La asignatura pendiente de la presidencia española de la UE

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Pedro Sánchez, compareciendo en el Parlamento Europeo en Estrasburgo

Pese a los malos augurios, Pedro Sánchez ha logrado cerrar durante la presidencia española de la UE la mayoría de las carpetas que se había propuesto: las reglas fiscales, la reforma eléctrica, el pacto migratorio, la regulación sobre la inteligencia artificial o la ley sobre materiales críticos son sin duda los acuerdos más importantes que se han salido adelante. La asignatura pendiente ha sido una carpeta que se introdujo a última hora en plenas negociaciones por la investidura: la oficialidad del catalán. Pero vamos por partes.

Ante todo hay que decir que, aunque no lo dijeran públicamente, en Bruselas cayó como un jarrón de agua fría la convocatoria electoral del 23-J porque temieron que dinamitaría la presidencia española. Pero la realidad es que la diplomacia española ya llevaba tiempo trabajando en ella y a la hora de la verdad todo ha funcionado como un reloj. También es cierto que ha habido dos cosas que le han ayudado. En primer lugar, el hecho de que después del 23-J el único candidato viable fuese Pedro Sánchez dio tranquilidad a los negociadores en el sentido de que no habría un cambio de gobierno a media presidencia. Y, en segundo lugar, el hecho de la proximidad de las elecciones europeas también ha hecho que los países tuvieran cierta urgencia para cerrar acuerdos y así no tener que empezar desde cero más tarde.

Se puede decir que España ha actuado con pragmatismo para conseguir consensos que están lejos de la posición concreta del gobierno Sánchez, por ejemplo con el acuerdo sobre las reglas fiscales, que supone un cierto retorno a la austeridad, y el pacto migratorio, donde no se ha logrado un reparto equitativo entre los países. Pero ya se sabe que Europa es un transatlántico muy difícil de mover y con el centro de gravedad situado en el eje Berlín-París. Sánchez, pues, ha superado con nota a la presidencia y ha visto crecer su prestigio internacional, sobre todo entre la izquierda europea. Ahora mismo, y tal y como se vio en el pleno de Estrasburgo en el que se enfrentó al popular Manfred Weber, el presidente español es el líder moral de una izquierda europea que no ha encontrado la fórmula para frenar a la extrema derecha.

Sin embargo, capítulo aparte merecen las gestiones para convertir el catalán en lengua oficial de la UE. Aquí se ha visto cómo en Europa las decisiones no se toman de forma rápida, y menos cuando aparecen de imprevisto por las urgencias electorales de un líder, como es el caso. Cierto es que la diplomacia española, con el ministro Albares al frente, se movilizó para introducir el tema en la agenda y hacer pedagogía, pero seguramente era iluso conseguir un reconocimiento expreso como el que se pretendía. Son demasiados años en los que no se ha hecho pedagogía del plurilingüismo español en Europa, demasiados prejuicios y demasiados miedos de los estados a tener problemas internos por esta cuestión. Esta será una batalla larga en la que habrá que vencer muchos obstáculos y activar muchas palancas. Desde Cataluña habrá que estar dispuesto y ser insistente en la exigencia a España para que cumpla sus compromisos y ponga toda la carne en la parrilla para conseguirlo.

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