'EPIC FAILS'

La estación de esquí fantasma

Marc Amat
3 min
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En noviembre del 2004 una noticia sacudió el mundo del esquí catalán: la histórica estación de Rasos de Peguera, en el Berguedà, había decidido echar la toalla después de cerca de tres décadas en funcionamiento. "Nos será imposible poder abrir la estación en las condiciones de calidad y competitividad que desearíamos", explicaban entonces sus responsables a través de un breve comunicado. Sobre las causas, lo llamaban poco y lo atribuían simplemente a “un cúmulo de circunstancias” ya “razones de carácter empresarial”. Desde entonces ha habido varios intentos de reabrir las pistas, pero ninguna ha acabado de lograr.

“Cuando cerramos, nos encontrábamos que todo el mundo quería ir a esquiar a estaciones con telesillas y cañones de nieve artificial, y nosotros no teníamos ni lo uno ni lo otro”, explica al ARA trece años después Marc Pujals, administrador de la empresa que gestionaba la estación y que actualmente todavía capitanea, junto con su hermana. "Aunque en los Rasos sigue nevando igual que en la Molina o en Masella, no poder fabricar nieve nos complicaba mucho las temporadas y, además, no teníamos dinero para invertir", aclara Pujals.

Pero aquellos años, los Rasos no era la única estación de esquí con problemas. “En 2004 Espot Esquí, que había contraído una deuda de 11 millones de euros con el Institut Català de Finances, tuvo que ser rescatada por la Generalitat. Nosotros habíamos decidido no endeudarnos con dinero público y cuando las cosas fueron mal, la administración no acabó de mover pieza”, recuerda.

Desde el momento del anuncio, la empresa empezó a mantener contactos con diversas administraciones públicas. Según explica Pujals, con la voluntad de salir adelante con la estación se tramitaron varias licencias hasta el 2006, momento en el que la Generalitat aprobó el Plan Director de Estaciones de Montaña. “El documento nos pedía que desarrolláramos un plan director propio de la estación, que hicimos enseguida -recuerda Pujals-. Queríamos regularizar la situación para encontrar inversores”, explica el administrador. Pero en 2010, el Ayuntamiento de Castellar del Riu, municipio al que pertenece la mayor parte de la estación, empezó a redactar su Plan de Ordenación Urbanística Municipal, y todo se eternizó. “Ocho años más tarde, la cosa está detenida. Tan sólo se ha realizado su aprobación inicial”, asegura.

Mientras tanto, los Rasos de Peguera viven una época dorada: cuando nieva, cientos de familias se acercan a pisar la nieve. El aparcamiento se hace pequeño, los coches aparcan en los arcenes y la BV-4243 se colapsa con colas kilométricas. “Todos los servicios están cerrados, pero cada fin de semana está llenísimo”, explica Jordi Curriu, que en 2010 intentó recuperar la actividad en las pistas, junto con los propietarios. “Abrimos tres circuitos de raquetas de nieve, uno de esquí de fondo y organizamos diversas actividades familiares pero, aunque la cosa funcionó muy bien, las instalaciones eran viejas y no encontramos financiación para remodelarlas”, explica. En 2011 lo dejó correr. "Los Rasos son clave para hacer crecer la economía berguedana: todo el mundo lo sabe pero ponerse es muy complicado", remacha Curriu.

La lección

“El esquiador ya no sólo quiere nieve –explica Lluís Prats, profesor de la UdG y miembro del Instituto de Investigación en Turismo–. Ahora también quiere relajarse, comer bien y hacer excursiones: es necesario que las estaciones se diversifiquen”. Y, para Lluís Garay, profesor de economía de la UOC, "sacarlo adelante sólo con dinero privado es muy complicado"

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