El embajador de la paella

El ex ministro disfruta en Londres de un estilo de vida ostentoso

L’ambaixador de la paella
Quim Aranda
05/01/2017
3 min

LondresA Federico Trillo no se le ha visto nunca paseando por Picadilly con un bombín en la cabeza, como hacía Manuel Fraga cuando era embajador en Londres (1973-1975). Pero sí se le puede ver yendo a misa diaria, o casi, en la iglesia del London Oratory, en Brompton Road, en la zona noble de la ciudad. Cumple así con las obligaciones de pertenencia al Opus Dei, virtud para unos, pecado para muchos. Pecados que Trillo expía en otro templo de la urbe, The Grenadier, uno de los pubs más conocidos de la zona de Belgravia Square. Va de vez en cuando.

Desde que fue nombrado sustituto del afable, discreto y diplomático de carrera Carles Casajuana, he tenido ocasión de coincidir con su excelencia en alguna ocasión. Lo que con Casajuana era un placer, por la cordialidad en el trato, lejos de la rigidez de la etiqueta, con el actual jefe de la legación española en el Reino Unido se ha convertido en un motivo de sorpresa, de escándalo y de salto atrás en el tiempo. Porque Trillo se esfuerza por parecer el representante, no delante de Isabel II, sino ante la reina Victoria, bisabuela de la monarca. Cuestión de estilos y de amoldarse a la pátina que impone la residencia en la que vive, el 39 de Chesham Place, un palacete esplendoroso donde ya corrió de niña Cayetana Fitz-James Stuart, mientras su padre, Jacobo, 17º duque de Alba, ejercía de embajador de Franco.

El hombre del PP en Londres llegó en marzo de 2012. Con motivo de la fiesta del 12 de Octubre de aquel primer año suyo el cargo, el talante Trillo ya se hizo patente. En la España de la crisis más brutal, el embajador tiró la casa por la ventana para celebrar la Hispanidad. Y así ha sido hasta ahora. De la relajación de la copa de la noche que ofrecía Casajuana se pasó al despilfarro del presupuesto público. El ambiente era de vacas gordas. Vacas en forma de jamón de Jabugo de apariencia exquisita -no lo probé en señal de desaprobación por la obscenidad del espectáculo- y de paella elaborada por el chef Jesús Muñoz y su ayudante, José Luis Alonso, del restaurante Maestral de Alicante -que también me negué a probar por las mismas razones.

Durante el parlamento, que terminó con el "Viva Honduras o España y viva el rey" de rigor -exaltación en que Casajuana no incurrió nunca-, orgulloso del festín que ofrecía, Trillo pidió aplausos para los cocineros. ¿Méritos? Haber hecho "expresamente los 2.400 kilómetros que separan Alicante de Londres" con todos los ingredientes importados ad hoc para llevar a los invitados un "arroz del señorito". "Como está todo pelado y sin cáscaras, no mancha las manos", decía Muñoz para aclarar el nombre del plato. Tanta devoción por la paella ha hecho de la cita del 12 de Octubre con Trillo un clásico para un cierto Londres.

Escándalos en el cargo

Pero también lo han sido los escándalos laborales en Chesham Place. Hasta 18 relevos en cargos de confianza en cinco meses; una demanda de acoso laboral presentada por la secretaria de la embajada a la que sustituyó por la misma persona a quien nombró in pectore sucesora suya en el escaño de Alicante, Julia de Micheo-; haber forzado el relevo de la secretaria de la Cámara de Comercio de España en Londres, y una investigación del Tribunal de Cuentas por la malversación de 80.000 euros con cargo al presupuesto público de la legación son algunos de sus méritos.

A pesar de todo, Federico es un hombre afable. Cuando estrecha la mano sonríe. Y cuando habla, también. Lo prueba la relajada conversación que mantuvo recientemente con el delegado de la Generalitat en el Reino Unido, Sergi Marcén. "Tú aquí, yo allí, hacemos lo que hacemos, representamos lo que representamos, pero al enemigo, ni agua", resumen plausible del encuentro. Agua, no; paella, sí. La de Trillo, sin embargo, se ha demostrado muy sentideta, como dicen en Valencia. Tanto, que además de salada resulta indigesta incluso para el PP. La de 2016 ha sido la última. "¡Viva Honduras!"

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