Entrevista

Jordi Serrate: “España es un país de trampas: todo el mundo busca enriquecerse sin esfuerzo”

Fundador de Niubó, empresa leridana dedicada a la fabricación de maquinaria agrícola

Marc Amat
2 min
Jordi Serrate: “España es un país de trampas: todo el mundo busca enriquecerse sin esfuerzo”

Han transformado un pequeño taller leridano en una de las principales empresas españolas del sector de la maquinaria agrícola.

Sí, se puede decir así. Llevaba años dirigiendo una empresa dedicada exclusivamente a la importación de este tipo de maquinaria. Pero siempre me había merodeado por la cabeza una gran ilusión: empezar a comercializar productos propios. Así, en 2007 me decidí a adquirir un pequeño taller del ramo en Lleida, que entonces tenía tan sólo cuatro trabajadores. Poco a poco fue creciendo hasta que, en 2010, dejé la empresa de importación para dedicarme a ella completamente. Ahora nos hemos convertido en una de las principales compañías del sector en España y facturamos 40 veces más que en el primer año.

¿Cuánto facturaron entonces?

Hemos tenido un crecimiento absolutamente brutal: si en 2007 lo cerramos moviendo cerca de 180.000 euros, en 2016 facturamos algo más de 6,8 millones. Estoy plenamente convencido de que, dentro de cuatro años, seremos la mayor empresa española de maquinaria agrícola en volumen de ventas.

Sin embargo, cabe decir que el sector español está formado básicamente por pequeñas empresas que facturan, a menudo, menos de un millón de euros.

Sí. De hecho, siempre me lo he preguntado. En países como Italia, Francia o Alemania han surgido verdaderos gigantes del sector, pero en cambio, en España, tan sólo existe una empresa que facture cerca de 20 millones. ¿Cómo puede ser? Al final, he encontrado la respuesta: hasta ahora no hemos pensado en mentalidad industrial. Las máquinas agrícolas españolas siempre estaban mal terminadas, con diseños obsoletos y cuya fabricación se hacía prácticamente de forma artesana, bajo pedido. Esto debe acabarse: la industria agrícola debe ver que le conviene parecerse más a la industria automovilística que a la de la agricultura.

De hecho, ustedes aplican un método ideado por la japonesa Toyota.

Exacto. Nos permite mejorar la productividad y la eficiencia. Se trata de cinco normas muy básicas y sencillas que intentamos cumplir escrupulosamente: tener el espacio ordenado, bien clasificado, mantenerlo siempre así, hacer que reine la autodisciplina y, en última instancia, luchar para que todo esté limpio. De hecho, en España, las fábricas están sucísimas; en Alemania, lucen.

Miran muy lejos. ¿Al sector español le falta autoestima?

Sí, pero también es comprensible. Hasta ahora, los productos no podían compararse con los de los principales países competidores del sector como Francia, Alemania o Italia. Tradicionalmente, los productos de afuera siempre nos parecen mejores. Ahora esto está cambiando. Podemos competir al mismo precio que los productos italianos pero con una calidad muy superior, y la marca Cataluña parece estar mejor considerada a nivel internacional que la marca España. Pero es necesario que las pequeñas empresas del Estado pierdan el miedo a salir al exterior. Nosotros hemos apostado y un 54% de la producción ya la vendemos fuera. Me sorprende que, antes de la crisis, se dieran un montón de subvenciones para aumentar las exportaciones y que, todavía hoy, el sector siga tan cerrado. En España siempre se ha trampeado mucho: somos un país en el que, si nos sale la oportunidad de enriquecernos de manera fácil y sin esfuerzo, lo añadimos sin pensárnoslo.

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