Covid-19, el ejemplo alemán y las comparaciones que duelen

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La cancillera alemana, Angela Merkel / EFE

La luz que se divisa al final de este largo túnel pandémico todavía es muy tenue. Vale más estar avisados. Nadie las tiene todas porque las nuevas variantes están modificando los planes iniciales y la carrera con las vacunas contra el virus todavía no parece que se haya ganado del todo. Por eso, y mirando lo que pasó en Portugal y en Irlanda, donde con la llegada de la variante británica, de la cual cada vez hay más indicios que es más transmisible y quizás más letal, se dispararon los casos en cuestión de días, muchos países aguantan la respiración confiando que podrán contener la explosión manteniendo las restricciones. Es lo que ha hecho Alemania, donde ayer la cancillera Angela Merkel decidió alargar el confinamiento duro hasta el 7 de marzo. Estamos hablando de un confinamiento que supone tenerlo todo prácticamente cerrado, hasta el punto que las peluquerías no volverán a abrir hasta el 1 de marzo. Aunque los diferentes länder tienen, como corresponde a un estado federal, la facultad de regular estas restricciones, y algunos se plantean abrir las escuelas a final de mes, la recomendación es mantenerlas cuanto más tiempo mejor. En estos momentos la incidencia acumulada (IA) a siete días en Alemania es de 68 casos por cada 100.000 habitantes y ayer mismo la cancillera señaló que el objetivo ya no era 50 casos por 100.000 habitantes sino 35. Se trata, consideran, de mantener al mínimo el contagio para evitar los estragos de estas nuevas variantes y asegurar así el proceso de vacunación.

El ejemplo alemán es de los que duelen en diferentes sentidos porque nos pone ante un espejo que no nos gusta mucho. Es cierto que la potencia económica de Europa se puede permitir, es un decir, estos cierres drásticos porque está ofreciendo ayudas importantes a los sectores afectados. Pero también tiene que soportar mucho descontento interno, protestas y presión por reabrir. Aun así, hay un discurso claro de cuáles son los objetivos, y son mucho más ambiciosos que los que de momento parece que nos ponemos aquí.

Ayer, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, puso también el objetivo de tener una IA de 50 para estar tranquilos, pero el camino para llegar a ella está muy lejos de Alemania. Si allá ahora están a 68, en el conjunto de España estamos a 210, y en Catalunya a 156, según los últimos datos del ministerio de Sanidad. Es cierto que vamos mejorando, pero es un proceso lento. Más todavía porque aquí está abierto casi todo, a pesar de las restricciones horarias, e incluso esta semana en Catalunya se han levantado algunas limitaciones. La disyuntiva entre salud o economía cada vez se ve más claro que es absurda. Si no paramos el covid esto será una agonía todavía mucho más larga que nos acabará hundiendo cada vez más. Ayer se supo que Girona es la provincia catalana donde más cayó el PIB en 2020, un 14,2%, y esto por su dependencia del turismo extranjero. Este turista no volverá hasta que se sienta seguro. La campaña de vacunación será larga, y todavía tienen que venir meses difíciles. Ahora que lo tenemos cerca, hay que ser responsables.

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