Girona Tiempo de Flores

La “ciudad madre de las ceremonias” rinde tributo a su soñador

Girona bautiza con el nombre de Josep Tarrés un jardín de Torre Gironella

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Josep Tarrés frente al Cuartel de Alemanes durante una celebración de Tiempo de Flores.

GeronaJosep Tarrés (Girona, 1928-2021) no está muerto, nunca puede morir porque su existencia es atemporal, a caballo entre la víspera y el sueño, pasea entre escenografías delirantes que atraviesan épocas remotas y donde se mezclan con feliz armonía personajes reales e imaginarios (San Narciso, el obispo Feliu, la condesa Ermesenda, el emperador Carlomagno, el apaga de la catedral…) para construir la Girona mágica. Así es su retablo El pesebre gótico, dedicado a la "ciudad madre de las ceremonias" y que sólo se escenificó, muy por debajo de la magnificencia que ansiaba su autor, durante tres Navidades de los años 60 en Girona.

El cronista Joan Ribas se reconocía “incapaz de transcribir el alcance creador, imaginativo, poético, emotivo y soñador” que desprenden las 147 páginas de esta fantasía inspirada en Girona. El poeta y filólogo Carles Duarte lo define como “una obra maestra, un sueño, fruto singular de una personalidad verdaderamente excepcional que ha transformado nuestra forma de entender, sentir y explicar la ciudad de Girona”.

Girona le debe a Tarrés la representación de 'El pesebre gótico'

El sábado Girona bautiza con el nombre de Josep Tarrés un jardín de Torre Gironella, uno de los escenarios predilectos de sus montajes para Temps de Flors, certamen del que fue cofundador. Estos jardines formaban parte del teatro de sus sueños. Es un homenaje que se hace extensivo a su inseparable compañera de vida y de arte, la escultora Pia Crozet. Pero llevar a escena su insólito El pesebre gótico (reedición definitiva del Ayuntamiento de Girona y la Diputación, en 2013, con fotos de Josep Maria Oliveras) es también una deuda que la ciudad de Girona tiene con Tarrés y, sobre todo, consigo misma. Sería un viraje gironizador, un oportuno regreso a los orígenes ya las esencias de una ciudad cada vez más desarraigada, más franquiciada, más globalizada, más reconquistada por las tropas del capital ciclista. Joan Ribas, que dirigió Los Pastorcillos de Girona durante muchos años, aseguraba que “poner de pie este retablo sería proporcionar a la ciudad un motivo de admiración general, que reuniría público de todas partes si se consiguiera representar con los medios materiales, culturales y escenográficos adecuados, y enarbolar el misterio» de esta ciudad soñadora…”

Un visionario que levantaba palacios de cristal en las catacumbas

Tarrés fue uno de los grandes visionarios de Girona: supo ver el lustre de la Girona Vella cuando señoreaban las ratas, la importancia del legado judío creando Isaac el Cec, las posibilidades turísticas con la Residencia Internacional (1952) y las potencialidades escenográficas con el impulso de la exposición de flores. Era capaz de encontrar luz y belleza en un decadente Barrio Chino e hizo participar a las prostitutas en la procesión del Corpus. Pasó épocas de estrecheces en la vejez. Su último refugio creativo fue el espacio del sótano y la cisterna de Torre Gironella que la organización de Temps de Flors le cedía para sus montajes. Venía del franquismo y sabía cómo levantar palacios de cristal en las catacumbas, cómo pasear impoluto y endulzado en medio de la miseria moral de una época oscura.

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