Amor y pimienta

Él ha decidido dejarla antes de que lo haga ella: cuando el miedo gana al amor

Tarde o temprano ella se acabará cansando, porque encontrará que no es ni lo suficientemente divertido, ni lo suficientemente ingenioso, ni lo suficientemente ocurrente.

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Síndrome de Stendhal

Ha decidido dejarla antes de que lo haga ella. Porque está convencido de que sólo es cuestión de tiempo que esto ocurra. Tarde o temprano ella acabará cansándose; porque encontrará que no es ni lo suficientemente divertido, ni lo suficientemente ingenioso, ni lo suficientemente ocurrente. Él sabe perfectamente con qué cadencia se irá sucediendo todo. Primero ella dejará de reírle todas las gracias; otro día se inventará una excusa para no quedar de nuevo; más adelante le dirá que es muy simpático mientras hace una mueca con la boca que dice que esto no es suficiente. Tres días después le intentará convencer de que merece alguien mucho mejor. Un superlativo imposible como imposible es esa relación. Ella en su argumentario en ningún caso apelará al aburrimiento, pero él sabrá que el hastío se lo come aunque la losa y las mentiras cada vez irán pesando más. Todo esto él lo sabe desde el día en que ella le regaló el primer sí cuando entre bromas le dijo si quería quedarse con él para ir a tomar algo. "A solas", para dejar claro que la invitación contenía implícito un deseo.

Desde entonces ha vivido entre la incredulidad, el miedo y la incertidumbre. Nunca se ha querido acabar de creer que aquello era verdad, que le estaba pasando precisamente a él, que no se ha sentido especialmente ninguna gran cosa en su vida. Que su sitio como trombón tercero lo hace tener los pies en el suelo y que es consciente de que no es merecedor de tanta suerte ni tanto de primer plano. A menudo recurre a ese chiste de Claudia Schiffer y la isla desierta y la necesidad de poder explicar a todo el mundo que él es el simple náufrago que ha coincidido con la modelo en una isla donde no hay nadie más. Y que he aquí. Y que por eso está viviendo ese tipo de fantasía de la que no querría irse nunca si no fuera que está convencido de que ella un día se dará cuenta de que esa burbuja donde se han instalado ambos bajo el cocotero no es más que una engañifa. Antes de que pese todo, él debe poner fin. El corazón se le hará añicos, caerá en la tristeza y desesperación más profundas, pero peor es perder la dignidad. Además, no podría soportar el menosprecio de la mujer que más ha amado en su vida y probablemente la que podrá amar nunca. Nunca había estado tan enamorado de nadie, nunca se había sentido tan afortunado. Nunca habría pensado que una mujer como ella podría fijarse en alguien como él. Necesita acabar con esa historia.

Cuando les dijeron que la artista invitada de aquella temporada en la orquesta era ella hubo una excitación general. Como primera violonchelista era una de las más reputadas en todo el mundo. Una mujer que protagonizaba portadas de las revistas especializadas más prestigiosas pero también de las de moda porque su belleza, más allá de su talento e inteligencia, era una calidad que no pasaba desapercibida.

Cuando llegó a la orquesta, el director, el gerente y el pianista le brindaron toda su amabilidad y atención. Pero a ella no le gustaban los privilegios ni los halagos, y prefería estar con el resto de los músicos, en la cafetería del auditorio, como una más. Y se daba una risa con los chistes que contaba el trombón tercero. No tanto porque los chistes fueran originales o especialmente ingeniosos como porque él tenía mucho Salero explicándoles. Y a ella todavía le hacía más gracia ver lo nervioso que ella se reía con su carcajada sonora. Se agobiaba, se tropezaba con las palabras y volvía a empezar con su gracia natural.

Por eso el día que le envió un whatsapp diciéndole si quería ir a tomar algo con él no se lo pensó dos veces. Estaba convencida de que sería una velada muy agradable, y seguro que lo pasaría bien. Lo que más valoraba de las personas era que la hicieran reír.

De todo ello han pasado cuatro meses y medio. La violonchelista y el trombón tercero mantienen una relación apasionada pero secreta dentro de la orquesta. Fue él quien se lo pidió. Ella no acabó de entenderlo, pero le respetó la decisión. De hecho, la clandestinidad hace que todo sea más excitante. En la presencia del resto, se ignoran. Cuando se encuentran, en una sala de ensayo, en el aula de las fotocopias o en la cafetería, es como si no se conocieran. El trombón tercero ha dejado de contar chistes porque sería incapaz de no delatarse ante la carcajada de ella. Cuando por la noche se encuentran, el deseo contenido es tal que se sueltan en una gran sinfonía.

Pero él no se acaba de soltar del todo porque teme que todo sea una mentira. Por eso hoy ha quedado con ella en esa cafetería que le gusta tanto, después de un "tenemos que hablar" que le ha enviado por WhatsApp. Cuando se siente frente a él le dirá que se acabó todo. Se inventará una historia. Quizá le dirá que se ha enamorado de otra persona, o tal vez que nota que lo suyo se está difuminando, que no va a ninguna parte, que está estancado. Le dirá que seguro que encuentra a una persona mejor que él. ¿Es así como se hace, verdad?

Le dirá que la historia que han vivido todo este tiempo ha sido un auténtico regalo. Que le ha hecho mejor persona, que le ha dado una confianza que nunca había tenido. Que el trombón le suena mejor que nunca. Pero le dirá que él es el único superviviente de un naufragio en una isla donde está Claudia Schiffer, y que eso está tan fuera de todo que le pide a Schiffer que se haga pasar por un cualquiera para que él pueda contarlo se la verdad. Y que cuando el otro le diga "¡Ven, ve! Tú?" explotará la burbuja y él se despertará de un sueño que no merece. Por eso...

"Debemos dejarlo. Te mereces alguien mejor."

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