Emergencia climática

Las estaciones de esquí catalanas ya no pueden vivir (sólo) de la nieve

El calentamiento global obliga a las pistas a desestacionalizar y diversificar la oferta para no depender exclusivamente de una temporada cada vez más corta y costosa

4 min
Imagen de la estación de esquí de La Molina (Cerdanya) con poca nieve.

GeronaDurante todo el mes de diciembre, desde cualquier mirador de las comarcas gerundenses o la Cataluña Central, sorprendía la vista de la poquísima nieve que blanqueaba los Pirineos catalanes, sobre todo en la vertiente oriental, desde el macizo del Cadí hasta Bastiments, totalmente pelados . No ha sido hasta la segunda semana de enero que ha llegadoprimera enharinada generalizada, que ha dejado espesores de entre 5 a 35 centímetros entre Boí Taüll y Vallter. La nevada ha servido para cambiar el paisaje y animar a los amantes de los deportes de invierno, pero todavía es muy insuficiente para conseguir un charco importante que permita abrir la mayoría de los kilómetros de las pistas de esquí del país.

Ahora bien, a pesar de la falta de nieve y las aberturas parciales de las estaciones, durante los primeros meses de la temporada invernal los datos de ocupación han cumplido con las expectativas de negocio. "Con poco hemos hecho mucho, debemos felicitarnos, hemos tenido una Navidad y una Purísima sin precipitación y pocas ventanas de frío, pero las optimizaciones técnicas nos han permitido producir suficiente nieve para dar un servicio de calidad", explica Toni Sanmartí, director de la división de turismo y montaña de Ferrocarriles de la Generalidad de Cataluña (FGC), que gestiona las estaciones públicas. Durante las fiestas, el Pirineo gerundense, por ejemplo, rozó el 70% de ocupación de media, mientras que el de Lleida rozó el pleno absoluto entre Sant Esteve y Fin de Año.

Un recurso cuestionado

Para garantizar una oferta atractiva a los esquiadores, las estaciones catalanas han tenido que recurrir inevitablemente a la producción de cientos de toneladas de nieve artificial. Un recurso cuestionado desde hace años por el gasto energético que implica y, en los últimos años, también por el consumo de agua que supone en plena crisis por la sequía. Muy comentadas fueron unas imágenes de diciembre, en las que, desde las ventanas de los aviones que sobrevuelan los Pirineos, entre las montañas sólo se veía un reguero de nieve en las pistas de las estaciones de La Molina o Masella, producida expresamente para poder esquiar . Este curso, la Generalitat ha dejado de subvencionar la nieve producida en las estaciones privadas, pero sigue financiando los cañones de las públicas. "Siempre expresamos que trabajamos con la misma agua, que almacenan en lagos cerca de las pistas en un ciclo cerrado, pasándola de líquido a sólido y viceversa", defiende Sanmartí.

Sin embargo, los argumentos no convencen a las entidades ecologistas: "En una situación de sequía es inaceptable que el Gobierno aplique restricciones durísimas a sectores estratégicos como el primario, que se encarga de producir alimentos, pero no se atreva a tocar un negocio prescindible para desarrollar la vida como el turismo invernal de masas", contesta Oriol Ajenjo, portavoz de la plataforma Stop JJOO en el Ripollès.

Cambio climático

La falta actual de nieve no es algo excepcional, ya que en los Pirineos mediterráneos la precipitación es habitualmente intermitente y en las últimas décadas se han alternado ciclos de nevadas intensas en noviembre con otros a esperar hasta enero. Por el contrario, el calentamiento global sí amenaza la sostenibilidad del negocio de las pistas: "Las proyecciones catastrofistas que dicen que no va a nevar más en el Pirineo no son verdad, pero está clarísimo que las previsiones de calentamiento de los últimos setenta años provocan que la nieve llegue más tarde o se funda antes", argumenta Marc Olia, profesor de geografía de la Universidad de Barcelona y coordinador del grupo de investigación Antarctic, Arctic and Alpine Environments.

La nevada de este 10 de enero en el Vall de Núria

La solución, diversificar

Ante este escenario de subida de las temperaturas, fabricar nieve con cañones para cubrir de blanco las pendientes de los Pirineos puede ayudar a alargar y mejorar la temporada invernal, pero no basta para garantizar la economía de las estaciones. Por eso, la receta de futuro de FGC es clara: es necesario desestacionalizar y diversificar la oferta. "Tenemos estaciones en las que el 90% de sus ingresos son los forfaits de esquí, como la Molina o Boí Taüll, y esto ha terminado; el esquí seguirá siendo importante, porque es la singularidad del Pirineo, pero tendremos que dedicarnos también a otras actividades, viables durante todo el año", reconoce Sanmartí.

Salidas de bicicleta, circuitos de enduro, carreras de trail running, senderismo o salidas en familia son las alternativas que deben ganar peso para no fiarlo todo a las predicciones de nieve y frío. En Vallter, por ejemplo, estas Navidades han organizado todo tipo de actividades con muy buena respuesta de público: "Lógicamente, nos hubiera gustado tener más nieve, pero hemos tenido mucho ambiente con las escuelas de esquí, la zona de trineos , un espacio de coworking para los adultos, talleres navideños, excursiones, la fiesta de Fin de Año, el tió o atracciones cercanas como la pista de hielo de Llanars o el mercado de Navidad de Camprodon", describe Enric Serra, director de Vallter.

En este sentido, el modelo a seguir es el Valle de Núria, que ha logrado equilibrar al 50% los ingresos entre la temporada de invierno y la de verano. “Somos una estación pionera que trabajan 365 días al año, somos sostenibles porque "único medio de transporte para acceder es el tren cremallera y, más allá del esquí, en cada época tenemos actividades para que todo el mundo pueda disfrutar de la naturaleza, la fauna, la flora y respirar aire puro", comenta Ruth Bober, responsable de relaciones públicas de la estación, que concluye: "La nieve es un plus, es muy bienvenida, pero no dependemos exclusivamente".

stats