El 18 de octubre de 2014 una carta sacudía las islas Baleares. La firmaban Antoni Moll Echeto y Susanna Moll Kammerich, gerente y directora de producción de la editorial más emblemática que había tenido nunca el archipiélago: la Editorial Moll. “A pesar de los esfuerzos abocados, hemos llegado a una situación insostenible: debemos cerrar las puertas”, admitían a regañadientes en la misiva. La noticia caía como un cubo de agua fría en un sector editorial que apenas intentaba levantar cabeza después de años de intensa crisis. A Moll no le había servido de nada el mérito de ser una de las editoriales más longevas de las Islas: ni el sello del mítico Diccionario Català-Valencià-Balear de Alcover Moll no había sabido resistir.
Con los años, la Editorial Moll se había convertido, de facto, en toda una institución. De hecho, en su catálogo brillaban con bastantes grandes nombres de la literatura catalana como mosén Alcover, Miquel Costa i Llobera o Miquel dels Sants Oliver. Y esto les había hecho adquirir un aura de prestigio. “En épocas muy difíciles para nuestra lengua y cultura, hemos contribuido a consolidarlas y configurar el mundo cultural de las Islas para que pudiera llegar a ser lo que es hoy en día”, aseguraba la carta de despedida. Impulsada en tiempos de la República y mantenida durante el franquismo, la Editorial Moll no pudo superar el escollo de la crisis económica. De hecho, capitaneada ya por la tercera generación, la empresa familiar se topó con un escenario muy complicado.
“El sector pasó de la euforia al batacazo en muy poco tiempo -recuerda Montse Ayats, presidenta de la Asociación de Editores en Lengua Catalana-. Si en 2008 se facturaron 255 millones de euros en libros en catalán, en 2009 todo se derrumbó”, explica. De hecho, el mundo editorial se enfrentaba a la crisis económica pero también a una crisis de modelo: la irrupción del libro electrónico parecía cambiarlo todo. "Era un momento de incertidumbre", recuerda Ayats. Y, al poco tiempo, el sector en bloque empezó a sufrir en serio.
En septiembre del 2010 la histórica distribuidora Arc de Berà, con la que trabajaba Moll y un centenar de editoriales catalanas pequeñas y medianas más, anunció que cerraba porque no podía hacer frente a los 1,5 millones de euros que debía a los clientes. Éste fue el principio del final de la Editorial Moll.
“Se juntaron una serie de circunstancias”, admitía a Vilaweb a finales del año 2011 Francisco de B. Muelle, entonces responsable de la empresa. En 2004 la compañía editorial se había embarcado en un cambio de oficinas que les había comportado tener que hacer frente a un importante alquiler. En 2008 tuvo que pedir un crédito para reeditar el mítico y costoso diccionario, del que se agotaron las existencias. Y el estallido de la crisis económica, con acontecimientos inesperados como el de Arc de Berà, acabó de derrumbarlos.
El año 2016, sin embargo, una veintena de empresarios, profesores y ciudadanos crearon la Institución Francesc de Borja Moll, con la voluntad de dar continuidad a su catálogo. "No se repetirán los errores que llevaron a la empresa a la quiebra", explicó a los medios Antoni Mir, secretario de la institución.
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La lección
“En el sector del libro la crisis engordó a las grandes empresas y propició la creación de pequeños proyectos, pero tocó de muerte a empresas medianas como la Editorial Moll”, dice Montse Ayats, presidenta de la Asociación de Editores en Lengua Catalana. "Hay que encontrar modelos de gestión que eviten estas situaciones y las regeneren", opina.