Cambiarse el ombligo: el esperpento más ridículo que corre por Instagram

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'El centro del ombligo'.

Corre por Instagram una nueva tendencia estilística que es la prueba definitiva de la estulticia humana a la que parece que vivimos abocados. El esperpento más ridículo toma una deriva tragicómica en el colmo de la normalización de ideas aberrantes. También delata hasta qué punto las redes sociales contribuyen a la presión estética construyendo inseguridades sobre los cuerpos a niveles impensables. Convierten aspectos absolutamente lógicos de la anatomía humana en un nido de complejos y teorías perceptivas dignas de mentes retorcidas.

Algunas influencers han empezado a promocionar calcomanías de ombligos para sustituir el ombligo original y obtener uno nuevo en un lugar más adecuado. Vienen una decena de hojas de calcomanías donde, en cada papel, hay veinte ombligos que puedes recortar individualmente. Por tanto, calculando que cada calcomanía te aguanta una semana muy buena, tienes ombligos de repuesto para un par de años. El ejercicio de reemplazo de ombligo es absolutamente rudimentario. El ombligo original tienes que taparlo con la cintura del pantalón o la falda que lleves. Sólo tiene que tener una cintura lo suficientemente alta para cubrir el agujerito de la barriga que demuestra que eres un humano que un día vivió conectado a una placenta. Después, coges la calcomanía y con la ayuda de una bayeta mojada te la pegas siete u ocho centímetros más arriba del ombligo auténtico. El efecto óptico del diseño de la calcomanía, absolutamente realista, crea el efecto de un agujero en ese punto. Según aseguran las influencers que promocionan estas pegatinas, la intención de esta soberana tontería es crear la sensación de que la persona es más alta. Es decir, al modificarse la proporción entre las caderas y el ombligo, aseguran que estimula la percepción de que aquella persona tiene las piernas más largas.

El proceso de demostración de este ingenio es delirante. Primero, la modelo enseña el abanico de cartones rellenos de ombligos. Después pasa a ponerse una de las calcomanías a medio camino entre el esternón y el ombligo primigenio. Una vez que lo tiene bien enganchado, te enseña el resultado exhibiendo el doble agujero: el auténtico y el falso. El impacto perceptivo es obvio, porque una persona con dos ombligos nunca la hemos visto. Luego procede a taparse el ombligo de verdad con la ropa que lleva puesta y nos enseña el realismo del nuevo agujero mientras hace un baile sensual. De lejos, el ombligo parece de verdad, aunque evitan hacer un plan más cercano.

Puestas a ser únicas y originales, estas influencers podrían engancharse la página entera de ombligos en la barriga y convertirse en seres mágicos de veintiún ombligos: los veinte de calcomanía y, en el centro, el auténtico. O ponerse el ombligo en otras partes del cuerpo: la mejilla del culo, la frente, los omóplatos, el escote, el dorso de la mano o la planta del pie.

Teniendo en cuenta que la dismorfia corporal está adquiriendo niveles delirantes con este tipo de estrategias, no sería extraño ver a personas que se han colocado la calcomanía del nuevo ombligo bajo el esternón para, supuestamente, potenciar el altura. Ahora resulta que el lugar donde tenemos el ombligo también es un problema. No es extraño si tenemos en cuenta que se trata de generaciones que sólo saben mirárselo. Quizá por eso necesitan tener tantos repuestos.

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