Cuatro años después todavía hay lecciones de la covid que no hemos aprendido

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Un conductor de autobús protegido con plásticos.

Los primeros momentos de la covid, cuando todavía decíamos solamente coronavirus, fueron caóticos. No se sabía exactamente qué pasaba, predominaba el escepticismo y en televisión se mostraba cómo el Clínic había reservado “una” habitación aislada por si llegaba un caso a Catalunya. En ese momento ya se había confinado Wuhan, el virus había entrado en Europa y los contagios empezaban a crecer por todas partes. La OMS tardó en declarar la pandemia, pero finalmente lo hizo el 11 de marzo, y tres días después nos confinaron.

El desconcierto de los inicios duró todavía meses, con los hospitales al límite y unas experiencias que los profesionales que estaban en primera línea –de los médicos al personal de limpieza; de las cajeras de los supermercados a los policías que controlaban las calles– no olvidarán nunca. Cuatro años y 20 millones de muertos después, unos 30.000 de ellos en Catalunya, nos preguntamos en el dossier si estamos preparados para una nueva pandemia.

¿Ahora lo haríamos mejor? ¿Qué ha quedado de ese paréntesis de dos años en que parecía que todo, desde la gestión sanitaria hasta la estructura económica, cambiaría para siempre? Quizás todavía vivimos en este proceso de transformación, pero por lo que hemos podido analizar hasta ahora, hay muchas lecciones que no hemos aprendido.

Es cierto que en el terreno sanitario se ha mejorado el sistema de vigilancia epidemiológica con la creación, en Cataluña, del Sistema de Información para la Vigilancia de Infecciones (Sivic), que ha doblado personal. Esto en teoría nos permite ir más rápido a la hora de detectar los virus y también de activar los planes de aislamiento de las personas contagiadas y la búsqueda de contactos. Sin embargo, el sistema de salud general ya estaba al límite antes de la pandemia, se tensó de manera máxima y voluntariosa durante la crisis y ahora, pese al aumento de personal y de inversión posterior, ha quedado tan tocado y faltado de personal y de medios que no tiene tiempo ni de plantearse cómo prepararse para una nueva pandemia.

En las residencias, la zona cero de la covid, casi todo sigue igual, y los discretos aumentos de inversión y algunas pequeñas mejoras en el cambio de gestión llegan con cuentagotas. La supuesta fiebre por los balcones y la ventilación en las escuelas y las viviendas está yendo a la baja. El cambio de modelo económico dejó de ser urgente en cuanto regresaron los turistas, y la reindustrialización europea está en camino, pero va lenta.

Pero posiblemente han cambiado más cosas de las que ahora somos capaces de detectar, y se irán consolidando con los años. Sin embargo, el punto principal que deberíamos haber aprendido es hasta qué punto somos vulnerables y frágiles. Es decir, que no podemos volver a ir de sobrados y hay que estar preparados para la nueva pandemia que, como ya hicieron con la primera, los científicos dan por sentado que llegará.

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