrimonio. Está en contra del uso de anticonceptivos, del divorcio y lógicamente del aborto. En su opinión, la Iglesia no se tiene que modernizar ni adaptarse a los cambios sociales. “Una institución que ha durado dos mil años, alguna cosa habrá hecho bien”, concluye.

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