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Si bebes Estrella Damm es gracias a un joven que huyó de la guerra franco-prusiana

La cerveza nació en una fábrica del Eixample de la mano de dos primos alsacianos y un empresario catalán

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Un establecimiento de la cadena de supermercados Dia, un discreto hotel de dos estrellas y un parking. Estos son los negocios que, hoy, llenan la esquina de la calle Comte d'Urgell con la calle Diputació, en Barcelona. Sin embargo, en la década de 1880 aquel punto de la ciudad era muy diferente. El chaflán acogía un edificio de dos plantas, presidido por una chimenea altísima y un cartel que explicaba el aroma que desprendía de día y de noche: "Fábrica de cervezaDe allí salían camiones cargados de barriles y botellas de una bebida que, a pesar de tener todavía muy pocos años de vida, había causado furor en Barcelona: las cervezas Damm. Detrás del éxito se mezclaban tres ingredientes: el talento de un joven maestro cervecero proveniente de Alsacia, la traza de su primo haciendo botas de madera y los billetes de un empresario catalán.

Más de 140 años después, el negocio sigue vivo y, de hecho, ha crecido como la espuma: en el 2022 Damm facturó 1.876 millones de euros, lleva años reinando en Catalunya y ha sido proclamada una de las 25 mejores cervezas del mundo, según la consultora Brand Finance. Todo, bebiendo de la receta de malta de cebada, arroz y lúpulo que ideó en 1872 un maestro cervecero recién aterrizado en Barcelona: August Kuentzmann Damm.

Barcelona, ​​el refugio de Damm

Cuando el 16 de julio de 1870 el Parlamento francés aprobó declarar la guerra a Prusia, miles de habitantes de Alsacia empezaron a hacer las maletas. Entre ellos estaban los primos August K. Damm y Joseph Damm, con experiencia en el mundo cervecero. Escapándose de la guerra franco-prusiana, pusieron rumbo hacia el sur de Europa. Escogieron quedarse a vivir en Barcelona. Dos años más tarde, ya habían arraigado: en 1872 August K. Damm se entendió con el empresario catalán Francesc Xavier Camps para abrir una fábrica de cerveza y hielo en el actual distrito de Sant Martí. Era un momento ideal para embarcarse en producir bebidas como la suya. "Entonces, Barcelona estaba experimentando un proceso de industrialización y modernización que se tradujo en un crecimiento de la población y en la creación de un buen ecosistema en el que vender cerveza", contextualiza Carolina Luis-Bassa, directora del máster de marketing de la UPF – Barcelona School of Management.

El negocio prosperó. A los cuatro años, August K. Damm se quedó toda la compañía, trasladó la fábrica a la calle Viladomat e incorporó a su primo, Joseph Damm, como maestro cervecero. Juntos, comandaron la empresa, que se convirtió en la segunda mayor fábrica de cerveza de la ciudad, sólo por detrás de la de Louis Moritz. Sin embargo, un año más tarde todo se descabezó: August K. Damm murió. Su lugar lo ocupó Adolphe Leinbacher, un suizo afincado en Barcelona que siguió haciendo tándem con Joseph Damm. Con la flamante fábrica en la calle Urgell, en 1881 rebautizaron a la empresa con sus dos apellidos.

La receta del éxito

Sin embargo, en 1888 la muerte volvió a planear por encima de la compañía. En ese caso, se llevó Adolphe Leinbacher. Tras operar unos años de la mano con los herederos del difunto, Joseph Damm acabó quedándose el negocio. A finales de siglo, la cerveza barcelonesa empezó a recorrer Europa: se presentó a exposiciones de Bruselas, Roma, Londres, Madrid, Amberes, París y Génova, y se convirtió en la primera cerveza catalana en ganar premios internacionales. Ya con los hijos de Damm a la cabeza, en 1910 se constituyó la SA Damm, que trasladó la producción a la calle Rosselló, donde hoy se encuentra la Antigua Fábrica Damm. En 1921 se llenaban 250.000 barriles anuales y 10.000 botellas diarias que se distribuían por todas partes con 50 caballos y 8 camiones, según el historiador Francesc Cabana.

"La clave del éxito ha sido la apuesta por la calidad, el sabor, la innovación, la distribución eficiente, la tradición, el compromiso con la comunidad y una estrategia de marketing que ha consolidado la marca", explica Luis-Bassa. Más de un siglo después, con campañas comoMediterráneamente, Estrella Damm se ha posicionado como un producto que va más allá de una cerveza. "Se vende como una experiencia", concluye la experta.

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